«Enseñar cualquier tipo de actividad artística implica, de alguna forma, querer ser un artista. Sin pasión no se pueden compartir los conocimientos y sin pasión nunca puede haber imaginación», escribe. Ese es precisamente el secreto del exbarítono para conquistar la pequeña pantalla y animar a decenas y decenas de personas a adquirir, por primera vez en su vida, una entrada para La Bohème, para La Traviata o para Tristán e Isolda. Qué ironía que siendo un niño de corta edad dejara el conservatorio porque aquello le parecía un rollo.
Nacido en Barcelona y licenciado en Humanidades y en Ciencias Empresariales, Gener empezó su formación como músico estudiando piano en el Conservatorio del Liceu, y después, por recomendación de la soprano Victoria de los Ángeles, empezó a estudiar canto bajo su supervisión. Sin embargo, a pesar de haber debutado en grandes escenarios en diversos roles decidió aparcar su carrera como cantante lírico y dedicarse a la divulgación musical desde el año 2009.
Casi por casualidad llegó un buen día a la televisón catalana, donde comenzó con un exitoso programa titulado Ópera en texans. Tras él, la temporada pasada dio el salto a La 2 de Televisión Española con This is opera [1]. Impacientes porque vuelva el programa (la fecha señalada es el 20 de septiembre) y con las reflexiones que hace en su libro como telón de fondo, hablamos con él.
Cuando era pequeño abandonó el conservatorio, ¿qué cree que falló? ¿Qué sigue fallando en la educación musical?
Estudiar música no es fácil. La música es muy bonita y a todos nos gusta mucho, pero estudiarla requiere un cierto esfuerzo. Cuando uno tiene siete, ocho, nueve, diez u once años quiere (o por lo menos lo que yo quería) es jugar al fútbol con sus amigos en lugar de tener que ir al conservatorio y hacer solfeo, armonía, contrapunto o estudiar piano.
¿Qué siente que habría que hacer por la educación musical?
La verdad es que no tengo ni la menor idea. A todo el mundo le llega su momento. Bien, el mío no era cuando tenía 6, 7 u 8 años. A lo mejor si no hubiera sido por eso no estaría hoy aquí, pero en ese momento no era mi momento. Llegaría mucho más tarde. Cada persona es un mundo.
El tren de la música volvió a pasar por su camino años después ¿qué cambió entonces?
Tampoco lo sé muy bien. Creo que con 18 años, cuando conocí a Victoria De los Ángeles, ella me ayudó a hacer clic. Me hizo ver que todo aquello que había dejado atrás en realidad formaba parte de mi vida y de mí mismo. La única manera de que yo pudiera volver era dejándome a mí escoger volver (sí, aquello tan típico que sucede cuando todo el mundo te dice que hagas una cosa y al final no la haces). Ella no me dijo que volviera, sólo me dijo que tenía la posibilidad de volver. Al final volví porque vi que era mi momento y me di cuenta de que todo aquello que había dejado atrás era realmente lo que quería ser.
«A todos nos encanta la música pero, en cambio, nos resulta muy difícil escucharla»
A veces nos empeñamos en que niños muy pequeños empiecen a estudiar música cuando a lo mejor hace falta algo más profundo, madurez, quizá…
Esta es una discusión eterna. El otro día estaba entrevistando a un neurólogo que es especialista en las relaciones neuronales con la música para un programa de la segunda temporada de This is opera y en un momento de la entrevista me dice: “El mejor regalo que le pueden hacer los padres a sus hijos es llevarlos a estudiar música a partir de los tres, cuatro o cinco años”. Después, viendo la entrevista en la sala de posproducción estuve debatiendo conmigo mismo si quitar ese comentario o no. Si no lo quito muchas madres y padres van a llevar a sus hijos a estudiar música con tres y cuatro años, que es lo que hicieron conmigo y que a mí me horrorizó. Pero a lo mejor hay otros niños para los que sí es el momento con 3, 4 y 5 años, lo disfrutan y les encanta. Insisto en que estudiar música requiere un cierto esfuerzo. Te genera una serie de habilidades porque es un lenguaje matemático y en el fondo son emociones. Es verdad que estudiar esa matemática te predispone para el futuro, desarrolla el cerebro de un modo distinto y te prepara para muchas otras cosas que vendrán después, pero tengo tantas dudas en tantas cosas sobre este tema… Creo que al final cada niño y cada niña es un mundo único.
Pudiendo haber sido músico profesional, se retiró y decidió dedicarse a la música pero de otra manera. Sin embargo, en su libro defiende que nunca hay que abandonar la idea de querer ser artista…
Llegó un momento de mi vida en que me di cuenta de que el canto, muy a pesar mío, no iba a llenarme como yo pensaba. Dicho de otro modo, me di cuenta de que no iba a conseguir cantar como yo me había imaginado cantar. Soy hiperperfeccionista. Por eso, cuando me di cuenta de que no podría cantar según qué repertorio del modo en que yo me había imaginado que iba a hacerlo, decidí dejarlo. Afortunadamente, después pasó el tercer tren de la música en mi vida. Éste fue poder compartirla con los otros, poder divulgarla, explicarla. Eso me produce un placer fantástico porque compartir algo que sabes que le gusta a todo el mundo es un placer muy grande.
