A la serie de premios con la que ha sido reconocida, entre los que se cuenta el Montesquieu en Francia, añadió recientemente el Antonio de Sancha, que le ha otorgado la Asociación de Editores de Madrid por su compromiso con el mundo de la cultura y por su destacado papel en la defensa del libro. El primer reconocido con este galardón fue, en 1997, el ex ministro de Cultura francés Jack Lang. Entre su nómina de premiados figuran también los escritores Francisco Ayala, Mario Vargas Llosa y Amin Maaluf, la actriz Núria Espert, el investigador Juan Luis Arsuaga, el ex alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, el periodista francés Bernard Pivot y el profesor Gregorio Peces-Barba.
Preocupada por el fanatismo, Carmen Iglesias apela a la responsabilidad de quienes hablan en público. «Mentir parece que no tiene peaje», lamenta quien casi en cada frase dejar un titular.
Vayan por delante algunas muestras: «Se lee como se respira». «En España muchos consideran que la cultura es un adorno». «Muchos son también los que no conciben pagar por ella». «Es nefasta la idea de aldea en la que algunos se empeñan». «Es preocupante la tendencia totalitaria que desde determinados ámbitos interesados se pretende imponer en Cataluña». «Hay hechos en la historia que no pueden estar sujetos a interpretación». Y más… Desde el sentido común, el conocimiento y la experiencia; mucho más.
Afirma usted que no se recuerda lejos de los libros…
El amor a la lectura está unido a mí desde siempre. Efectivamente, no me recuerdo fuera de los libros. Se lee como se respira. No podría haber sobrevivido sin los libros, sin el conocimiento y sin la lectura. Me gusta recordar aquella frase en la que Umberto Eco dice que si Dios existiera, sería una biblioteca. La lectura produce un enorme placer, pero también puede provocar desasosiego. Los libros son tan diferentes y nos abren tantas expectativas… nos hacen entender el mundo y nuestras vivencias. Ese mundo abierto de los libros es el primero de los placeres que provocan, pero también hay que valorar el placer de comentarlos con los demás. Por una parte, la soledad que se precisa para leer y la capacidad de aislarse que hace que puedas leer en cualquier momento y en cualquier sitio y, por otra, el placer de socializarse y comentar tus lecturas con otras personas.
¿Con qué se quedaría si tuviera que elegir uno de los ámbitos de su labor?
Desde luego con la investigación. La investigación supone la lectura, es hacer un proyecto, es involucrar posteriormente a más personas. En mi caso, esa investigación se plasmaría no sólo en los libros, sino en las exposiciones que he hecho. En las exposiciones se sufre mucho, pero también he disfrutado muchísimo. Da mucha alegría que algo que planeas sobre un papel se convierta en realidad y provoque que la gente lo pueda disfrutar.
Naturalmente la docencia es también una actividad maravillosa. Una aprende siempre de los alumnos, que te preguntan y te plantean cuestiones que en solitario seguramente tú no te habrías hecho. En realidad se aprende enseñando. Se aprende con los otros.
Por cierto, entre sus muchos alumnos figura el actual Rey de España. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
Fui profesora de historia y ciencias sociales del Príncipe de Asturias no sólo los cinco años de carrera que cursó en la Universidad Autónoma de Madrid, desde 1988 hasta el final de sus estudios universitarios, sino que continué siéndolo hasta 2005 en un seminario específico de historia. Ha sido la única clase privada que he dado en mi vida y tengo que decir que me encontré con un interlocutor con verdadera curiosidad, que se emocionaba cuando podía tratar algunos temas que él ya conocía, pero que podía abordarlos con mayor riqueza y profundidad. Fue una experiencia importante para mí y de la que siempre me he sentido muy satisfecha.
«En España muchos consideran que la cultura es un adorno, algo superfluo»
¿Qué supone para usted que le haya sido otorgado el Premio Antonio de Sancha?
Me emociona porque al ser un premio que se otorga desde la sociedad civil no hay el riesgo de intervención de quienes desde la Administración señalan a candidatos que les gustan más. Es un premio limpio y eso me emociona. Además, el que lleve el nombre de Antonio de Sancha, que es uno de los ilustrados españoles más representativos de nuestra Ilustración del XVIII, que estaba compuesta por una serie de personas con las que nos podríamos identificar nosotros mismos (funcionarios públicos de la época, profesionales médicos, profesores, etc.), que hacían su trabajo con ese perfeccionismo característico de De Sancha, hace que sea para mí un auténtico honor el que me haya sido otorgado.
Le ha sido concedido por su defensa de la cultura. ¿Cuáles son los enemigos, las cuestiones que hoy, en mayor medida, amenazan a la cultura?
