Es una autoridad en las grandes leyendas del pop francés. Suyas son las mejores biografías en español de Serge Gainsbourg y Johnny Hallyday. Es el culpable de que por estos pagos podamos leer las memorias de Françoise Hardy y los diarios de Jane Birkin; estos últimos en Monstruo Bicéfalo [1], la editorial con la que desde su aparición el año pasado Cabrerizo se ha propuesto hacernos felices a unos cuantos aunque sea con una novedad al año. Tanta sabiduría sobre la canción gala o la italiana no la da Google ni la última versión de inteligencia artificial: no hay más que escucharle en su ya veterano programa radiofónico Psycho Beat! para hacernos una idea de que lo suyo no se aprende la noche antes ni el fervor es impostado.
Siendo como es historiador del cine y hombre de carcajada rotunda, lo natural es que un día temprano recalara en la “revista más audaz para el lector más inteligente”, abarcando el repaso más completo a la peripecia de La Codorniz y profundizando en satélites más o menos cercanos a la mítica publicación como Tono, Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela o Conchita Montes. Así que buena parte de la Otra Generación del 27 sí tiene que la escriba y la escriba bien.
Viene Cabrerizo de una inmersión en toda regla en el policiaco italiano para seleccionar 25 joyas del género en un ciclo y un libro para el Festival de San Sebastián y la Filmoteca Vasca, que abarca desde Obsesión de Luchino Visconti de 1943 a Última noche en Milán del año pasado dirigida por Andrea Di Stefano; un género tan impregnado de las convulsiones políticas de la época que es una oportunidad que nuestro hombre no deja escapar para contarnos una historia de Italia desde un prisma alternativo. Pero toca empezar por su última criatura disponible en librerías, María Dolores Pradera. Déjame que te cuente [2].
– María Dolores Pradera o la demostración de que el verdadero carisma trasciende épocas y géneros.
Totalmente. Buscando documentación encontré, por ejemplo, una entrevista con Albert Pla, que pertenece a un mundo tan distinto al de ella y que también la reivindicaba. Al final ella terminó ganando la batalla. En los años 70, 80, 90, cuando no está de moda la tradición de música sudamericana, ella se mantuvo firme y terminó haciendo de puente con el nuevo milenio, cuando se vuelve a cantar en castellano. En eso fue casi un ejemplar único. Músicos por Bunbury o Quique González han declarado su admiración sin límites. En Francia, por ejemplo, figuras similares tienen múltiples biografías, mientras que aquí son olvidadas. Además, su discografía es difícil de localizar y no está bien acreditada. Gracias a su hijo Fernando y en el año de su centenario, hemos accedido a su lado más personal, que siempre mantenía reservado.
– En esta inmersión en su vida y obra, ¿le ha sorprendido algo especialmente?
Sorprende especialmente lo mucho que se recuerda su vínculo con Fernando Fernán Gómez. Ahora, con la promoción del libro, todo el mundo me pregunta por ellos como pareja. El matrimonio se separó a finales de los años 50. No se volvieron a ver hasta el año 80, en la boda de su hijo. Y es curioso que no se vieran en Madrid porque frecuentaban el mismo ambiente. Lo cierto es que se convirtieron en algo tan icónico que los terminas asociando. El enamoramiento fue inmediato y tenía que ser así precisamente porque, en aquella España, dos personajes tan marcianos como ellos estaban obligados a conocerse. No pasaban inadvertidos. María Dolores solía recordar que Lola Flores y Paco Rabal los tomaron al principio por hermanos en sus primeras apariciones por el Café Gijón. Trabajaron juntos en dos películas de culto que cada una a su manera se salieron del cauce habitual de las cintas de la época, caso de Embrujo de Carlos Serrano de Osma en 1946 y Vida en sombras,aquí como protagonistas, de Lorenzo Llobet en 1949.
– ¿Cree, por cierto, que está pendiente la gran biografía que abarque la parte más personal y las múltiples facetas artísticas de Fernando Fernán Gómez?
Hay libros que están muy bien como el de José Luis Castro de Paz que publicó Cátedra, pero abordar, al menos como se hace en otros países, una figura de la estatura de Fernán Gómez está pendiente. Hablamos también de una obra tan sumamente extraordinaria que da un poco de vértigo ponerse con ello. Requiere años de trabajo y es complicado que tanto esfuerzo compense económicamente. Es una lástima porque Fernán Gómez es una de esas personalidades bigger than life que además te articula toda la cultura del siglo XX, que si en vez de ser española fueran francesa o americana, estaría mucho más estudiada y tendríamos una biografía canónica de miles de páginas.
