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«Milena Jesenská es un símbolo del fin de la cultura centroeuropea»

Además, y a partir de los escritos, artículos y cartas que se han conservado de Milena y de los testimonios de quienes la conocieron, Zgustova reconstruye la vida de Jesenská, una persona valiente y fascinante, y erige un homenaje a las mujeres que, en los turbulentos y trágicos años de la década de los veinte y los treinta del siglo XX, dedicaron su vida a luchar por la dignidad de la mujer y por las víctimas de la injusticia.

– Más allá de la íntima amiga de Franz Kafka, ¿quién fue Milena Jesenská?

Como creo que queda claro en mi libro, Milena fue mucho más que una de las mayores amigas de Kafka. Fue también madre, periodista, traductora, escritora, y parte de la élite intelectual que se reunía en los cafés de Viena con Robert Musil, Karl Kraus, Werfel o Hermann Broch. Furibunda antifascista, ejerció con decisión como miembro de la resistencia cuando las tropas nazis invadieron su país, Checoslovaquia. Además se rebeló contra el orden tradicional que quiso imponerle su padre, contra lo que su marido le exigía en su matrimonio, contra el papel secundario que se asignaba a las mujeres en las redacciones de los periódicos y en el mundo laboral. Un ser generoso, que también fue amante de hombres y mujeres en rebeldía contra los límites impuestos al amor.

– Pero usted sostiene que conocer a Kafka la cambió…

Sí. Antes de conocer a Kafka, Milena era una mujer joven no muy contenta con su vida porque no sabía lo que quería. Una extranjera en Viena que al principio hablaba alemán con mucha dificultad por lo que se sentía desarraigada. Además tenía un marido que la engañaba continuamente. Pero comenzó a traducir El fogonero, la obra de Kafka y a partir de ahí y de su relación con el escritor se convirtió en una mujer distinta, segura de lo que quería hacer con su vida, que era escribir y ejercer como periodista. Creo que Kafka, en los cuatro años que duró su relación, fue importante de cara a orientarla y dar mayor sentido a su existencia, tanto a la hora de consolidar su personalidad como a su obra.

– ¿Se basó su relación en la mutua confianza?

En los últimos años de Kafka ya eran muy amigos, hasta el punto de que él le dio sus diarios para que, lejos de lo que el escritor había manifestado antes respecto a que quería que se quemaran, ella los guardara. Después de la muerte de Kafka el 3 de junio de 1924 se hizo periodista y, como era mujer en el diario conservador en el que encontró trabajo, le encargaron un suplemento para mujeres. Pero ella hizo de aquello un suplemento feminista que hablaba de la mujer moderna, de la soledad en el matrimonio y la soledad inherente al ser humano, del divorcio y de otra serie de temas realmente rompedores para la época. Poco a poco y tras conocer el comunismo, decepcionarse y alejarse de quienes lo defendían, se implicó en la resistencia antinazi, desarrollando un periodismo político en una publicación especializada por lo que la fichó y en noviembre de 1939 la detuvo la Gestapo. Primero la llevaron a la cárcel en Praga, después a Dresde, en Alemania, y al final a Ravensbrück, donde sobrevivió todavía cuatro años gracias al apoyo y amistad, también enamoramiento, de Margarete Buber-Neumann. Su muerte tuvo que ver con un error médico y se produjo un año antes de la liberación del campo de concentración.

[Milena murió el 17 de mayo de 1944. Permaneció varios días en un sencillo ataúd sin tapa. Sus amigas de Ravensbrück la despidieron dejando flores ante su féretro. Después, los responsables del campo de exterminio arrojaron su cadáver al horno crematorio y esparcieron sus cenizas, como hacían con otras reclusas, en el lago Schwedtsee].

– Habla usted de Milena como la última centroeuropea…  

Así es. Fue una de las últimas representantes de una cultura multilingüe, abierta, que escuchaba las distintas tendencias y voces. En su Praga se hablaba en tres idiomas y convivían sin problemas practicantes de tres religiones. Todo esto se ve en su literatura y en su forma de abordar la cultura. Praga era entonces cuna de escritores, pintores, músicos, una sociedad de la que ella formaba parte. Una sociedad muy rica con la que acabaron los nazis. Por eso creo que Milena puede considerarse como un símbolo del fin de la cultura centroeuropea.

– ¿Cómo fue su relación con Kafka?

