En unos tiempos convulsos para la profesión, la voz de Cruz se alza potente en Un golpe de vida (Alfaguara), un relato autobiográfico ligado a una extensa labor desarrollada en el diario El País, en el que trabaja desde su fundación en 1976. Sin olvidar que entre 1992 y 1998 dirigió la editorial Alfaguara y que posee una dilatada trayectoria literaria que le ha hecho merecedor de premios como el Azorín de novela, el Canarias de Literatura y el Nacional de Periodismo Cultural.
«Mis sueños –afirma Cruz– tienen muchas veces el nombre del periodismo; este oficio va en mis pies, ocupa mi cerebro, conduce mis sensaciones, no soy de otra materia. Si duermo me despierta el periodismo, y si decaigo el periodismo me pone otra vez a trabajar; el periodismo es la alegría y también un suspiro mortal, una despedida. El oficio invencible. Para mí también el oficio inevitable».
Se advierte pasión por todas partes en Un golpe de vida, ¿estamos ante una declaración de amor?
Creo que es una declaración de amor a la vida. El periodismo me ayudó a vivir, me hizo persona. Seguramente hubiera sido un buen dependiente de repuestos de automóvil, pero el periodismo me llevó al mundo. Me hizo un ser humano colectivo y alguien preocupado por lo que pasaba por esos mundos. Le tengo al periodismo una enorme gratitud. Aparte de a una serie de personas que son y han sido fundamentales en mi vida, le tengo gratitud casi sin límites a tres cosas: al periodismo en general, a la radio y al fútbol. Esas tres cosas han estado conectadas con mi vida a lo largo de toda mi existencia. El periodismo por lo que es obvio y cuento en alguno de mis libros, también en este último Un golpe de vida. A la radio porque me descubrió la sintaxis y me abrió los ojos al mundo. Yo era un niño que estaba en cama en un lugar apartado de Tenerife y la radio fue un aliado esencial. Y al fútbol que me entró por la radio y lo primero que hice fue escribir de fútbol. Le tengo una enorme admiración al fútbol como juego, como actitud vital. Ahora está distorsionado, evidentemente, porque ahora es un show, pero la esencia del fútbol, igual que la del periodismo, es inacabable. Si no existiera el periodismo la vida sería peor y ahora la vida es peor porque el periodismo está en crisis.
A estas alturas de su carrera, ¿qué es el periodismo para Juan Cruz? ¿Está desencantado?
No, no estoy desencantado en absoluto. Creo que tenemos que mejorar la imagen del periodismo. Esta profesión tiene unos elementos que son insoslayables como son la verificación, el contraste, la credibilidad, la relevancia… los periodistas no debemos hacer opinión sino basada en hechos; no podemos hacer análisis, sino basado en hechos, no podemos inventar. Nuestro oficio está obligado a una serie de circunstancias. Ahora el periodismo está amenazado por otros hábitos que parecen periodísticos y proceden de las redes sociales que hacen que la gente crea que se puede decir cualquier cosa e inventar contenidos informativos. Se confunden las redes sociales con el periodismo cuando solo son comunicación, y se recurre a invenciones para adornar la información o la opinión y eso está dañando el periodismo. Ahora bien, recientemente he estado dando clases a chicos de primero de Periodismo en la Universidad de La Laguna y están persuadidos de que los elementos que he mencionado son esenciales e insustituibles. No doy la batalla por perdida. El hecho de que ahora parezca más importante el periodista que grita o el que inventa o el tertuliano que el periodista que está buscando información para publicar sus artículos o sus reportajes o crónicas es, simplemente, un signo de los tiempos. Espero que nuestra actividad sea lo suficientemente fuerte como para impedir que esto sea un modo de ser del oficio en el futuro. Lo tenemos difícil, pero las tareas realmente difíciles son las más interesantes de abordar.
¿Comparte la idea de que el periodismo, antes que un oficio o una profesión, es una forma de ser?
Ahí está la famosa frase de Richard Kapuscinski: «Los cínicos no sirven para este oficio». No sirven para este oficio los que dan por hecho lo que el otro le va a decir y lo interrumpen. No pueden ser periodistas los que consideran que los hechos no son relevantes sino las opiniones. No puede ser periodista el que ignora que si no contrastas una historia esa historia no de puede publicar. No puede serlo el que propala rumores y no puede ser periodista el que insulta al otro. De modo que tenemos claro lo que es el periodismo y quien es periodista.