Para empezar, la banalidad. También la pérdida de ciertos valores culturales que no son medibles. La cultura es algo intangible. Me irrita que la cultura sea para algunos que pueden tomar decisiones, políticas por ejemplo, algo superfluo. La cultura no se paga; la cultura siempre es gratis. Ni siquiera se tiene en cuenta el pago simbólico. Se tiene esa sensación de que es una cosa menor, algo que no sucede en Francia, por citar un ejemplo. Es una cuestión de educación desde la infancia. Muchos consideran que la cultura no tiene valor más que como un adorno.
¿Considera que la educación actual está mejorando la visión que sobre la cultura se tiene en España?
Es verdad que el grado de alfabetización ha sido muy amplio, pero a cambio de una superficialidad muy peligrosa. Hay una banalidad muy grande con respecto a la cultura. Creo que se ha mejorado en extensión, pero no en profundidad. Además, con la parcelación que se ha hecho en las Comunidades Autónomas en el campo de la historia, de la lengua y de la literatura se ha producido una clara tergiversación. Una banalización en toda regla. No se ha profundizado en que es más fácil que una persona que no es culta caiga en el fanatismo, aunque lamentablemente no es una vacuna total, pues hemos tenido una experiencia espantosa en el siglo XX, como es que uno de los países más cultos de Europa, como Alemania, vivió todo lo que sabemos en relación con el nazismo.
¿Qué papel otorga como vehículo educativo e incentivador de la lectura a las nuevas tecnologías?
Soy una partidaria total, si se puede decir así, de las nuevas tecnologías. La historia tiene muchísimos ejemplos que demuestran cómo cada nuevo invento tecnológico ha provocado una conmoción en el sentido de verlo como una especie de apocalipsis que después no era tal, sino todo lo contrario.
Conviene derribar algunos mitos. La realidad es que los buenos lectores, los lectores apasionados, siempre han sido minoría. Todo el mundo no tiene por qué tener la misma pulsión hacia las mismas cosas.
«Es preocupante la tendencia totalitaria que desde determinados ámbitos interesados se pretende imponer en Cataluña»
Usted que es colaboradora en medios de comunicación, ¿cómo ve el nivel de la información en España?
Creo que el nivel de nuestra información es mejorable, y si lo cotejamos con el de otros países, como Francia o Estados Unidos, el nuestro es más bajo. No me refiero tanto a los medios escritos como a la televisión, que sin duda nos distrae mucho y aporta lo suyo, pero también banaliza mucho. El igualitarismo por abajo ha sido malo. Tiene que existir una élite cultural que arrastre a los demás porque, como ya he dicho, no todo el mundo tiene por qué tener el mismo nivel. Ese igualitarismo no es bueno. Lo digo y sé que eso puede ser malinterpretado, pero me siento en la obligación de manifestarlo. Algunas veces y en algunos temas vemos que los grandes grupos de información manejan la situación. Lograr la libertad de expresión en todas las situaciones es siempre algo costoso, incluso en las democracias más establecidas. No se le puede pedir a la gente que hace información que sean héroes, aunque se agradece mucho cuando lo son. La democracia exige un lucha continua en ese sentido. En ese panorama los medios de comunicación españoles creo que se esfuerzan y aprovechan los resquicios de libertad necesarios para que conozcamos gran parte de la realidad.
Y como historiadora, ¿qué piensa de lo que está ocurriendo en Cataluña?
Vengo escribiendo y denunciando desde hace mucho tiempo que es evidente la tergiversación de la historia. Hace tiempo, cuando fui al Museo de Cataluña, en Barcelona, me quedé impresionada de que allí se contaban hechos que, simplemente, no eran ciertos. Eso se ha dicho por activa y por pasiva, casi siempre desde fuera porque desde dentro o se han convertido en historiadores orgánicos o han tenido que salir de allí. Como historiadora considero que estamos viviendo un fracaso. Es algo que está presente en casi todas las comunidades, no tanto la tergiversación, como la importancia que se otorga a unas cuestiones en detrimento de otras de mayor calado. Ha sido un mal general esa compartimentación. El volver a la idea de tribu, a la idea de aldea que se limita a afirmar «lo nuestro es lo mejor». En el momento en que por sistema se diferencia entre lo «nuestro» y lo de «los otros» estamos ante un problema grave.