A pesar de que no hay nadie a quien no le guste la música, sí que cuesta escucharla y aún más hablar de ella, ¿por qué?
Es una paradoja. A todos nos encanta la música pero en cambio nos resulta muy difícil escucharla y de golpe nos sorprendemos pensando dónde vamos a ir de vacaciones este verano mientras la escuchamos. Cuando es precisamente por la música el motivo por el cual estás pensando eso en realidad. La música es evocadora de imágenes, de sensaciones, de pensamientos… Es capaz de transportarte a otro lugar.
Además, la magia de la música es que de las 100 personas que estén escuchando ese concierto, las 100 estarán viajando a un lugar suyo, personal e intransferible al que no están viajando los demás. Es una relación muy especial que cada uno tiene con la música. Por eso planteo la posibilidad de escuchar siempre músicas nuevas y de distintos estilos porque si lo haces, te abres y entonces la música te llevará a muchos otros sitios que a lo mejor ni hubieras sospechado que te pudiera llevar.
«Siempre hay que pensar que en cualquier momento saldrás volando como Peter Pan»
Una de las cosas que usted más valora en los músicos y compositores es la imaginación y destaca las figuras de Mozart y de Rossini.
Sin imaginación es imposible vivir. Yo, por ejemplo, cuando propongo hacer algo en televisión siempre pienso que podemos hacer cualquier cosa, que podemos hacer lo que queramos. Esto lo llevo al extremo en el libro y digo que me levanto cada día pensando que voy a volar como si fuera Peter Pan y que si un día de mi vida me levantara pensando que no voy a poder hacerlo pues ese día sería el momento de plegar velas.
Siempre hay que pensar que en cualquier momento saldrás volando. Pensar que todo es exponencialmente posible es la única manera de poder vivir con ilusión. Músicos como Rossini o como Mozart, que tenían esta filosofía de vida, me llegan de forma especial porque pensaban lo mismo que pienso yo.
Por encima de todos los compositores se identifica especialmente con Beethoven, ¿por qué?
Beethoven es el primer artista de la historia. Hoy en día todo el mundo es artista, pero Beethoven es el primer músico que se considera a sí mismo artista. Es decir, todos los músicos de antes de él se consideraban empleados que hacían la música que el noble o la autoridad religiosa les pedía. El primero que rompe esta dicotomía vital es Beethoven.
Es el primero que se dirige a los príncipes, a los nobles de Viena y les dice que “hay y habrá mil príncipes, pero sólo habrá un Beethoven y ese soy yo. Por eso, no soy yo el que tiene que estar a vuestro servicio, sino que sois vosotros los que tenéis que estar al mío porque yo soy el genio creador. Yo tengo algo que vosotros no tenéis. Vosotros tenéis mucho dinero, podéis comprar muchas cosas, pero no me podéis comprar a mí”. Beethoven es el primero que toma conciencia de ser un artista y a partir de ahí se revoluciona todo.
Al público general le cuesta llegar a la música clásica y a la ópera aún más, ¿por qué?
No lo entiendo. Es una cosa que no he entendido nunca. La ópera habla de la vida. Carmen, por ejemplo, habla de un hombre que es capaz de matar a su mujer por celos, algo que desgraciadamente pasa cada día. La Traviata habla de una mujer que se tiene que prostituir porque no tiene manera de ganarse la vida y que lo único que quiere es encontrar a alguien que pueda quererla. Es algo también que pasa cada día. La Bohème va de cuatro amigos que viven en París, que son jóvenes, que queman la noche y que intentan ligar lo máximo posible. Eso pasa todos los días de nuestra vida. Es decir, la obra habla de eso, de quién somos, de dónde venimos y a dónde vamos. La ópera es teatro con música, habla de nuestras historias, nos explica quiénes somos. Además va aliñado con Verdi, Mozart, Wagner o Puccini.
Me parece una fórmula totalmente infalible y creo que cualquier persona que se quiera acercar a la obra sin prejuicios y sin clichés se dará cuenta de que hay un altísimo porcentaje de posibilidades de que le guste.
«La ópera es un caballo ganador»
¿Qué siente cuando alguien después de ver su programa decide comprar por primera vez unas entradas e ir a la ópera?
Me encanta. Muchísima gente me envía mensajes a través de las redes sociales, Twitter o Facebook, y me dice que se ha comprado una entrada para ver tal título y se hace una foto porque está en el Liceu, en el Real o en no sé qué otro teatro del mundo. Están ahí porque han visto mi programa y se han comprado una entrada para ir a ver esa ópera. Eso, que me pasa cada día, me hace inmensamente feliz.
