“El verdadero músico no toca instrumentos, más bien a través de un instrumento toca el corazón de la persona. Eso es lo que he buscado siempre y creo que por eso mi pasión es por la música en general más que por el flamenco en concreto. De hecho, hoy por hoy, me gustan muchísimos músicos que no tienen nada que ver”, relata Vasco Hernández.
Tiene una voz dulce, serena, una cuidada melena y le preocupan los detalles. Va cargado con su guitarra al hombro a todas partes y casi la siente como la extensión de sí mismo. De su Andorra natal pronto se fue a vivir a Madrid. Se crió en Tres Olivos, un barrio gitano que hoy se ha convertido Sanchinarro, un barrio muy alejado del que fue en otra época: campo, casas bajas y chabolas, y donde Vasco daría sus primeros pasos en la música prácticamente de forma autodidacta. Hoy se refugia en el azul del mar de San Javier, en Murcia, donde confiesa sentirse en calma y relajado.
Las tardes en Florida Park
El primer contacto que tuvo con la música fue un día en Florida Park, donde trabajaba su padre. Allí vio tocar al pianista del local, le encantó y desde entonces cuando podía se acercaba disimuladamente al piano y lo probaba. “Un día este señor entendió que yo debería estudiar piano o que tenía talento y empezó a venir a mi casa a darme clases gratis hasta que el teclado que me había comprado mi madre se estropeó. Más tarde me llamó la atención la guitarra y comencé a ir casa de mi vecina a tocarla hasta que mi madre me compró una cuando tenía 11 años”, relata.
Su vida gira en torno al trabajo y afirma ser como el ermitaño que está en su guarida trabajando sin descanso. A los 18 años dio el primer concierto con el que ganó dinero, lo que supuso un punto de partida, un comienzo, aunque para él no suponga un inicio profesional porque no ve clara esa diferencia entre tocar por la calle, en los parques, y hacerlo en un local. La música que se interpreta, al fin y al cabo, es la misma.
Luz de otra manera es un disco personal en el que la melodía es la protagonista. Quizás sea precisamente el brillo de la misma y su profundidad su característica principal en contraposición a los flamencos más “rancios”, hablando en términos percusivos. “Mi música se caracteriza mucho por esa parte melódica. Creo que la melodía es la base. Es decir, yo escucho a un músico que toca muy bien, pero si no consigo recordar su melodía…”, deja en el aire.
Vuelta a lo más sencillo
“Creo que soy sincero. No sé si soy yo quién lo debe de decir, pero intento ser sincero conmigo mismo y acorde con lo que soy. Creo que es lo que los músicos deberíamos buscar un poco más porque, aunque suene un poco raro, ya está todo hecho. Tenemos que volver a la base de la música, a sus fundamentos, a una expresión desde lo más profundo de la persona y olvidarnos un poco de todos los tecnicismos o modas”, apunta.
“Todo va lento. Todo es difícil”, y para él muchas veces el flamenco se vuelve sectorial y de cuatro amigos. “Hemos pasado de una etapa en la que el flamenco era música casi perseguida o poco valorada en España a otra en la que los propios flamencos son los que cierran las puertas a los de fuera y critican. A veces proponer cosas nuevas es complicado”.
De gira, y con nuevos temas ya en la cabeza, Vasco Hernández continúa su exploración del flamenco, del giro melódico, de la más simple y sencilla sucesión de sonidos. Mientras, suenan sus Algarabías, su Cal y arena, sus Cuerdas al Aire y su Casa de papel.