A los asistentes, después de escucharla, les cuesta respirar. Su corazón, sus pulmones, están llenos. A veces no hace falta ir al Auditorio Nacional, ni al Carnegie Hall de Nueva York, ni a la Staatsoper de Viena porque los grandes cambian de escena para encontrarse con el público cara a cara, en otros formatos, bajo otros parámetros y ambientes.

Es rubia, de tez clara y estatura media. Habla rápido y cuando lo hace mueve mucho las manos. Imposible no caer en lo artísticas y armoniosas que son. A veces, se le escapa una dulce sonrisa. Ha vivido en Buenos Aires, Estrasburgo, Madrid, Basilea y Berlín, y tiene raíces italianas, francesas y rusas.

A los 12 años debutó en el Teatro Colón como niña prodigio y a los 23 lo hizo como solista junto a la Filarmónica de Viena en el Festival de Lucerna. Hoy, con sólo 33, bajo una mirada madura, propia de alguien que extiende sus días y sus horas como un chicle, se ha convertido en una de las chelistas más reputadas del mundo, es fundadora de la Capella Gabetta junto a su hermano y tiene un programa propio en la televisión alemana.

¿Qué siente cuando pisa un escenario?

Me transformo. Soy Sol todavía, pero… [sonríe y mira hacia arriba] Mi madre me lo ha dicho muchas veces. Ella no me reconoce en la Sol de todos los días. Hay una especie de espíritu… Lo puedes llamar como quieras, pero en ese momento no soy más la Sol que está fuera de la escena. Tampoco puedo decir que no lo tenga en mi carácter, no es un teatro… Aunque de la misma manera hay que ser conscientes de que la escena es un teatro.

Es todo muy paradójico porque pones un pie dentro y sabes que estás ante 3.000 personas mirando. Sin embargo, al mismo tiempo, si eres tan consciente te puedes sentir un poco el ‘pupo’ [ombligo en argentino] del mundo. Pero no lo eres, si acaso eres el de ese momento, que en realidad no es nada en comparación al mundo. Es tan paradójico y tal relativo…

Cuando salgo al escenario no tengo la sensación de ser yo humanamente, de tener pies, manos, brazos… Es como si una armadura me llevara hasta ahí.

Considerada niña prodigio, ¿se sintió así?

No me sentí prodigio en el sentido de que siempre tuve tiempo para jugar y para vivir la vida de una niña. La única cosa, quizás, es que cuando estaba estudiando en el Reina Sofía de Madrid, tenía 9 años y estaba en las clases teóricas con gente que tenía 10 años más que yo y que estaban en otro momento de su vida. Sí, me he divertido, pero al mismo tiempo no he podido vivir mi juventud porque todo no lo puedes hacer. Es muy difícil llevar una carrera a este nivel con todo lo que demandaba mi familia y el cambio geográfico que tuvimos que hacer.

Para algunas cosas nunca es tarde, pero para otras el tren ya pasó. Si no empiezas a tocar un instrumento desde muy pequeño, en los años donde el cerebro logra grabar y registrar la mayor información de la manera más profunda, después es mucho más difícil. Hoy lo veo con ciertas obras, con cierto repertorio que aprendo nuevo. A partir de los 28 o 30 años si lo dejo de tocar durante un año es mucho más difícil de retomar que obras que he tocado a los 10 años.

Sin duda, un momento crucial en su carrera fue su debut con la Filarmónica de Viena… ¿cuál sería otro?

Cualquier músico desea tocar en la Filarmónica de Viena y en la Filarmónica de Berlín. Con la de Viena toqué en 2004 y mi debut con la Filarmónica de Berlín fue en 2014. 10 años entre uno y otro. Es increíble todo lo que puede ocurrir (y todo lo que puede no ocurrir) en este tiempo. Para mí fue una enorme felicidad tocar este concierto de Pascua bajo la batuta de Simon Rattle el pasado abril.

¿Cuánto hay de técnica y cuánto de carisma en un músico de alto nivel?

Personalidad y carisma son muy importantes porque gente que toca bien hay muchísima. El nivel está tan alto… Creo que hay demasiados músicos para la demanda actual y por eso al final el sistema no funciona.

Hay que ser más flexible, si las cosas no van para un lado, ver si pueden ir para el otro. El problema general es que tenemos mucha inflexibilidad. Está bien tener una visión, pero a la vez tener un poco de abertura para no darse contra la pared y sentir la frustración, que es muy lógico.

«Tienes que saber cuál es tu objetivo»

¿Es su violonchelo insustituible?

Hace ya 10 años que toco con este instrumento. Si tuviera que comenzar de nuevo con otro… puuuuuuuuuuf [resopla]. Todo es posible. Hay que tener flexibilidad, si tiene que ser va a ser, pero es mucho trabajo volver al tipo de sonido, de articulación… Conozco cada pequeño movimiento de mi instrumento, si el tiempo es seco, si es húmedo… Enseguida siento el instrumento, y es extremadamente sensible. Sin embargo, a pesar de los riesgos y los cambios, prefiero un instrumento con personalidad y carácter. Si tuviera uno moderno tendría probablemente más comodidad, pero quizás no ese aura de un instrumento de 150 años.

Ha creado una formación musical con su hermano y tiene su programa de televisión, ¿qué reto le falta por alcanzar?

Me encantaría hacer algún día un jardín de infantes musical a alto nivel. Me gustaría dedicarme de los niños, que alguien también se ocupe regularmente, pero después hacer algo con ellos. Lo que pasa es que eso lleva mucha responsabilidad y con los niños no se juega, desde mi punto de vista. Si quieres inculcar la música a los niños de esa manera te tienes que ocupar y sino mejor no hacerlo. Aún no tengo los parámetros justos para crearlo, pero algún día espero poder hacerlo.

Los otros proyectos se realizaron al poco tiempo de que tuve la idea. Generalmente cuando me voy moviendo voy observando y poco a poco encontrando las llaves. Cuando la situación empieza a tomar forma es entonces cuando me decido y lo desarrollo.

¿Qué consejo le daría a un músico amateur y qué otro a un músico profesional?

Hay que lograr, de una forma o de otra, que el amateur general vaya a un concierto. Lo que uno vive en vivo, en el directo con un músico, no tiene comparación. No es un CD. Un CD es un regalo que tú te llevas, si quieres, después de un concierto en vivo o algo que quieres descubrir. El vivo es algo muy, muy importante. Atrae o no atrae, pero si atrae, lo hace por un largo periodo.

En el plano profesional es difícil dar un consejo porque las carreras en 10 años van cambiando y la vida también. Tienes que ir un poco con el ritmo, con la energía, pero tienes que saber cuál es tu objetivo. Creo que la única manera es esa, planificar y tener un objetivo mucho más profundo, un idealismo en el fondo. Sin idealismo nadie hizo nada. Se puede ver en los grandes movimientos culturales o en los grandes movimientos políticos que ha habido en el mundo.

«No siento que sea mi carrera la que representa mi persona»

¿Imaginó que llegaría a tan alto nivel?

No me imaginé nunca estar en esta situación, aunque deseé siempre poder estar. Sin embargo, no veo hoy en día que sea mi carrera la que representa mi persona. Todo lo contrario. Primero y antes que nada, somos todos un ser humano, así que da igual si tienes un nombre que vende o que no vende. Siempre intento, ante cualquier persona, tener respeto. Es lo único que pretendo de la gente. Cuando hay respeto, en todo tipo de trabajo, la relaciones humanas van bien y la vida también, porque te devuelve lo que tu ofreces.

Ahora presenta en España un CD de Chopin, del que se conoce mucho de su faceta pianísitica pero no tanto de la violonchelística, ¿por qué este compositor?

En el trabajo que hicimos juntos Bertrand Chamayou y yo los últimos 10 años hemos tocado muchísimo repertorio, pero extrañamente el de Chopin ha supuesto para nosotros un nuevo lenguaje, una nueva manera de tocar. Sin embargo, no fue nuestra primera intención, ya que en realidad habíamos pensado en Mendelssohn, pero no lográbamos cerrar el programa. Empezamos a buscar entonces un repertorio en el que las cualidades artísticas de los dos pudieran resalir de la manera más fuerte. Para un primer CD es muy importante que puedas reconocer la personalidad de cada músico y eso era lo que queríamos.

Lo interesante fue que como habíamos trabajado mucho juntos pudimos aprovechar el tiempo para sacar de la mejor manera los detalles de Chopin, que para los dos, fue un descubrimiento. Además creo que la calidad musical de ambos está muy representada.

¿Qué puede decir del repertorio escogido, del lenguaje de Chopin y su evolución?

Nos gustaba la idea de que el álbum fuera redondo y abordara repertorio de Chopin bastante temprano hasta llegar al más tardío, ya que vivió muy pocos años. En el momento en que conoció a Auguste Franchomme, un violonchelista extremadamente famoso y virtuoso de la época, empiezan a componer juntos. Es el inicio del desarrollo del violonchelo como instrumento solístico, mucho más virtuosístico y eso lo vas viendo poco a poco, con las variaciones de Robert the Devil, ya que ahí sientes la virtuosidad del instrumento y la capacidad del mismo. Cuando va avanzando la vida de Chopin, la última sonata que escribió para chelo y piano ya es mucho más compleja. Aunque la escribieron juntos, de alguna manera se siente la profundidad de Chopin, su sello.

Estuvimos buscando otros nocturnos para unirlos en este CD pero fue difícil. No voy a decir que la música no era buena, pero el nivel de la música de Chopin es tan alto que prácticamente no lo pones en valor. La diferencia era demasiado grande y tuvimos que buscar el repertorio para que de alguna manera la amistad musical fuera positiva para Franchomme y no al contrario.

«Existe entre el compositor y el intérprete un puente que no está formado»

El disco muestra, además, la unión entre un compositor y un intérprete…

Es un poco lo que nos falta hoy en día. Cuando lees un poco sobre los músicos de antes ves que ellos mismos arreglaban o componían sus propias obras aunque tocaban otra música. Todo estaba mucho más mezclado que hoy en día. En general existe entre el compositor y el intérprete una especie de puente que no está formado. Por ejemplo, si yo misma no compongo nada, estoy un poco anexa a lo que es la estructura de una obra. Estoy segura que ponerlo en práctica desarrollaba en el intérprete otro tipo de visión.

¿Sería impensable algo así hoy en día?

Hay muy poca gente que lo hace, ambos a un alto nivel, pero los hay. Sin embargo, el ritmo de hoy en día de un intérprete hace que eso sea prácticamente imposible. No puedes hacer todo: no puedes dar clase, tener un programa de televisión, hacer 100 conciertos por año… Llega un momento en que te bloqueas. Con la edad me empiezo a dar cuenta de que me gustaría tener más espacio para descubrir otras cosas de la vida y no solo estar en el mercado musical. La música es muy amplia, a mí me rellena completamente, pero cuando llevas durante 10 años este ritmo te preguntas si no hay muchas otras cosas que no has descubierto del arte que también te pueden interesar. En este momento me gustaría poder tener más espacio para mí, justamente para poder ver hacia qué lado muevo mi camino personal artístico.

¿Ha tenido la sensación de que la empujan pero no es usted quién se mueve?

No me ha ocurrido porque no doy ningún paso sin estar segura de que lo elegí instintivamente en su momento. Creo que sientes si quieres ir ahí, aunque sea para 2017 o 2016. Todo reside en sentir tu propio instinto y no dejarse llevar por el hecho de si es algo es importante o se debe hacer.

Depende mucho de la situación también. A los 20 años es una cosa y los 30 años, otra. Mucho ya está hecho en mi carrera y no estoy ahora forzando hacer cosas que no deseo. En general estoy escuchando más mi voz íntima y si siento que algo no me interesa, o que no tengo la fuerza para hacerlo, prefiero decir que no.

gabettachopinalbum

 

 

The Chopin Album
Sol Gabetta y Bertrand Chamayou
Sony Classical