Los relatos de Katherine J. Chen se han publicado en The New York Times, Los Angeles Review of Books, Literary Hub y en la antología de ficción histórica Stories from Suffragette City. Cursó un máster en Historia del Arte en la Universidad de Boston, donde también impartió clases y fue galardonada con el premio de narrativa Florence Engel Randall. Juana de Arco, editada en España por Destino, es su segunda novela.
[1412. Francia está sumida en una guerra perdida contra Inglaterra. Mientras el país se hunde en el campo de batalla y la hambruna azota las calles, su rey permanece escondido en la corte. De la pequeña aldea de Domrémy surge una joven capaz de cambiar el curso del combate y de llevar a los franceses a la victoria, una mujer cuyo nombre resonará a lo largo de los siglos].
En manos de Chen, el mito de Juana de Arco se corporeiza en una mujer temeraria, brillante y con voluntad de hierro. Desafiando las convenciones sociales de la época, la joven campesina logra alcanzar los más altos círculos de poder y liderar al ejército francés. Sin embargo, con los primeros destellos de gloria queda patente que Juana representa una amenaza y aquellos que la encumbran terminarán contribuyendo a su condena.
Juana de Arco es un personaje histórico muy escurridizo, afirma la autora de su nueva y documentada biografía. «Aunque sabemos de ella, realmente nadie la conoce bien. Porque cuando recordamos a la santa y a la mártir nos la imaginamos siempre en la hoguera y nos olvidamos de la mujer llena de vida que cabalgaba a lomos de un caballo hacia la guerra, que comandaba un ejército y que amedrentó a los invasores ingleses hasta el punto que llegaron a creer que mientras ella estuviera viva, no podrían ganar una batalla».
– ¿Qué le llevó a escribir sobre Juana de Arco?
Llegué a Juana por casualidad. Igual que ella llega a la historia en el momento oportuno y en el lugar oportuno, cuando Francia la necesitaba, yo necesitaba a Juana cuando empecé a escribir sobre ella porque acababa de quedarme sin trabajo. Y en Estados Unidos si te quedas sin trabajo te quedas sin seguro ni prestaciones médicas. Yo había escrito ya un amplio borrador sobre el personaje cuando en 2019 me diagnostican un cáncer y eso me llevó a tomarme muy en serio el proyecto y reescribir el libro por completo. Mi enfermedad y mi situación financiera fueron los detonantes que me llevaron a esta historia. Además, su figura aporta energía y esperanza y yo las necesitaba. Ella personifica la valentía y pensé que no había mejor tema cuando estás luchando por tu propia vida. He obtenido fortaleza escribiendo sobre ella, del mismo modo que ella, en un momento crítico, la dio a su país. Durante los últimos cuatro años Juana de Arco ha sido mi compañera constante y mi amiga más fiel. Sigue pareciéndome extraño describir la evolución por la que un personaje histórico puede llegar a parecernos más real que las personas que nos rodean, pero eso es lo que ha ocurrido. Y, en el fondo, no es tan raro, porque Juana fue una persona extraordinaria
– ¿Por qué cree que su personaje sigue despertando interés en la actualidad?
No podemos olvidarnos de la visión de una mujer que se va a la guerra. Eso es relevante porque cuando mi libro se publica coincide con lo que está pasando en la frontera con Ucrania, en donde hay mujeres soldado que están aprendiendo a utilizar armas. Esa confluencia de algún modo une a la Juana de Arco de entonces con las “juanas” que en la actualidad luchan por su causa. Su papel se podría identificar con muchos movimientos a lo largo de distintas épocas y espacios y, de hecho, se han apropiado de su figura desde el movimiento sufragista, en su lucha por el derecho al voto de las mujeres, a la extrema derecha, que en Francia se reúne al pie de una de sus estatuas. En ese sentido es una figura camaleónica que perdura hasta hoy.
– ¿Hasta qué punto estamos ante una obra de ficción?
Tuve dos fuentes de documentación fundamentales. Las transcripciones de dos juicios. Aquel en el que la condenaron a morir en la hoguera y el póstumo que se produjo en la década de 1450, dos décadas después de su muerte. Francia había ganado la Guerra de los Cien Años y cínicamente estaban dispuestos a alinearse con su figura porque estratégicamente les convenía. Sobre todo me he basado en el segundo juicio. Ahí se describe como, por ejemplo, dejaba maravillados a los soldados cuando, en la batalla, ella pasaba galopando en su caballo blandiendo su espada. Dicho esto, esta novela es una obra de ficción porque, tras completar varios borradores, me di cuenta de que tenía que apartarme de la idea de escribir una biografía solo basada en hechos. Lo que llega al corazón del lector no son los hechos estrictos, sino un relato que lata y emocione. Es importante subrayar que la Juana que aparece en estas páginas es una Juana profundamente personal para mí. La Juana de estas páginas no tuvo alucinaciones en su adolescencia, no tuvo visiones del arcángel Miguel y de las santas Margarita de Antioquía y Catalina de Alejandría. No fueron, pues, esas supuestas visiones las que le dijeron qué hacer, es decir, que abandonase Domrémy y la protección de su familia para ir a Vaucouleurs. Una Juana que tiene una relación complicada con su Dios. He tenido que tomarme libertades con su historia y con la historia de la época para hacer que el viaje de Juana le resultara cercano al lector. Esta historia es una búsqueda. Es la búsqueda de una joven que vive en tiempos de guerra y emprende una aventura. También es una historia sobre cómo nace y se consolida una heroína. Al final, esta Juana, como la Juana histórica, encarna algo mucho más grande que ella misma, y es ese algo lo que nos ha fascinado, hechizado y cautivado durante siglos.
– ¿Sabemos cómo era realmente?
La parte física de Juana me pareció especialmente importante porque cuando un ser humano entra en el reino de la santidad parece que se transforma en algo divino más allá de nuestra comprensión. Necesitaba que Juana de Arco regresara a nuestro nivel, algo que no fue fácil. Me basé en la documentación existente, especialmente sobre las transcripciones del juicio que llevó a su ejecución en la hoguera. Cuando se analizan esos textos se llega a la conclusión de que fue una figura con una gran personalidad. No tenía miedo a responder y a rebelarse. Se niega una y otra vez a prestar juramento y a humillarse ante ciertas preguntas. Eso la humaniza y la aleja del mármol y del pedestal en el que muchos la han colocado y de los cuadros que la representan siempre mirando hacia el cielo con una cara beatífica. Era humana y poco más que una adolescente. Tenía diecinueve años cuando murió.
Era una joven práctica: eficiente, resistente, tan protectora con las pocas personas a las que amaba como irascible con quienes ponían a prueba su paciencia o la menospreciaban. La versión que conocemos de Juana es una especie de santa mujer, incluso podríamos decir una fanática religiosa, que va a misa varias veces al día, que condena la prostitución y el juego en su ejército. Se cuenta que una vez partió una espada contra la espalda de una prostituta, y que animaba a sus soldados a confesar sus pecados. Es, por decirlo de alguna manera, una especie de animadora espiritual de los combatientes. La Juana tradicional no derrama sangre. No lucha, aunque luzca una costosa armadura, sepa montar a caballo y lleve una espada. Prefiere sostener su estandarte y liderar a sus hombres, sin herir ni mutilar a un solo soldado enemigo. Admito que nunca me he creído del todo esta historia. Juana vio y vivió mucha acción en el campo de batalla, la suficiente como para que su vida corriera peligro en numerosas ocasiones.
– Así pues, acercarnos a una Juan de Arco más real es…, ¿qué ha descubierto que hasta ahora permaneciera oculto?
Me sorprendió conocer que cuando Juana iba con el Delfín de Francia hacia la coronación del Rey le presentaron a una mujer que se llamaba como yo, Katherine, que le aseguró que tenía visiones nocturnas en las que se le aparecían figuras angelicales. Ante esto, Juana le pidió que le demostrase que esas visiones eran ciertas. Esa noche se durmió y la visionaria le dijo que habían aparecido esas figuras pero que ella no las vio por estar dormida. Ante eso, las siguientes noches permaneció despierta para confirmar que aquellas visiones no eran reales. Acusó a aquella pitonisa, que era muy respetada en su entorno, de falsedad, lo que es un indicador de la autoconfianza de una joven muy consciente de sus creencias y capacidades. Es una anécdota desconocida pero interesante para situar al personaje. Por otra parte, intento con mi libro desmontar el mito de las visiones que se le atribuyen, con lo que perdemos la dimensión física de sus logros. Hay una leyenda que asegura que cuando fue quemada en la hoguera su corazón no ardió. Creo que eso es falso. Una forma de, a través de los años, romantizar su final. No hay que olvidar que en el momento de su muerte incluso el rey la repudió.
Para mí, Juana era ante todo una soldado muy valiente que incluso, lo que está demostrado, llegó a arrancarse ella misma una flecha que le habían clavado en el cuello y siguió en la batalla, lo que también hizo cuando le clavaron otra flecha en el muslo y siguió peleando. Una mujer sin pretensiones de beatificación o canonización, y creo que es importante recordar que no la convirtieron en santa hasta casi quinientos años después de su muerte. Insisto en que era una mujer que tenía por naturaleza el talento de una guerrera, de una líder y de una profeta. Y cuando digo profeta no me refiero a profeta de un vago y nebuloso futuro poblado de ángeles, sino del futuro de la guerra, de cómo se librarían un día las batallas, de cómo se alcanzarían las victorias. En 1453, veintidós años después de la muerte de Juana en 1431, Francia ganó la guerra de los Cien Años en gran parte gracias al uso de la artillería. Los textos consultados llevan a pensar que era una mujer brillante como guerrera, pero ignorante en casi todos los aspectos de la vida. No era ni apacible ni humilde. De algún modo era una bocazas con mal genio. Era orgullosa, a veces casi arrogante. Con defectos, pero carismática. Llena de rabia pero también cariñosa, introvertida y esperanzada, convencida de que vendrían tiempos mejores. En otras palabras, muy humana.
– Se muestra usted cautivada por la persona a la que retrata…
Era absolutamente única. La trampa de escribir sobre una figura tan monumental es que quien escribe se enamora inevitablemente de su personaje. Pero la ironía es que embarcarse en la aventura de escribir sobre alguien así requiere desviarse de su historia. Hay muchas biografías maravillosas sobre Juana. Tuve el honor de estudiar concienzudamente su increíble vida. Tuve que bajar a la Juana del pedestal en el que todos la hemos colocado y hablar con ella, de mujer a mujer. Escuché toda su vida y medité sobre ella: los años de su juventud, que normalmente se pasan por alto; los meses de asombrosa gloria en el campo de batalla; y sus últimos días, marcados por la derrota, la desgracia y la tragedia. Y para hacerla de carne y hueso tuve que imaginar desde el nombre de su perro hasta su aspecto. Concluir, a partir de todo ese interesante material, que Juana simplemente era una sierva de Dios que seguía órdenes de lo oculto, una fanática religiosa que se mantuvo pura y virgen, sería subestimar gravemente el magnetismo de su personalidad, su capacidad de liderazgo y su inimitable valor.
Y en la parte final del encuentro, al referirse al mensaje que le gustaría que quedase en el receptor de su libro, Katherine J. Chen concluye: «Es importante que el lector vea a Juana de Arco como un ser humano que encarna una naturaleza a la que deberíamos aspirar, en el sentido de que nunca claudicó. Nunca fue cínica ni se traicionó a sí misma. Después de seiscientos años, Juana sigue siendo una fuerza a tener en cuenta. En ella encontramos una serie de atributos de la naturaleza humana dignos de admiración y que, es de suponer, explican nuestra prolongada existencia en este planeta. Una joven nacida en la oscuridad que luchó por lo que amaba y que vivió su corta vida al máximo. Este libro es una reinvención de esa vida, pero también una ofrenda a la luz inextinguible de su legado. Juana nunca caerá en el olvido, siempre será recordada, admirada y amada».
La Guerra de los Cien Años
La Guerra de los Cien Años, librada en la lucha por la herencia del trono de Francia, enfrentó a este país e Inglaterra entre 1337 y 1453. Casi todos los combates tuvieron lugar en territorio francés.
Antes de la aparición de Juana de Arco, en 1429, el ejército francés, con una Francia diezmada, no había logrado una victoria significativa en décadas e Inglaterra casi había logrado su objetivo de establecer una monarquía bajo su control.
En el momento del nacimiento de Juana, el rey francés era Carlos VI, que sufría brotes psicóticos y a menudo estaba incapacitado para gobernar. Su hermano Luis, duque de Orleans, y su primo Juan Sin Miedo, duque de Borgoña, competían por la regencia. En 1407 fue asesinado el Orleans por orden del duque de Borgoña. Este asesinato dio origen a una guerra civil en toda regla. Las facciones francesas enfrentadas se conocieron como la facción Armagnac (asi conocida por ser liderada por Bernardo, conde de Armagnac, tutor del Delfín) y la facción Borgoñesa, que posteriormente se alió con los ingleses para intentar conseguir el trono. Inglaterra aprovechó estas divisiones internas para conquistar muchas ciudades del norte de Francia, incluyendo París.
Tras ciento dieciséis años de batallas, no los cien con los que ha pasado a la historia, el conflicto concluyó con la victoria francesa más de dos décadas después de la desaparición de Juana de Arco, quemada en Ruán el 30 de mayo de 1431, cuando todavía no había cumplido veinte años.