Al aire de su libro El círculo de la motivación (Planeta), Fuster habla a lo largo de la presente entrevista de la motivación como motor de la vida. ¡Hay que cambiar pesimismo por optimismo! “Una actitud positiva es clave para ver las oportunidades que nos ofrece la vida”, afirma desde una visión realista, “porque desde el realismo y no desde la utopía, hablo”. Un discurso que se marca como objetivo “contribuir a transformar el desaliento reinante en entusiasmo” con el propósito de impulsar un cambio que es cada día más necesario pues, por encima de los negros nubarrones que en la actualidad nos avasallan, hay luz.
En torno a la motivación…
“La motivación de los individuos es el motor de un cambio que tiene que producirse”, insiste el profesor Fuster que a continuación se pregunta: “Pero, ¿cómo estar motivados en un mundo donde existe tanto hastío y tanta desesperanza?”. Para, sin solución de continuidad, responder: “La buena disposición de ánimo, indudablemente, tiene un componente genético, y también puede inculcarse durante la infancia. Pero no sólo. La motivación puede, además, desarrollarse con los años, sirviéndose de la observación y de la experiencia. ¿Y de qué experiencia? ¿De los momentos más felices, tal vez? No, todo lo contrario: de los golpes bajos, que son la mejor escuela”.
Ante estos, los golpes bajos, caben dos caminos, puntualiza: “El que lleva al rencor y la amargura, algo que terminará dañando a uno mismo y a los demás, o el que conduce a la superación mediante la empatía y la ayuda de los unos a los otros. El resentido busca humillar y herir a sus semejantes; en cambio, una actitud positiva tiene unos fabulosos efectos benéficos para uno mismo y para los demás”.
Habla usted de la frustración como un elemento devastador, ¿por qué?
Como he escrito en El círculo de la motivación, algunas personas viven en la insatisfacción o la queja permanente. Otras, hartas de fiascos y sinsabores, deciden tomar las riendas de sus vidas para mejorarlas. Encuentran la energía y el valor que les permite sobreponerse a los contratiempos vitales y motivarse. Una desgracia o una fase de incertidumbre les proporcionan el empujón necesario para dar un paso adelante. La frustración es la culminación de una pasividad interior o una respuesta emocional a los obstáculos que nos impiden avanzar.
¿La acción como clave?
Pasar de la resignación a la acción requiere grandes dosis de coraje, honestidad y energía. Se trata, además, de un viaje muy personal, dado que es el propio individuo frustrado el único que puede decidir cómo y cuándo va a cambiar su actitud y su estado de ánimo, además de qué cambios va a adoptar para lograr el objetivo que se ha propuesto.
Las adversidades son parte misma de nuestra existencia, y hasta los que están más arriba pueden caer. Pero este es un proceso cíclico, de manera que cuando estamos abajo luchamos por subir. Por tanto, la satisfacción no es un regalo, es una conquista.
¿Y el talento?
Todo el mundo tiene talento pero, desgraciadamente, muchas personas nunca llegan a descubrir o desarrollar el suyo. Una sociedad capaz de descubrir el talento de sus jóvenes y ayudarles a desarrollarlo es una sociedad que sabe invertir en el futuro.
¿Cuáles serían las “llaves” para dejar atrás el desencanto?
Podríamos hablar de la “actitud positiva” como primera de ellas. Es fundamental para transitar por la vida de manera satisfactoria. Mi experiencia como médico me permite hacer la siguiente afirmación: tener una actitud positiva o negativa ante un determinado problema puede marcar la diferencia entre la solución y el caos más absoluto, entre la vida y la muerte.
La segunda es la “aceptación”. Sin aceptación es imposible progresar, puesto que esta actitud obliga a reflexionar sobre nuestra situación y nuestras capacidades de una manera realista. Como señalo en mi libro, entender que no se puede tener todo y aceptar nuestra vida hará que estemos mejor con nosotros mismos y con los demás. Aceptar nuestras circunstancias y limitaciones, reconciliarnos con nuestro pasado, con los reveses de la vida y con los demás es una prueba de madurez y una decisión sabia. Esto no debe confundirse con la resignación. Aceptar significa contemplar las circunstancias de nuestra vida y asumirlas sin rencor ni odio, pero también sin rendiciones, porque aspiramos a una vida mejor y haremos todo lo que esté en nuestra mano para lograrla.
¿Alguna más?
Sí, la tercera de las que usted llama llaves es la “autenticidad”. Hay una gran cantidad de personas que se ocultan tras una máscara o cambian de personalidad en función de la situación o de su interlocutor.
Ello lleva a un gasto de energía considerable; fuerza malgastada que ya no se utilizará para proyectos que merezcan la pena. La falsedad me da mucha pena porque detrás del impostor se esconde una persona en potencia mucho más interesante que la máscara tras la cual se oculta. Es imprescindible sincerarse con los demás y, muy especialmente, con uno mismo. Tener una vida aparentemente perfecta que no está a la altura de nuestras expectativas o deseos nos hace profundamente infelices.
La cuarta, y acaso la más importante es la “solidaridad”; el altruismo. Ser solidario es una actitud ante la vida. El individualismo y la actitud egoísta no tienen cabida en el mundo de hoy. Por el contrario, la solidaridad y la ayuda a otros son conductas encomiables que además llenan la vida de sentido. Uno de los efectos beneficiosos de una actitud altruista ante los demás es que los problemas propios adquieren una perspectiva diferente. Cuando somos solidarios y nos unimos a un equipo para mejorar las vidas de otros, nuestra motivación y energía aumentan, la tristeza y la depresión disminuyen y nuestros problemas se ven desde una perspectiva muy distinta.
¿La satisfacción es salud?
