¿Qué tipo de escritor se siente Alonso Cueto?
Un escritor al que todo le interesa porque creo que al novelista le debe interesar todo, estar atento a todo lo que pasa, a las distintas situaciones, épocas y tipos humanos pues todo puede convertirse en material narrativo. La novela puede ser un centro de comparecencia y de convergencia de personas que vienen de universos opuestos. Nadie entiende una novela en la que todos se llevan bien, en la que todos son parecidos. La novela como género nace en una época en la que empieza a haber una clase media, una burguesía, un sentido de la igualdad, de equilibrio entre las personas. En ese momento surge un espacio narrativo en el que comparecen personas de diferentes mundos para entenderse o no entenderse, para quererse o detestarse, pero para estar en relación. En general, las novelas nos cuentan historias de gentes muy diferentes que tratan de tener relaciones entre sí.
El conflicto también como eje de su última novela, ¿no es así?
Viniendo del Perú, en donde conviven personas de diferentes etnias, culturas y lenguas, me siento un privilegiado. Vengo de un país de contrastes. También un lugar de conflictos en donde la discriminación, el racismo y otros vicios son asuntos cotidianos. Es un país marcado en su historia por la migración y el conflicto y creo que el conflicto es la materia prima de la narrativa.
Perú es un país lleno de historias precisamente porque es un país lleno de contrastes. Palabras de otro lado tiene que ver con el cruce de culturas, con el cruce de identidades. Es una novela sobre inmigración e identidad. En España, la protagonista descubre que es española y los demás descubren que tienen algo de latinos. Hace mucho que entre los de aquí y los de allá las identidades coexisten y se complementan. Aurora, la protagonista, es una joven abogada de treinta años que vive en Lima. Es una profesional exitosa y lleva una vida apacible. Pero el secreto que le revela su madre en su lecho de muerte la sitúa frente a un abismo al desvelarse que su padre no es la persona que ella creía, con la que se ha criado, sino un español que vive en Madrid. En medio de esa agonía le da un nombre que la instala en el dilema y, después de algunas dudas, decide viajar a buscarlo. La novela es el desarrollo de esa búsqueda. Creo que una novela no debe renunciar nunca a la emoción de la aventura como una revelación.
(A lo largo de la búsqueda en una ciudad que desconoce, la protagonista va a toparse con una serie de personajes que van a acompañarla en una jornada de revelaciones personales y replanteamientos del pasado. Ambientada en Madrid y Barcelona, la novela sigue la aventura de esta joven mujer en los laberintos de su identidad. Poco a poco, cuando se va acercando a la verdad de quién es su padre y de quién es ella, reconoce los fantasmas de su existencia. Provista de humor, suspense y un lenguaje que hurga en el inconsciente de los personajes, Palabras de otro lado es una historia de nuestro tiempo. Aurora es latinoamericana, es peruana y también española. Es joven y al tiempo está abrumada por su pasado. Es una migrante que no sabía que lo era…)
Ha señalado usted que lo autobiográfico planea sobre este libro. ¿En qué sentido?
Sí. En cierto modo todo esto tiene que ver con mi vida porque yo llegué a vivir a España a los 22 años, en 1977, y en la novela he reproducido algunas de las experiencias que tuve cuando vine a Madrid. Y en segundo lugar, porque el tema del padre siempre ha sido para mí muy recurrente porque perdí al mío a los catorce años y pensaba que había superado ese trauma, que en cada caso puede ser más o menos traumático, pero en el mío lo fue de una manera muy profunda.
Escribir una novela es conversar con lo más profundo de uno mismo, con lo más esencial de ti mismo. Y me doy cuenta de que el tema del padre sigue circulando en mi inconsciente. La idea de la búsqueda del padre, de la persona que migra y se encuentra con una cultura parecida y distinta al mismo tiempo, la idea de contar una historia como una aventura del personaje tiene que ver con mi propia aventura.
¿La inmigración es una cuestión que le interesa especialmente?
Hoy vivimos en la era del migrante. En la era del que sale de un país y se instala en otro, del que sale de una lengua y tiene que instalarse en otra. Es algo imparable y, en cierto modo, Aurora ya nace como una migrante y no lo sabe. Cuando me otorgaron el Premio de Narrativa Juan Goytisolo me hizo mucha ilusión porque él anticipó estos temas. Se ve en obras suyas como Juan sin tierra o Señas de identidad, en las que está expresada la experiencia que él mismo vivió. La tensión entre su país y su lengua de origen y su país y lengua de adopción. Me siento también por eso muy identificado con el Premio de Narrativa que lleva su nombre.
