Una obra que, como refiere su autora a lo largo de esta conversación, quiere dejar testimonio del valor de la solidaridad como elemento esencial de la vida en comunidad.
(La vida de Irune, la protagonista de Los últimos románticos, transcurre entre su casa y la fábrica de papel en la que trabaja, en un pueblo industrial cerca de Bilbao. Insegura, algo maniática e hipocondríaca, esta mujer es capaz de enfrentarse al mundo cuando cree que debe hacerlo, e intenta vivir de acuerdo con unos valores que la sociedad parece haber olvidado. Su círculo se reduce a los compañeros de trabajo, la vecina y un operador de Renfe al que llama furtivamente para consultar horarios de trenes que nunca llega a tomar.
Cuando surge un conflicto en la fábrica, sin saber muy bien cómo, Irune acaba viéndose involucrada. A partir de ahí, su vida da un giro inesperado y ante ella aparece la oportunidad que, sin saberlo, estaba esperando).
¿Qué busca un libro como Los últimos románticos?
Busca dejar testimonio de la manera en la que funcionaba el mundo hasta hace muy poco: un mundo en el que existía la conciencia de clase trabajadora, la vida en comunidad, en comunidades de vecinos, por ejemplo; existía cierto sentido de la comunidad, en un sentido amplio. Creo que estábamos más cerca los unos de los otros. Fíjate en que nos hemos dado cuenta de cómo se llamaba nuestro vecino de enfrente durante el confinamiento, creo que eso es algo elocuente. Por desgracia viene un tiempo de despidos masivos, y no me da la sensación de que vayamos a llegar a tiempo de articular una respuesta como la que eran capaces de articular los trabajadores de las pasadas décadas; el teletrabajo tampoco va a ayudar. Soy hija de un obrero de Aceros de Llodio, recuerdo las movilizaciones cuando la fábrica anunciaba que echaba el cierre… Creo que dejamos todo eso atrás… También deseaba contar una historia de amor.
¿Estamos ante una historia que es una metáfora en sí misma?
Creo que podría leerse así, sí, pero me he querido aliar con el detalle, con la concreción para que la historia tomara cuerpo, se definiera. Necesitaba que Irune fuera todo lo real y concreta posible, además, y la novela, en realidad, no habla de nada que no pueda suceder o no esté sucediendo ya: aislamiento, insolidaridad, crisis medioambiental.
La solidaridad como elemento esencial…
Sí, o la falta de la misma. Creo que debemos prepararnos para comprobar que la solidaridad que habíamos conocido en el mundo de nuestros padres, en nuestro mundo ya no se va a dar. Llevamos demasiado tiempo yendo a lo nuestro, pero dando enormes muestras de compromiso en Twitter. Espero que no se nos haya hecho tarde del todo. Irune reacciona, se une a una huelga que mantienen algunos de sus compañeros, pero los demás no toman partido; reacciona también cuando decide proteger a su vecina del acoso de su propio hijo, y reacciona, a pesar de estar aislada, porque recuerda cuáles eran los valores que le transmitieron sus padres. En todo caso me gustaría aclarar que esa situación de aislamiento de Irune me ha permitido tratar esta historia con humor, ya que la protagonista posee una comicidad involuntaria, que es uno de los aspectos que más me ha gustado trabajar.
¿Vivimos en un mundo insolidario por naturaleza o, por el contrario y pese a todo, situaciones como la actual permiten comprobar lo contrario?
Soy pesimista respecto a esta situación. Las crisis económicas generan rabia y confusión, y es probable que haya muchas personas que aún se replieguen más sobre sí mismas, malentendiendo el interés propio. Temo que esta nueva crisis propicie un aumento de la xenofobia, por ejemplo, y genere un ambiente muy concreto. Pero mirando las cosas a la larga, voy a permitirme ser más optimista. Uno de los temas es la reivindicación de la solidaridad el otro es la defensa de la amabilidad. Creo que la gente sigue siendo bastante amable, pero acaso en estos últimos tiempos ha tenido más prestigio la displicencia, la distancia. Lamentablemente, la maldad sobre la bondad.
¿Qué salva y qué condena a su protagonista? ¿Qué nos condena y qué nos puede salvar como ciudadanos del mundo actual?
A ella le salva su capacidad para, finalmente, reaccionar y tomar partido, y también la salva el amor. Al principio de la novela está condenada por su incapacidad de mirar hacia adelante, porque está sumida en un duelo doloroso que la mantiene paralizada, pero reaccionará, ya digo.
(Txani Rodríguez, integrante del programa Pompas de papel de Radio Euskadi, es habitual colaboradora en medios de comunicación y suplementos culturales e imparte clases de escritura creativa en la Universidad de Deusto y de narrativa y escritura en la Asociación Literaria ALEA de Bilbao).
Periodística y literaria, ¿son dos escrituras diferentes?
En los periódicos se hace muy buena literatura, pero para contar una noticia, para informar, la literatura no es necesaria.
¿Cuáles son, en su opinión, las fundamentales similitudes y diferencias entre ambas?
Obviamente manejamos la misma materia prima: la palabra. Pero el periodismo brega con la urgencia, con la rapidez, ha de mostrar la realidad; la literatura digiere esa realidad y la analiza o la recrea o interpreta. No considero que la ficción sea lo que marca la diferencia porque hay gran literatura de no ficción.
¿A quién lee Txani Rodríguez? Por favor recomiéndenos tres autores y tres libros.
Me gusta mucho Eduardo Halfon y recomiendo su libro Monasterio. Me ha encantado A corazón abierto de Elvira Lindo y estoy deseando leer Hijos del carbón, que sale en septiembre, un libro de Noemí Sabugal, una autora extraordinaria.
Convenza a los futuros lectores de su obra a que se acerquen a ella…
No es fácil convencer a nadie con todos los libros que hay. Creo que Irune es un gran personaje que logra conmover a quienes se acercan al libro y descubren su mirada.