Cuando la meta que nos hemos fijado es realista, probablemente estaremos más cerca de alcanzarla si dejamos a nuestra espalda las actitudes negativas, las lamentaciones y la pasividad. Constatar que nuestro esfuerzo ha valido la pena y ver alguno de nuestros deseos cumplidos produce satisfacción, refuerza nuestra confianza y nos da energía. En ese sentido, la satisfacción es salud y sentirse satisfecho es saludable. Pero conviene considerar que la satisfacción no es eterna, especialmente en una sociedad sometida a cambios constantes. Si no somos capaces de seguir motivados, tarde o temprano volveremos a caer en la fase del pesimismo y la pasividad.
Hablando de salud, defiende usted que todo es relativo y que la enfermedad humaniza e iguala a los seres humanos…
Así es. Al entrar en la enfermedad todos somos iguales. El ser humano se humaniza y la inmensa mayoría de las diferencias desaparecen. La enfermedad es un disfraz que uniforma y humaniza. He tenido pacientes de mucha relevancia pública, política y económica que ante la enfermedad se mostraban mucho menos firmes que personas anónimas y muy humildes. Podría decirse que ante la falta de salud pobres y ricos se aproximan hasta llegar a ser casi iguales.
Salud es un término muy relativo. Como he dicho en otras ocasiones, al referirnos a la salud hablamos de algo que en realidad no existe o existe con muchos matices pues todos tenemos alguna, o muchas, deficiencias. Alguien definió a la persona sana como un paciente no explorado. La realidad es que el que no tiene la tensión o el colesterol altos, presenta anemia o cualquier otra cosa. Por decirlo de una forma categórica, todo el mundo tiene un grado de “no salud”. Por ello, es preciso que cada uno de nosotros aceptemos nuestros condicionantes. Creo que los médicos debemos potenciar las capacidades y las suficiencias del paciente y relativizar sus problemas.
Siguiendo sus postulados, ¿es la reflexión un elemento que acerca al bienestar?
La búsqueda de la salud integral es esencial. Para ello es importante tener en cuenta tres cuestiones: la relajación, el ejercicio físico y la reflexión.
La relajación es importante pues a menudo la ansiedad y el estrés están en el origen de muchos problemas de salud. Por lo que respecta al ejercicio físico y a la alimentación sana, –y tenemos la suerte de pertenecer al país cuna de la dieta mediterránea–, nunca me cansaré de repetir que son factores esenciales.
En cuanto a la reflexión considero que los 15 minutos que le dedico cada mañana son los más importantes del día. Hay que pensar, establecer prioridades, asumir cual es la realidad y actuar en consecuencia. Es muy positivo dedicar unos minutos diarios a reflexionar antes de pasar a la acción. Como he dicho, lejos de ser una pérdida de tiempo, son los minutos mejor invertidos de nuestro día. Ya lo decía Publio Sirio: “El tiempo de reflexión es una economía de tiempo”.
[Es bien conocida la implicación del Dr. Fuster con sus pacientes. De entrada hay que decir que comienza a pasar consulta cada día a las cinco (sí, ¡cinco!) de la madrugada. Se interesa por ellos, por las circunstancias de sus vidas, por cómo inciden los factores externos en la evolución de sus procesos, “porque la afectividad y la empatía son factores importantes que deberían considerarse en la salud igual que la ansiedad y el estrés. Los factores externos en la salud deberían trabajarse mucho más de lo que en la actualidad se hace”.]
Y la necesidad de comunicar, porque la comunicación es otro de sus “caballos de batalla”. ¿Es así?
Creo en la comunicación. Una de las primeras recomendaciones que les hago a mis pacientes es que comuniquen. Que lo hagan con las personas próximas y con las que han pasado o están pasando por su mismo problema. Para reconocer y asumir su problema hay que abrirse, hablar y escuchar. Además de saber que no está sólo ni es el único que lo está pasando, aprende a afrontar mejor las circunstancias y el problema. Cuando el diagnóstico es pesimista cobra más interés, si cabe, demostrar comunicación sincera y afecto. De esta forma la persona se siente atendida y acompañada.
¿Qué dice el electrocardiograma actual de España?
En primer lugar habría que decir que estamos ante un electrocardiograma inestable pero no definitivo. Es verdad que el día a día actual avasalla, pero la situación tiene tratamiento y pueden solucionarse los problemas. Para ello es absolutamente necesaria una actitud positiva. Soy optimista a medio y, por supuesto, a largo plazo.
[Y el Dr. Valentín Fuster concluye como empezó, incidiendo en la necesidad de tener una actitud positiva porque “cuando la meta que nos hemos fijado es realista, casi con toda probabilidad estaremos más cerca de alcanzar nuestros objetivos, sobre todo si dejamos a nuestra espalda las actitudes negativas, las lamentaciones y la pasividad. Constatar que nuestro esfuerzo ha valido la pena y ver alguno de nuestros deseos cumplidos produce satisfacción, refuerza nuestra confianza y nos da energía”.]
Incansable
Incansable a sus setenta años cumplidos, Valentín Fuster, que confiesa levantarse a diario a las cuatro de la madrugada, compagina su cargo de director del Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinai de Nueva York, con el de director médico de esta emblemática institución y con la dirección del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares en Madrid, CNIC.
Su trabajo le exige atravesar el Atlántico todas las semanas. Un viaje relámpago para atender sus obligaciones en el CNIC y regresar a Nueva York, su lugar de residencia.
Poseedor de los más prestigiosos premios de la cardiología a nivel internacional y del Príncipe de Asturias de Investigación en 1996, Fuster insiste en sus últimas obras, y especialmente en la mencionada El círculo de la motivación, en que estos tiempos difíciles albergan claras oportunidades de renovación y mejora. “Rendirse no es una opción, tenemos que asumir el compromiso de seguir avanzando”, apostilla.