¿Cuáles son las claves para hacer un programa como el suyo?
Explicar una realidad que existe, que es la ópera, pero hacerlo sin prejuicios. Explicarlo sabiendo que la ópera no es una cosa de unos pocos, sino que es una cosa de todo el mundo. Lo único que hago es explicar qué es. Con eso basta, porque si resulta que estamos hablando de unas óperas que tienen un texto maravilloso, que explican unas cosas maravillosas y que encima tienen la música de músicos geniales en realidad no hace falta hacer grandes inventos para que funcione. Lo único que hace falta es explicar lo que es y ya está. Es un caballo ganador.
Cuando me preguntan cómo consigo que la gente esté atenta siempre digo que es como si jugara una partida de póquer. Cuando me reparten las cartas, las miro y en una carta tengo a Mozart, en otra tengo a Verdi, en otra tengo a Wagner, en otra tengo a Bach, en la otra a Haendel… Perder la partida con esas cartas me parecería imposible.
En el programa, además de música, habla de filosofía, de arte, de pintura…
Si ves cualquiera de los 15 programas que hemos hecho para la primera temporada verás que en uno se habla mucho de música, en otro se habla más de filosofía, en otro más de pintura, en otro más del compositor, en otro del libretista, en otro más de la relación transversal entre una cosa y la otra. Es decir, cada uno de los programas, siendo iguales, es muy distinto. Creo que esa es un poco la gracia o el quid de la cuestión.
Hay programas en los que intento hacer hincapié en un tema musical y otros en los que intento destacar otro tipo de temas. Al final, de lo único de lo que se trata es de que cuando hayas visto el programa tengas interés por ir a ver La Bohème, o por ir a ver Turandot o Tristán e Isolda. Creo que se trata de despertar el interés del espectador en un espectáculo.
Al principio de cada programa aparece mi voz en off y dice que “tengo una pasión” porque “la ópera es la vida y compartida es mucho mejor”. La ópera explica lo que es la vida. Es teatro y el teatro es consustancial al ser humano, es decir, si no existiera el teatro, la humanidad no existiría. El teatro es lo que te confronta con tu realidad vital. Y cuando hablo de teatro, hablo de Shakespeare, de Calderón, de Lope de Vega, de Petrarca… También de Boccaccio o de Schiller. Te explica quién eres, de tal manera que cuando tú vas a ver un buen espectáculo de teatro, y por tanto, también de ópera, llegas a casa tocado. Te miras en el espejo y te preguntas cómo ha sido todo. Es lo que necesitamos. Es nuestra gasolina vital para seguir preguntándonos quiénes somos. En definitiva, para poder seguir creciendo cada día.
«Lo interesante es que cada uno encuentre sus propias emociones en la ópera»
¿Cómo describiría ese momento en que la música, el teatro o la ópera le llega de manera especial?
Cada persona tiene una relación distinta con la música, con el teatro y con el tipo de espectáculo que va a ver. Tú y yo podemos ir a ver juntos Parsifal de Wagner y a la salida podemos compartir nuestras emociones y descubrir que las tuyas, aún pareciéndose a las mías, no son iguales. Así, a ti hay una cosa que te ha llamado muchísimo la atención, que te ha encantado, que te ha removido el estómago o que te ha puesto los vellos de punta y a lo mejor a mí eso mismo no me han dicho nada.
Esta es precisamente la magia de la cuestión y por eso lo importante es compartirlo. Por eso me gusta tanto hacer secuencias en el programa en las que estoy con gente que me cuenta cosas suyas, normales, vitales, cosas que les pasan cada día y que a la vez son cosas que nos pasan a todos. Lo interesante es que cada uno encuentre sus propias emociones para ira a ver ese espectáculo y que cuando lo vea añada además unas nuevas.
¿Es necesaria la pasión en todo este ejercicio?
Sí, sin pasión, igual que sin imaginación, no se consigue nada de nada. A lo mejor soy un exagerado, pero pienso que hay que tener una pasión desmesurada por lo que uno hace. Hay que encontrar en cada uno lo que le apasiona independientemente de si va a ganar dinero con eso o no, independientemente de todas las demás consideraciones. ¿Qué es lo que uno tiene que hacer en la vida? Lo que realmente le apasione. Es lo único que después puedes compartir con los demás. De qué sirve que sepas mucho de una cosa si después no eres capaz de compartirlo con nadie. Si puedes apasionarte por algo, por cualquier cosa, lo que sea, todo es muchísimo más fácil.
A mí me pasa que no sé nunca si es lunes, martes, miércoles, jueves o sábado. No tengo días de entre semana y días de fin de semana. Siempre estoy trabajando, aunque en realidad siempre estoy haciendo lo que me gusta. Siempre estoy de vacaciones.