¿Qué quiere decir cuando afirma que el periodista carece de edad?
Me refiero a que la curiosidad no se pierda. Muchas veces te decepciona lo que ocurre y lo tienes que contar, pero tienes que tener siempre curiosidad por lo que va a pasar al día siguiente, por lo que ha ocurrido y por todos los detalles de lo que ha ocurrido. Preguntar, porque preguntar no acaba nunca. Por eso digo que periodismo es un niño preguntando. Cada vez que muere un periodista algo del oficio sucumbe porque cada periodista de verdad contribuye al oficio con un bagaje de curiosidad que es inacabable. Compañeros como Miguel Ángel Bastenier o Joaquín Prieto siguieron escribiendo a pesar de que sus enfermedades les advertían que el mundo se cerraba para ellos.
¿Cómo casan, si lo hacen, periodismo y literatura?
No tienen nada que ver. Cuando yo escribo en El País está el periodista que allí escribe. No puede utilizar la primera persona a no ser que él muerda al perro. Tengo claro que en El País soy un periodista. Cuando escribo libros narro todo lo que veo y me pasa. Cuando haces ficción es otra cosa completamente distinta. Creo que es fundamental tener eso muy claro. Es preciso asumir que periodismo y literatura son dos cosas completamente distintas.
¿Periodismo y democracia tienen que ir de la mano?
El periodismo fue clave para la democracia española. El periodismo nos tiene que agarrar trabajando. A lo mejor la literatura te puede agarrar soñando. La democracia contó con la complicidad del periodismo. No porque fuera complicidad como tal, sino que la esencia del periodismo es la esencia de la democracia. Por ello, por ejemplo, la beligerancia actual del New York Times o el Washington Post con Donald Trump. La razón es que estos dos magníficos periódicos ven que con personajes como ese la democracia está en peligro. Un periódico no se puede utilizar para poner en peligro la acción de la justicia. Los periodistas tenemos que actuar contra eso instintivamente. Nuestro oficio procede de instintos.
En Un golpe de vida habla usted del «olor a viejo» del periodismo, ¿a qué se refiere?
Considero que el nuestro es realmente el oficio más viejo del mundo. Desde el principio del mundo alguien llega y dice algo, y otro alguien se pone a investigar si es cierto. El periodismo tiene que oler a viejo, pero eso no es algo peyorativo, sino real. Como alguien ha dicho: «Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente». Eso es o debe ser el periodismo.
Periodismo en papel, periodismo digital…
Los dos van a convivir. Espero que el digital y el papel confluyan en la credibilidad. Que los periódicos digitales sean siempre creíbles, que no se contaminen del ambiente de las redes sociales y que no frivolicen los contenidos. Que no mezclen lo frívolo con lo serio. Una contaminación que, desgraciadamente, se está produciendo en periódicos importantes del mundo.
¿Con qué tres palabras o conceptos asociaría el periodismo actual al que debemos aspirar?
Contraste, comprobación y relevancia. Hay que reivindicar la lentitud del periodismo. No es mejor antes, si es malo. Es mejor después si es bueno. Eso deberían asumirlo muchos directores y redactores jefe.
No desperdicia ocasión de comentar que se ha pasado la vida preguntando. De todas las personas a las que ha preguntado, ¿quienes le impactaron más y por qué?
Son muchas pero por citar solamente a tres hablaría del cineasta Ingmar Bergman, porque fue un personaje inesperado. Pensé que era un hombre triste y soñoliento pero era una persona muy simpática, realmente genial. Francis Bacon porque fue muy duro y su entrevista rozó lo esperpéntico, y Juan Carlos Onetti, porque era como en sus libros, un individuo excepcional.
¿Por qué debemos acercarnos a Un golpe de vida y cómo animaría a los jóvenes a ejercer el periodismo?
Quien se anime a leerlo encontrará el retrato de un ser humano que es periodista y no puede defenderse ni de lo humano ni de lo periodístico. Soy una persona que contiene esos dos instrumentos de vida: lo humano y lo periodístico. Me paso la vida hablando de periodismo y ni me canso ni me arrepiento.
En cuanto a no desanimar a nadie les recordaría que en medio de la Segunda Guerra Mundial, Albert Camus dirigió Combat, un periódico. Un día reunió a toda la redacción para felicitarles por un determinado número de la publicación e hizo un brindis: «Vale la pena vivir para este oficio». Estoy convencido de ello.