– Hablando de Fernán Gómez, tenía él fama, bien merecida y acreditada, de ser un conversador deslumbrante fuera del foco. Parece que María Dolores tenía también ese don, ¿no?
Así es. Todos coinciden en señalar que era muy brillante, con un sentido del humor tremendo, una conversación rapidísima, con mucho anecdotario que hemos reflejado en el libro. Es una mujer punto de encuentro de multitud de cosas interesantes del siglo XX, una artista que conoció personalmente a Édith Piaf cuando ella empezaba en el mundo de la canción.
– Pues casi tan icónica para la canción francesa como la Piaf es Jane Birkin aunque naciera en Londres. Sus diarios (Munkey Diaries. 1957-1982 [3]) protagonizan el primer libro de la editorial que puso en marcha el año pasado. ¿Tendremos novedades pronto?
El objetivo es sacar nuevo libro en otoño. La idea es poder cuidar y mimar cada novedad. La editorial tiene una intención pop muy centrada en el cine y la música. Son libros de nicho pero con el tamaño suficiente para que, espero, la editorial pueda subsistir y seguir lanzando obras en las que se ha cuidado hasta el mínimo detalle, maquetación, portada…
– De otro icono, éste español, Loquillo, firmó en 2022 su biografía oficial [4]. Se cumplían entonces cuarenta años de carrera del cantante. ¿Cómo fue la experiencia?
Todo un reto, un desafío enorme, dado el recorrido y la complejidad del biografiado. Una de esas personas, para alguien de mi generación, que siempre ha estado ahí, que he crecido con él. Mi primer recuerdo de crío es escucharle cantar Esto es no Hawaii en el programa de radio de Jesús Ordovás. En fin, fue la posibilidad de acceder, sin límite por su parte, a cualquier persona de su entorno en el pasado o en el presente. Fue poder trabajar durante cuatro años, coronavirus de por medio, con alguien que, teniendo como tiene una personalidad tan sumamente impulsiva y explosiva, es también un tipo que sabe reflexionar y recapacita siempre mucho las cosas; tremendamente minucioso, capaz de leer varias veces el libro antes de entrar en imprenta por si hubiera algún error que, por nimio que fuera, debía ser corregido. El Loco había leído mi biografía de Hallyday y pensó que podía preparar la suya asumiendo que era posible que quisiera contar cosas que él no quería recordar o que le iban a resultar incómodas. Finalmente aceptar eso por su parte fue, sin duda, un rasgo de inteligencia.
– ¿Hallyday fue otra pasión adolescente?
No. Es un descubrimiento posterior pero que provoca el tipo de shock que solo tienes en la adolescencia, esas pulsiones que ya te acompañan toda la vida. Fue de las figuras fundamentales de la música europea del siglo XX, personaje también muy complejo, con muchas idas y vueltas, que nunca lo he tenido del todo fácil tampoco.
– La biografía de Hallyday –Johnny Hallyday: a toda tralla– la escribe en solitario pero tiene varios trabajos, los centrados en el cine, que firma a medias con Santiago Aguilar. ¿Cómo es ese trabajo en pareja?
Son dos maneras diferentes de afrontar la tarea. Con Santiago tengo muchos temas de interés común y trabajo muy cómodo con él porque llevamos muchos años colaborando juntos. Primero he de decir que hay una mecánica puramente física: yo trabajo de noche y él, de día. Él se va recogiendo a partir de las ocho, momento en que me cuenta lo hecho y me lo manda. A partir de ahí empiezo yo revisando lo escrito y ampliando hasta muy entrada la noche. En cierto modo, con horarios tan complementarios vamos rápido porque la maquinaria no se para. Nos repartimos el trabajo teniendo en cuenta los puntos fuertes de cada uno. Lo importante para funcionar así es quitarte el ego de encima. Es saber que, para remar juntos de la mejor manera posible, nos vamos a criticar sin piedad y que no cabe sino dejar el orgullo personal a un lado. Cuando damos con una veta que nos interesa particularmente, que no tenemos muy transitada, empezamos a intercambiarnos, libros, películas, documentación… Ese es el principio.