Ahora hay una serie de reacciones contra los inmigrantes, como es el caso de Trump, que curiosamente parece no darse cuenta de que está casado con una inmigrante y es nieto de inmigrantes. En mi país hay mucha gente que defiende la pureza de la raza indígena mientras lleva puesto un sombrero español, toca una guitarra española o presume de un violín claramente europeo. Y, por otro lado, la tortilla y el gazpacho, por citar dos ejemplos, son emblemas culinarios españoles y están hechos con patatas y tomates, productos que no son de aquí, sino de América. Todo procede de diferentes lugares. Somos una mezcla aunque algunos se empeñen en negarlo.
Aquí en España, el tema de Cataluña es una muestra de un sentimiento antimigración, pero muchos de los que levantan esa bandera son migrantes pues proceden de otras regiones de España. Viven en un sentimiento estrecho y reduccionista atizado durante muchos años por unas campañas educativas y culturales muy sesgadas. Tengo la sensación de que están basadas en mensajes muy pirotécnicos y espectaculares pero tremendamente superficiales. Todo lo que sea nacionalismo, provincianismo, reduccionismo… en mi opinión supone un peligro y una amenaza que va a durar un tiempo, pero que no será para siempre. Pero hay que considerar que la historia no tiene un camino trazado y nunca sabemos qué puede pasar.
¿Es su novela una reflexión sobre la búsqueda?
Una de las metas que más me interesa como escritor es colocar un personaje que vive una situación aparentemente estable, armónica, y poner en riesgo esa estabilidad. A partir de ahí observar cuál es la reacción del personaje ante esa amenaza. En este caso, la búsqueda es la reacción. El personaje decide buscar una respuesta ante una revelación inesperada. Al final de todas esas indagaciones hay una pregunta fundamental: ¿Quién soy yo? Que es en el fondo la pregunta que se hace toda novela. Partiendo de que no hay nada más difícil que contar una buena historia. Por el contrario, no hay nada más fácil, entre comillas, que escribir bien. Hay manuales para escribir con corrección, con lustre e incluso con belleza. Pero dosificar una historia, plantar las semillas de algo que atrape, dosificar la intriga y la tensión, manejar las expectativas y construir una estructura de la aventura es lo más difícil. Creo que en la actualidad no están suficientemente valoradas estas características porque todavía vivimos en una época en la que el aburrimiento tiene mucho prestigio. El aburrido es considerado interesante y por lo tanto valioso. Pero en el siglo XIX, que es el gran siglo de la novela, era imposible que se considerase como aceptable una novela aburrida. Pero hay que luchar contra eso pues no ha cambiado esencialmente una función constante de la literatura que es la alegría de contar. Lo que seguramente hacía el hombre primitivo cuando volvía a su cueva y narraba las peripecias del día.
Hablando de historias… ¿cuáles le han impactado como génesis de lo que escribe?
Cuando escribí La hora azul influyó lo que un amigo me contó sobre un general en Ayacucho durante la guerra con Sendero Luminoso que se enamoró de una prisionera y la mantuvo en su cuartel hasta que ella escapó. Era un general que tenía la fama de ser el más duro, el más cruel e inflexible… pero el amor hacia aquella joven le pudo. Me pareció muy interesante esa mezcla entre lo cruel, lo frío, lo implacable y la vulnerabilidad del amor.
Otra historia que me conmovió fue la de Vladimiro Montesinos, que era un corrupto absoluto que sobornaba a los jueces para que le favorecieran, hasta que se encontró con uno, César Díaz Gutiérrez, que se negó a aceptar el soborno, ante lo que Montesinos mandó que lo torturasen y lo asesinasen. Y lo hicieron.
La tercera historia que quería mencionar es esta de Palabras de otro lado, que aunque pueda parecer un culebrón es algo que ocurrió en realidad. Los culebrones pueden parecer excesivos pero también son parte de la vida. Lo melodramático y la cursilería también son vida. Uno nunca termina de sorprenderse. Pero para mí lo más interesante es que los personajes con los que uno convive son gente que uno no entiende del todo. Tanto como lector como cuando escribo me topo y me interesan personajes que no entiendo. Cuando uno entiende del todo a alguien deja de ser interesante porque ya no hay nada que explorar ni que descubrir. Cuando tú te enamoras de alguien lo haces porque no lo entiendes. No sabes ni entiendes quien es esa otra persona. Las zonas misteriosas de los personajes me interesan mucho como escritor. Uno escribe sobre cosas que no sabía que le preocupaban y te das cuenta de que te preocupan cuando las has escrito. Los lectores a menudo cuando leen descubren quiénes son porque descubren aspectos de la vida, de sus vidas, que los desconciertan porque estaban ocultos muy íntimamente. En ese sentido dime cuáles son tus héroes o tus libros preferidos y te diré quién eres.
(Y así, reflexivo y analítico como lo es el tuétano de su literatura, Alonso Cueto se encamina hacia su próxima obra, la que ya ha iniciado su camino indagando en el interior de otros personajes en conflicto).