Me dedico también a ciencia política, pero no soy politóloga. Pero desde mi perspectiva me preocupo de Cataluña, de todo el proceso, del fanatismo. Eso de «ellos» y «nosotros». Ese carácter excluyente. Esa tendencia totalitaria que existe en todo nacionalismo, como la historia ha demostrado y que en Cataluña se está produciendo. Esto tiene una demostración muy clara en el tema lingüístico. Como directora de la Real Academia de la Historia he recibido invitaciones enviadas desde la Generalitat en catalán, en inglés o en francés, nunca en español, el español que hablamos más de 500 millones de personas. Esa política lingüística perjudica sobre todo a los más desfavorecidos, porque las clases medias, y no digamos las altas, ya procurarán que sus hijos vayan a sitios en los que aprendan de verdad una lengua como la española. Las lenguas no son excluyentes; no pueden ser excluyentes. No es incompatible el aprendizaje de la lengua en la que has nacido con la lengua común que no se impone por la fuerza. Todos queremos saber inglés, aunque nadie nos lo imponga. Nos lo impone la movilidad social. Privar a la gente de esa lengua común, de esa movilidad social, es una tendencia totalitaria inaceptable. Una de las cosas que más impresiona de los totalitarismos del siglo XX es esa tergiversación del lenguaje. Si le añadimos algunos delirios que modifican hechos incuestionables de la historia, como el lugar de nacimiento de algunos personajes, hace que el tema resulte patético. Las tendencias totalitarias son muy preocupantes. Muchas veces la historia nos hace pensar que algo es tan absurdo, tan absurdo, que no puede pasar. Pues va y pasa. Por eso hay que estar alerta.
Se ha comentado el propósito de modificar algunas entradas del Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia, como la dedicada a Franco. ¿Es así?
El Diccionario Biográfico se editará online desde marzo del próximo año. La crisis ha afectado mucho a instituciones como la Real Academia de Historia. Eso ha exigido que pongamos orden en algunos aspectos que seguían las sinergias de los tiempos de las “vacas gordas”. Hemos tenido que ajustar algunas partidas, pues no se puede gastar más de lo que se ingresa. Dicho esto, estamos muy ilusionados con la digitalización de varias cosas, con el proyecto de abrir la Academia al público, cuyo soberbio edificio, que es del arquitecto Villanueva, fue la primera construcción ignífuga que se construyó en España. Se concibió con cortafuegos, pues se hizo para contener los libros de los poderosos frailes Jerónimos de El Escorial. En la actualidad albergamos más de 600.000 libros.
Y, por supuesto, estamos muy ilusionados con el Diccionario Biográfico, en el que han intervenido más de cinco mil historiadores profesionales que han hecho un trabajo extraordinario. Aquellas entradas que precisan revisión son mínimas, un porcentaje ínfimo del 0,046% del total. Esas se actualizarán y se corregirá lo que sea preciso. En ese caso está la de Franco.
[1]Carmen Iglesias
Nacida en Madrid el 16 de marzo de 1942, Carmen Iglesias Cano es académica de número de la Real Academia de la Historia desde 1989 y presidenta de esta institución desde diciembre de 2014. También es académica de la Real Academia Española, desde 2000, ocupando el sillón E, vacante tras el fallecimiento de Gonzalo Torrente Ballester, y de la Real Academia Europea de Yuste.
Catedrática de Historia de las Ideas y Formas Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y de Historia de las Ideas Morales y Políticas de la Universidad Rey Juan Carlos, ha sido directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Durante su mandato coordinó y prologó la obra Símbolos de España, que recibió el Premio Nacional de Historia de España en 2000. Entre 1996 y 2004 fue Consejera del Consejo de Estado.
En su amplia labor como docente fue profesora de Historia y Ciencias Sociales del actual Rey de España y tutora universitaria de la Infanta Cristina entre 1984 y 1991.
Especialista en historia moderna europea y española y en temas de historia y filosofía política de distintas épocas, es autora de más de doscientas publicaciones, siendo obras de referencia a nivel mundial sus tratados sobre Rousseau, Montesquieu y Comte, y sus estudios sobre los sentimientos nacionalistas o sobre la Ilustración norteamericana.
Ha comisariado numerosas exposiciones históricas, como la de Carlos III y la Ilustración (Madrid y Barcelona, 1988); España fin de siglo. 1898 (Madrid y Barcelona, 1998); Veinte años de la Constitución Española 1978-1998 (Congreso de los Diputados, 1998); Ilustración y proyecto liberal. La lucha contra la pobreza (Zaragoza, 2001); Un siglo de cambios (Biblioteca Nacional. Madrid, 2003); El mundo que vivió Cervantes (2005 y 2006, Madrid) o La Lengua y la Palabra. Trescientos años de la Real Academia Española (Madrid, 2013 y 2014).
Entre sus numerosos reconocimientos se cuenta la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, la Ordre des Palmes Académiques y el Premio Internacional Montesquieu, ambos otorgados en Francia, y el Julián Marías de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales.
Colaboradora habitual de distintos medios de comunicación, ha sido presidenta del Grupo Unidad Editorial entre los años 2007 y 2011.
Miembro de Patronatos y Consejos Asesores de distintas fundaciones e instituciones nacionales y extranjeras como Patrimonio Nacional, Museo del Prado, Consejo España-México y Foro Iberoamérica, fue nombrada en 2010 Cronista Oficial de la Villa de Madrid y otorgado el título de Condesa de Gisbert, «por su intensa y brillante labor académica y docente».
En diciembre de 2014 fue elegida directora de la Real Academia de la Historia, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo.