Un largo recorrido que abarca toda su vida. ¿Lo siente así?
Como bien sabemos los lectores, cada libro es un viaje, un viaje apasionante que nos permite adentrarnos en otras realidades, en otras circunstancias vitales, en otros tramos históricos… La mitad de mi familia, la parte de mi madre, es francesa. En la casa de mi abuela había muchos libros y enciclopedias que en España no se encontraban y hablaban de otras realidades. He viajado con la literatura desde muy niña porque entonces los editores estaban menos obsesionados con la literatura infantil y juvenil y en las casas los niños pillaban lecturas de adultos. En casa de mi abuelo, cuando tenía doce o trece años descubrí a Sthendal y en la de mis padres a Stefan Zweig por los que me sentí y me sigo sintiendo fascinada. Soy poco viajera exótica. No conozco India ni Nepal, por ejemplo, ni África, y aunque he leído mucha literatura latinoamericana he viajado allí en muy contadas ocasiones. Pero lo he hecho mucho por Europa y he recorrido continuamente su literatura y sus librerías, para las que tengo instinto. Leo en francés, inglés e italiano y eso me ha dado muchas perspectivas. Autores de otras lenguas suelen estar traducidos y así descubrí a los húngaros, que tienen una maravillosa época dorada en poesía y narrativa, también en fotografía. Cada país tiene su época y autores de referencia a los que hay que leer.
(«Mercedes Monmany», escribe Claudio Magris en el prólogo de Por las fronteras de Europa, «es una guía del universo de la literatura, compuesto, como el de Dante, de infiernos, purgatorios y paraísos; una guía salvífica y propensa a acoger mucho más que a rechazar… Resulta un placer perderse y reencontrarse con ella en estos laberintos de historias, palabras y destinos».)
«En la literatura hay mucha mediocridad»
¿El buen lector se hace en la infancia?
Creo que los lectores obsesivos, los lectores fanáticos, sí. No quiero ser demasiado tajante, pero alguien que no haya arrancado con los libros en los primeros años, en ese tiempo que todo es descubrimiento y fascinación, tiene después difícil arreglo. Si tienes la suerte de que en esa época te caen en las manos buenos libros, tienes muchísimo ganado. Si accedes entonces a buenos textos el gusto no se distorsiona. Sin embargo, como ese niño o ese adolescente haya accedido sólo a libros mediocres, no es fácil enderezarlo como lector. Hay que buscar lectores no corrompidos por lo banal. Prefiero que los niños lean poco, y entrecomillaría ese «poco», a que se corrompan como lectores con la mediocridad. Y mediocridad en literatura hay mucha. Estoy muy de acuerdo con aquella frase que asegura que la mala literatura es como la cocaína, crea adicción. Cuando alguien se acostumbra a malos productos culturales, no es fácil reengancharlo y reconvertirlo.
Desde el viaje recorrido, ¿qué es para Mercedes Monmany ser hoy crítica literaria?
Llevo escribiendo sobre libros desde que tenía veinte años. Somos un país muy dinámico en suplementos culturales y literarios, algo que no sucede con las revistas de literatura que acaban por cerrar o languidecer. El suplemento semanal está condicionado por el espacio. No se pueden escribir textos muy largos. Dicho esto y enlazando con esto, siempre digo que soy lectora. Como todo hay que etiquetarlo, cuando te preguntan por la profesión tienes que decir aquello de «crítica literaria», pero de forma más modesta eres, y así me siento en literatura, una divulgadora de cosas que valgan la pena. No le encuentro sentido a hablar de un libro que no tiene interés simplemente para cargárselo. Por el contrario es una religión para mí, cuando he leído un buen libro, intentar divulgarlo. Soy una divulgadora. En ese sentido me gusta la crítica anglosajona que desde la primera línea argumenta sin machacar. Respetan y dejan vivir a la obra y al autor. Si no les gusta, pasan. Aquí la cosa a veces es muy exagerada y llega a lo personal. Creo que eso es inaceptable.
¿Hay alguna frontera que establezca dónde concluye la labor profesional y dónde empieza el placer de la lectura? ¿O no existe ese límite?
Bueno, yo apelo al gusto personal. En mi caso disfruto como lectora sin límites de ningún tipo. Cuando leo no se me plantea si accedo a ese texto como profesional o como aficionada.
«El peligro es que el lector se eche para atrás ante la aparente dificultad de algunos estilos»
¿Considera que en literatura la dificultad estimula la creatividad?
Detesto el mundo de la uniformidad. En el mundo soviético había un único tipo de literatura posible. Y basta. Creo que es de los períodos más tremendos de la historia. Es la construcción de una estética. Casi prefiero a los nazis que directamente quemaban libros. Pero dentro del totalitarismo mental de los rusos de aquella época llegaban a erigirse en dictaminadores del estilo. Es dramática aquella frase de Stalin en la que defendía que tenían que ser «ingenieros del alma». Había que transformar al hombre en su creatividad y en su forma de expresarla, algo que me parece de una perversidad absoluta. Hay que estar atentos porque esto que ha sucedido puede volver a suceder. Empiezan a ser preocupantes algunas posturas en un continente en el que la democracia y las libertades deben amparar. Luego el individuo tiene la libertad de leer o no leer tal o cual cosa, pero el derecho a escribirlo y publicarlo es o debe de ser sagrado. Dicho esto, un autor no va a dejar de escribir porque se le pongan problemas. Otra cosa es que tenga que guardarlo en un cajón o publicarlo en el extranjero. La historia de la literatura está llena de ejemplos de libros malos y buenos escritos en libertad y de libros malos y buenos escritos en circunstancias muy adversas. En cualquier caso, si la dificultad es o no un estimulante de la creatividad es un eterno debate para el que no creo que exista una respuesta concreta. Es verdad que en aquellos lugares en los que la censura existe muchos autores se vuelven más oscuros y en cierto modo se autocensuran en el intento de no ser censurados. Dependiendo de la época y la circunstancia en la que escriben hay obras de un mismo autor que son mucho menos transparentes que otras.
Háblenos de injusticia literaria. ¿Díganos algún escritor que pese a su calidad no está lo reconocido que merece?
Hablaría más que de autores, de estilos literarios. El peligro es que el lector actual se eche para atrás ante la aparente dificultad de algunos estilos. Hay épocas en las que ha habido un exceso de experimentalismo. Eran complejidades textuales muy forzadas. Pero hay otros textos que son más sutiles y que en primera instancia pueden cohibir. Ahí está el propio Kafka, que no es una lectura para niños. Y eso que nadie va a descubrir a estas alturas al autor checo. Pero hay países europeos de enorme dinamismo literario, pero que no tienen el eco que en justicia le corresponde por aquello de las listas de éxito y los rankings propios del mercado. Con todo esto quizás el lector también se va volviendo consumista y se acerca a los textos de lectura más fácil y digerible. En España tenemos la enorme suerte de que hay un mercado literario muy diverso y muy amplio y contamos con editoriales que hacen apuestas de calidad y de riesgo. Autores que exigen incluso una segunda lectura. Me gustaría que algunos de esos autores tuvieran más eco. Así, a bote pronto se me ocurre gente como Peter Handke o esa joya que es Magda Szabó o Marek Bienczyk o Peter Esterházy. Se ha logrado esa justa repercusión en España, gracias al ojo y a la labor de los editores, con autores como Sandor Márai o Irene Némirovsky.
Aboga usted por eliminar prejuicios geográficos y asomarse a todo tipo de autores, estilos y países…
Hay que derribar fronteras. Comparto absolutamente la idea de Claudio Magris en relación con la literatura y con la cultura de que hay que acabar con los compartimentos. Acabar con aquello de norte, sur, este y oeste. Siempre ha prevalecido el oeste y occidente, pero decía Magris que cada país tiene su este y su sur. En Europa dominaba la literatura inglesa, francesa, alemana, etc. pero había y hay una literatura del este. También hay una literatura del sur y, en ese sentido, ha costado más que los autores españoles entrasen en los grandes circuitos.
«España vive un buen momento literario»
Hablando de españoles, ¿cómo ve el panorama literario español?
Los españoles tendemos a autodenigrarnos, pero creo que en la actualidad la calidad de nuestros literatos no está nada mal, incluso superior a la de países que en otros momentos estuvieron por encima, como puede ser el caso de Italia que, por supuesto, sigue teniendo grandes autores. En España hay muchas corrientes, muchos jóvenes autores. Muchos escritores de mediana edad consagrados que siguen produciendo y traspasando fronteras como el caso de Javier Marías o el de Enrique Vila-Matas. Estamos en un buen momento literario.
Casi mil quinientas páginas pueden, de entrada, asustar. Convénzanos de la conveniencia de acercarse a su libro y leer Por las fronteras de Europa.
Partamos del amor por la literatura y por los libros. En éste se habla de narrativa, aunque considero que la poesía es esencial. Siempre aprovecho la ocasión para insistir en que hay que leer poesía. Pero volviendo a este libro, animo a que lo entiendan como un viaje. Se puede optar por hacer un viaje más corto o más largo y leer más o menos páginas. Si decides ir a un determinado país, pues encontrarás pistas sobre los autores de allí que no debes perderte, ya sea Knut Hamsun en Noruega, Arto Paasilinna en Finlandia, William Trevor en Irlanda, o Ivo Andric o Danilo Kïss si apetece viajar a la literatura de Serbia. O si queremos ir a París podemos leer el capítulo dedicado a Modiano. Las guías de viajes que incluyen fotos y planos y gastronomía están muy bien pero, ¿por qué no acercarnos a los libros que nos permiten conocer ciudades o países a través de sus literatos? De eso va este libro. Creo que ahí radica su posible valor.
Sobre la autora
Mercedes Monmany es Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Crítica literaria y ensayista especializada en literatura contemporánea, es una de las mayores expertas en literatura europea.
Chevalier des Arts et des Lettres de la República francesa, ha ejercido también como editora y asesora de publicaciones. En la actualidad forma parte de diversos consejos de redacción de publicaciones culturales, como Revista de Libros, Sibila y La Alegría de los Naufragios.
Organizadora de numerosos ciclos y encuentros tanto en universidades como en instituciones culturales, comisaria de exposiciones antológicas sobre grandes escritores universales, como el premio Nobel de Literatura Isaac Bashevis Singer, Julio Verne o Giuseppe Tomasi di Lampedusa, ha traducido a Leonardo Sciascia, Attilio Bertolucci, Francis Ponge, Valerio Magrelli y Philippe Jaccottet.
Ejerciendo otro de sus ámbitos de actividad, ha prologado y editado volúmenes de Álvaro Mutis, Margaret Atwood, Miklós Bánffy, Wislawa Szymborska, Izraíl Métter y Gesualdo Bufalino.
Es, además, directora de las colecciones de poesía y de ensayo literario La Rama Dorada y ha preparado ediciones como Una infancia de escritor; las antologías de relatos, con estudio preliminar, Vidas de mujer y De lo maravilloso y lo real (dedicada a Joan Perucho) y el libro de ensayos literarios Don Quijote en los Cárpatos.
Desde hace décadas –»empecé en esto cuando tenía veinte años», afirma ella misma–, ha escrito de forma ininterrumpida en los suplementos literarios de Culturas de Diario 16, La Vanguardia, Babelia de El País o en ABC Cultural. Al mismo tiempo colabora en numerosas publicaciones españolas y extranjeras. Es jurado de diversos premios literarios, como el de Novela Café Gijón, el de Narrativa Torrente Ballester, el Lampedusa, en Sicilia; o el Zbigniew Herbert International Literary Award, en Varsovia.
Por las fronteras de Europa
Un viaje por la narrativa de los siglos XX y XXI
Mercedes Monmany
(Prólogo de Claudio Magris)
Galaxia Gutenberg
1.472 p
39,50 euros
En España muy pocos han sido los críticos literarios con voluntad y capacidad para seguir y analizar la creación literaria contemporánea en todas las lenguas, y en la práctica totalidad de los países europeos. El esfuerzo exigido para tal fin, el riesgo que implica y el conocimiento preciso para llevarlo a cabo, ha sido para muchos un obstáculo insuperable.
Sin embargo, como escribe en el prólogo de Por las fronteras de Europa Claudio Magris: «No lo ha sido ni lo es para Mercedes Monmany, cuya insaciable curiosidad y grandeza de miras la han llevado a erigirse en la introductora en España de muchas de las voces más notables de las letras europeas de nuestros días».
El listado de autores y tradiciones literarias analizadas es amplísimo: literatura en lengua alemana, inglesa, francesa, portuguesa, italiana, rusa, hebrea, turca, holandesa, sin olvidar el mosaico centroeuropeo y los Balcanes y los países nórdicos. El resultado es un libro de casi mil quinientas páginas que se erigirá, sin duda alguna, como una obra de referencia para los amantes de la literatura.
Como también se puntualiza en la introducción: «Ligero y fulmíneo, el halcón Mercedes ve las cosas que los demás todavía no ven y se apodera de ellas, las hace propias, alimentándose, cual ave de presa. Sin embargo, a diferencia de los depredadores rapaces, a Mercedes Monmany le mueve el amor, un amor extraordinariamente generoso por los autores y las obras que descubre y de los que se enamora, que hace suyos entregándose a ellos, dándolo todo de sí, su entusiasmo, su pasión, la agudeza de su juicio, su fraterna cercanía, su inteligencia analítica, su conocimiento».
Estamos ante un libro de crítica literaria, cierto, pero sobre todo es un libro de ensayo, lo cual es mucho más. Por las fronteras de Europa es también un atlas espiritual, una geografía literaria; un libro ameno, armonioso y poético. Como concluye Magris, «éste libro en su rigor es, asimismo, una geopolítica cultural».