No puede creer que hayan pasado 25 años. Sorprendida por el paso del tiempo, dice sentirse más joven de lo que era precisamente entonces. “Han pasado muchas cosas y Alemania está bien después de 25 años de reformas y de la reconstrucción del Este. Fue en parte problemática y también llena de desgarradoras historias de identidades perdidas y pasado. Pero Alemania, sin duda, es un ejemplo de cómo la solidaridad y los impuestos pueden salvar a una nación”, afirma.
Para ella todo viaje comienza en Berlín. “Su patrimonio y su legado es la base de mi identidad artística. Recuerdo bien los años 80 en esta ciudad dividida. Vivir ese momento y a la vez la confrontación con la compleja herencia alemana fue esencial para mí, para crear mi misión como artista y abrir el diálogo sobre el pasado”, relata.
«Me siento una ciudadana del mundo y eso se refleja mis conciertos»
A partir de esos años se aventuró en otras culturas y otros repertorios. Después de las canciones de Weill y Brecht, de los Berlin Cabaret Songs, de las canciones de Dietrich antes y después de Berlín, descubrió el gran capítulo de la chanson française y, como describe ella misma, de “los poetas que escribieron música en forma de literatura”.
Vive desde hace 18 años en Nueva York y el mundo de Broadway, el jazz, y ese toque internacional absoluto de la música de la Gran Manzana también le han inspirado enormemente. “Mi alma artística es un vasto mosaico que brilla en muchos idiomas y en muchas imágenes culturales. Me siento una ciudadana del mundo y eso se refleja mis conciertos”, confiesa. Por ello, todo su repertorio se basa en esa experiencia internacional, con dedicatorias específicas a determinados compositores y escritores que le han movido a través del tiempo: su proyecto Bukowski, su proyecto Neruda, su nuevo proyecto Coelho…
“Para encontrar la esencia de mi vida artística basta con mirar en mis composiciones, que llevan mucho del repertorio de la canción francesa pero en una nueva, más individual y contemporánea dimensión. Mis canciones son un reflejo del gran repertorio clásico”, matiza.
«Berlín – París – EE.UU. Ese es mi viaje también»
Entre sus inspiraciones también Béjart, Pina Bausch, Lotte Lenia, Édith Piaf y siempre Kurt Weill, del que se reconoce embajadora desde hace 30 años. Le devolvió a la música en los años 80 con sus grabaciones, lo mantuvo para las generaciones más jóvenes en los 90, de nuevo lo rescató de una forma más contemporánea en la primera década del siglo y ahora trata de mantenerlo vivo “como uno de los últimos dinosaurios”.
“Siempre he tenido la gran responsabilidad de llevar por todo el mundo a este compositor judío, que fue exiliado por los nazis, y contar la historia de su vida como una historia ejemplar. Muchos inmigrantes tomaron ese viaje y padecieron. Berlín – París – EE.UU. Después de todo, ese es mi viaje también”.
De ese viaje parece haber florecido una Ute Lemper que pudiera vivir en una especie de limbo patrio que toma de aquí, de allí, de allá, que canta en alemán, en francés, en inglés, también en español y hasta en portugués. “Cuando vives tanto tiempo en Nueva York te conviertes en alguien muy abierto y maravillosamente multicultural. No me gusta el provincianismo y en Nueva York no existe. Allí hay una gran sensación progresista y liberal que también rechaza el nacionalismo. Me siento europea, bastante neoyorquina, pero nada americana”, certifica.
Su próximo disco parte de una colaboración con el escritor Paulo Coelho en el libro Los manuscritos encontrados en Accra, para el que Lemper escribió la música para nueve capítulos en forma de nueve canciones que espera traer pronto a España. Su estreno mundial será este verano en Spoleto, Italia, y en el Ruhr, en Alemania. Pero de momento, días para escuchar sus maravillosas adaptaciones de canciones de Kurt Weill, Jacques Brel, Friedrich Hollaender y Léo Ferré unidas a los versos de Neruda.