Olmos lleva ilustrando desde el año 2000 y en su haber se encuentran libros sobre besos y sobre instantes de felicidad, sobre camaleones y sobre príncipes de los enredos. Después de haber publicado con Edelvives, Random House Mondadori, Kalandraka, Logos, Ediciones B y otras tantas editoriales, de haber ganado, entre otros premios, tres White Raven y un Lazarillo, y de estar seleccionado para la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia en tres ocasiones, se ha enfrentado al fin al reto de dibujar una historia completamente propia.
Otra forma de concienciar
Cuando vio el documental Earthlings, narrado por el actor Joaquin Phoenix, de pronto algo cambió en él. La crueldad que ponía de manifiesto, el especismo, era de tal envergadura que sin terminar de verlo decidió contribuir al cambio y hacerse vegano. Ahora, tiempo más tarde ha encontrado la ocasión ideal para plasmar todos esos sentimientos en un libro editado por Logos y Faada.org. Sin palabras muestra así el verdadero poder de la ilustración: su poesía, su magia, su capacidad para sacudir y remover. No hace falta texto o si acaso, apenas una frase irónica: “¡Cómete el bistec que te hace bien!”, “¡Termínate la leche que crecerás sano y fuerte!” o “¡Vamos que te llevo a ver los elefantes del circo!”.
“Hasta ahora todo lo que había encontrado sobre el activismo animal era muy crudo. Muy duro. Se hace un tipo de publicidad que te señala a ti como culpable y te dice lo que tienes que hacer. Además, este tipo de información sólo la lee gente que ya está concienciada y por eso pensé en crear una serie de imágenes poéticamente bonitas que reflejaran la realidad sin tocar el hueso del asunto. En el libro no hablo de salud ni de lo que se tiene o se debe hacer. Tampoco aparece la palabra veganismo o vegetarianismo en ningún momento”, afirma el ilustrador catalán.
Nombres de la talla del Premio Nobel de Literatura J.M. Coetzee o la Dra. Jane Goodall han decidido apoyar el proyecto: “En todo el mundo hay un creciente sentimiento de inquietud con respecto a cómo los humanos explotamos y maltratamos a los otros seres vivos. De forma realmente admirable, Sin palabras nos anima a mirar a nuestros prójimos con ojos nuevos”, firma el primero en la contraportada del libro.
Al óleo
A Olmos le gusta trabajar el óleo. Ha probado con otras técnicas para otros libros: acuarela, tintas, guache, mezcla de guache y óleo, pero ahora reconoce que se queda con el último. “Los acrílicos, por ejemplo, no los soporto porque me da la sensación de que estoy trabajando con plastilina líquida. No me gusta la textura que tienen. En cambio, con el óleo puedo modificar, hacer veladuras, disimular las marcas del pincel y lo más importante, no se arruga el papel”, relata.
Intenta acabar cada ilustración el máximo posible y luego hacer con el ordenador pequeños retoques. “Cosas de pequeñez para las que no me llega el pincel y también contrastes, luces, ya que de cómo pintas la ilustración a cómo va a quedar en el libro hay grandes diferencias. Por mí experiencia con otros libros ya sé que hay azules que van a salir verdosos y rosas que van a salir más magentas, así que corrijo todo”.
Olmos considera que el ordenador hay que verlo como otra herramienta más, como otro pincel, y que si lo usas bien y ofreces un producto que gusta, da igual que hayas usado el ordenador. “Otra cosa es que abuses de él buscando que te ahorre faena… Creo que hay que saber poner limitaciones. De todas formas prefiero las cosas hechas a mano, pero es verdad que hay resultados por ordenador que no puedes diferenciarlos de los manuales, y ahí me quito el sombrero”, remarca.
Vuelta a la infancia
No conoce la crisis en su taller y dice que todo lo que está a su alrededor le inspira. Piensa que el libro ilustrado está viviendo un gran momento a pesar de que se pensó que la llegada del formato digital lo dejaría tocado. Nada más lejos de la realidad. “La plataforma digital ha asustado un poco. De cara a novelas está bien, pero no es lo mismo con los libros ilustrados. De hecho, no se está vendiendo nada en este campo y los editores están tirando más hacia el libro objeto y a hacer ediciones super cuidadas. Ahora los que se tienen que romper la cabeza son los creadores de muebles porque muchos libros no te caben en la estantería a veces”, bromea. “A la gente le gusta tener su pequeño rincón de libros bien cuidados. Libros que puedas tocar, que puedas oler…”.
Para él, la ilustración está en todas partes: en los videojuegos, en los videoclips, en el diseño, en el teatro… Ha hecho algún trabajo para televisión, para murales, pero para publicidad se resiste “por la ética”. “Me cuesta poner un sentimiento a un engaño”, recalca. Le gusta ilustrar lo que no se ve y quizás se definiría como «el ilustrador que lustra un texto”, “el que le saca brillo”, precisamente en ese sentido de intentar ir más allá, de buscar los tres pies al gato o una mirada propia. Dibujar le permite “volver a ser el niño que era antes” porque al final “todos los ilustradores dibujamos lo mismo: lo que nos gusta”. Entre sus referentes, Shaun Tan, David McKean, Brian Froud y Mattotti.
- Hasta el 30 de agosto se puede ver una exposición con los originales de ‘Sin Palabras’ en la librería Panta Rhei de Madrid.