Al principio ella no se lo tomaba muy en serio, porque como traductora estaba centrada en su labor y no necesitaba al autor. Pero ante la insistencia de él, la correspondencia se volvió más romántica y reflejaba a unos enamorados que pasaron juntos cuatro días en Viena. Unos días breves e intensos que provocaron en él la idea de vivir juntos. Pero ella estaba casada y no había llegado todavía el momento de que contemplara el divorcio. Con esa relación, Kafka sufrió lo indecible y sobre ese triángulo que estaba viviendo escribió El castillo. En la obra del escritor se detectan numerosas huellas de su dolor y de su obsesión con aquella relación. Una relación muy apasionada en la que ella, aunque menos, también sufrió lo suyo. Para él era una relación única, en tanto que ella ya había tenido otras y, posteriormente, mantendría algunas más. Pero la que tuvo con Kafka fue decisiva porque se encontró a sí misma tanto en su vida como en su trabajo. Fue una amistad muy especial con alguien como él, en quien ella supo enseguida ver a un genio.

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– Se percibe desde el principio que Soy Milena de Praga nace de un amplio proceso de documentación, ¿cómo ha sido?

Todo está contrastado. Las únicas licencias que me he permitido son los diálogos. Lo demás está documentado, salvo alguna cosa aislada. Por ejemplo, los expertos no están absolutamente seguros del último encuentro de Milena con Kafka, aunque ella habla en una carta de esa reunión en el hospital poco antes de que él muriese. Por otro lado he convivido con el personaje de Milena desde mis años de estudiante, a raíz del descubrimiento de Margaret Buber-Neumann y su intento de trazar una primera biografía. Ese libro me pareció delicioso, pero poco fiable como ejercicio biográfico. Siempre me interesó mucho la figura de Milena y recopilé todo lo que pude encontrar sobre ella. También me puse en contacto con personas que la habían conocido personalmente y que me aportaron muchos detalles. Realmente tenía mucha información sobre ella. Una de esas personas me insistió en que al escribir reflejase con claridad algo que no se había dicho antes, que Milena y Margaret eran amantes. Así lo hice.

– ¿Escribir sobre ellos le permite tener una idea de quién era realmente Kafka?

Creo que era todo lo contrario a la persona taciturna y cerrada que habitualmente se ha reflejado. Tenía mucho sentido del humor. Le gustaba bromear y llevar la ironía y ese sentido del humor, a veces negro, a sus libros. Un individuo fundamentalmente sociable. En Praga, las amigas de Milena estaban encantadas con él como muy buen acompañante. Tenemos una idea muy falsa de cómo era.

– ¿Qué le gustaría que quedase tras la lectura de Soy Milena de Praga?

Que perviva la idea de que esta mujer era extraordinaria. Al final de su vida era la luz en las tinieblas. Alguien solidaria que ayudó a mucha gente y que aunque no lo fuera se mostró y actuó como una persona fuerte que no tenía miedo, ni siquiera de los nazis. Una persona que siempre se comportó como una persona libre. Una mujer cuya libertad era inquebrantable y que en la entrega a los demás era feliz.


Y en la parte final de la conversación, Zgustova se refiere al conflicto entre Rusia y Ucrania: «Creo que Occidente debería prestar todo su apoyo y ayuda a Ucrania pues de lo contrario nos vamos a encontrar con un problema muy grave. Si la guerra termina con la victoria de Putin creo que muchos países europeos de la zona van a sufrir. Ya hemos visto quien es ese dirigente y no debemos hacernos ilusiones de que ahí va a parar».

Monika Zgustova reside desde los años ochenta en Barcelona. Escritora y periodista, habitual colaboradora de diarios nacionales e internacionales, atesora más sesenta traducciones del checo y del ruso al castellano de autores como Bohumil Hrabal, Jaroslav Hašek, Václav Havel, Milan Kundera, Anna Ajmátova o Marina Tsvetáieva, por las que ha recibido, entre otros, los premios Ciudad de Barcelona y Ángel Crespo.

Es autora de seis novelas, entre las destacan La mujer silenciosa, La noche de Valia, premio Amat-Piniella 2014 a la mejor novela del año, Las rosas de Stalin, La intrusa y Un revólver para salir de noche. Su obra se ha traducido a nueve idiomas, con tres de sus novelas publicadas en Estados Unidos. Ha estrenado dos obras de teatro. Su últimas entregas son Nos veíamos mejor en la oscuridad y, ahora, Soy Milena de Praga.