Licenciado en Historia por la Universidad de Cantabria, Sergio Martínez trabaja en la actualidad en esa misma universidad y es coordinador editorial del Museo Cartográfico Juan de la Cosa (Potes, Cantabria). Antes de la obra que ahora presenta ha publicado Las páginas del mar y varios libros de investigación y divulgación.
¿Cómo definiría La ciudad enfurecida?
Es una novela muy intensa que narra unos hechos extraordinarios ocurridos en Pamplona en plena Edad Media: una auténtica guerra civil entre los diferentes burgos que componían la ciudad. De hecho son tan extraordinarios que podríamos tomarlos por ficticios si no fuera porque contamos con muchas fuentes históricas que los confirman, sobre todo el magnífico poema La Guerra de Navarra de Guilhem Anelier de Toulouse, uno de los protagonistas de aquel conflicto, que dejó escrito: “He oído decir, y me parece que es una gran verdad, que en todo el mundo no hay guerra tan peligrosa como la de dos vecinos, ni que sea tan insensata”. Cuando leí esa historia contada con tanta pasión supe que quería escribir una novela sobre aquellos hechos.
[La ciudad enfurecida nos traslada a Pamplona en 1274. Allí, a la muerte de Enrique I de Navarra, la tensión entre partidarios de una alianza con Castilla y quienes proponen una boda entre la heredera del trono y el hijo del infante Pedro de Aragón provoca un grave enfrentamiento que se agrava cuando la reina regente huye con su hija a Francia en busca de la protección del rey Felipe III. El conflicto crispa aún más la convivencia entre los habitantes de San Cernin, San Nicolás y Navarrería, los tres burgos tradicionalmente enfrentados que forman la ciudad.
Iñigo, carpintero de la Navarrería, vive ajeno a todo eso. Él solo piensa en Anaïs, una joven francesa de San Cernin que conoció un día en el mercado. Pero los ánimos están muy exaltados y los vecinos de la Navarrería sacan a la calle sus armas. El aire de la ciudad huele a guerra].
¿Qué decirles a quienes no aprueban, en literatura, la combinación de hechos acaecidos y ficción?
No creo que deba existir conflicto entre hechos históricos y ficción siempre que reconozcamos que nos encontramos ante un género narrativo. Cuando leemos literatura estamos ante una obra de ficción y, por ello, debemos dejarnos llevar por la trama, por la vida de los personajes, por sus sentimientos y experiencias, etc. Eso sí, el autor ha de tener cuidado de no poner a los personajes en situaciones que vayan en contra de lo que se sabe sobre el momento histórico, especialmente sobre hechos muy conocidos. Por ello creo que el autor de novela ha de moverse con cierta libertad en el límite de lo «probable», sin caer nunca en el error de lo «imposible».
La obra plantea la guerra de la Navarrería. ¿Pero la Navarrería es simplemente un espacio geográfico o algo más?: ¿Acaso un sentimiento? ¿Una forma de entender la vida?
La Navarrería es un espacio físico pero, efectivamente, es mucho más. En la Pamplona medieval, la Navarrería significaba el pasado, la larga trayectoria de aquella ciudad desde sus orígenes romanos, la tradición, la nobleza y la iglesia. Frente a la Navarrería, los burgos de francos (San Cernin y San Nicolás) representaban la modernidad, las nuevas corrientes económicas, la artesanía, el comercio, la pujante burguesía. Por tanto existían los ingredientes suficientes para que hubiera tensión entre los burgos. Lo que es más complejo explicar es cómo aquellas rencillas y diferencias pudieron desembocar en un conflicto tan sangriento y en el que se vertió tanto odio y sinrazón.
¿Por qué el lector debe adentrarse en las páginas de La ciudad enfurecida?
Porque es una novela que narra, desde un punto de vista muy humano, qué puede llevarnos a desatar una guerra contra las personas a las que poco tiempo antes considerábamos nuestros vecinos. Es un tema de una actualidad pasmosa, pues a nuestro alrededor vemos continuamente cómo la convivencia pacífica se ve amenazada por diferencias y roces que en la mayor parte de las ocasiones son solo nimiedades. Además, en esta novela el lector lo verá desde los ojos de siete de los protagonistas y él mismo tendrá que hilar en su cabeza las siete historias para sacar sus propias conclusiones.
¿Con qué mensaje le gustaría que el lector se quedase?
Sobre todo con el mensaje de que siempre hay un hueco para la paz cuando ésta se desea. En la novela veremos de qué manera los protagonistas hicieron bien poco para evitar la guerra y se esforzaron en agrandar las diferencias que los separaban y minimizar todo lo que los unía. Solo una pareja (él de la Navarrería y ella del Burgo de San Cernin) pondrán un poco de cordura y de amor en un paisaje dominado por el odio.
Habla usted de guerra entre vecinos como la peor de las contiendas. Como historiador, ¿cómo observa el actual panorama en nuestro país? ¿Le inquieta?
Me inquieta que busquemos siempre excusas para la confrontación, para la exclusión del que no piensa como nosotros, para el revanchismo. Los dirigentes, que nunca deberían olvidar que son elegidos por el pueblo para resolver problemas no para crearlos, deberían dejar de representarte a sí mismos y representar a quienes los eligen. Y los ciudadanos, por nuestra parte, deberíamos entender que las diferencias se pueden solventar cuando se habla, y que siempre es mejor llegar a un acuerdo que levantar un muro.
Finalmente y como su coordinador editorial, ¿qué nos puede decir del Museo Cartográfico Juan de la Cosa?
Es un magnífico espacio expositivo que pertenece a la Casa de Cultura de Potes, en Cantabria. Cuenta con una extraordinaria colección de mapas originales de los siglos XVI al XVIII que resultan muy atractivos tanto para los interesados en la Cartografía como para el público en general. Es, sin duda, una visita muy recomendable.