Confiesa su interés por el arte y el cine y que de joven tuvo veleidades de pintor, pero realidad y talento le instalaron en la literatura. «Sin embargo, mi interés por la pintura y el haber pintado de joven me enseñó a mirar de otra forma, una mirada que me resulta fundamental a la hora de escribir».
Por su desdoblamiento como escritor empezamos… ¿Dónde acaba Banville y emerge Black y en el papel de cual se siente más cómodo?
Son dos voces completamente diferentes. Es verdad que a veces uno interfiere en el trabajo del otro. Alguna tarde cuando estoy cansado puede que Benjamin Black se acerque por detrás y lea lo que está escribiendo John Banville y le increpe. «¡Oye, deja de jugar con esa frase que no acaba de salirte! Déjate de tonterías, no te despistes y sigue con la historia», o viceversa, puede ser Banville quien se acerque al otro y le anime a jugar con las palabras. Pero ambos resisten o intentan resistirse a las interferencias del otro.
Cuando entregué el primer libro de Black al editor me dijo, «¡es fantástico!, pero me hablaste de novela negra y, en realidad, es una novela literaria». Yo le dije, por favor no digas eso pues no es lo que yo quería escribir. No quería hacer una novela literaria. En fin, acaso tenga un poco de los dos tonos. Respecto a Banville y Black, son dos personas diferentes aunque surjan de la misma mano; pero son dos escritores diferentes.
Así pues, ¿no se siente usted sucesor de la forma de enfocar la literatura de Fernando Pessoa y su fraccionamiento en heterónimos?
La verdad es que no, aunque a cualquiera le halaga que le mencionen en el mismo saco que a un genio como Pessoa. Pero estos míos son dos productos absolutamente distintos. Esa es mi intención y espero que así se aprecie desde fuera. Banville escribe de forma muy lenta. Sus libros suelen tardar años, en tanto Benjamin Black lo hace de un modo mucho más rápido y sus libros se completan en unos meses. Sin embargo, no siento que uno sea mejor que el otro. Simplemente son diferentes. Respecto a la comodidad, tampoco vivo mejor como uno que como otro.
[No usa corbata. Viste chaqueta azul con pañuelo rojosangre asomándole del bolsillo superior izquierdo e impecable y clásica camisa a rayas. Detalles que confirman la importancia que le otorga a la pulcritud, a las formas; al aspecto.]
Alguna vez ha dicho que estaba cansado de las novelas literarias, ¿es así?
En efecto, se ha dicho que yo había dicho eso, pero no estoy seguro de haberlo expresado así porque, en realidad, no distingo entre las novelas literarias y las otras. Para mí, la división es entre novelas buenas y malas. Pero a veces, y eso es cierto, siento vergüenza con las novelas de Banville porque intenta conseguir la perfección pero continuamente fracasa. Cuando estoy obligado a volver a leer un libro de Banville siento náuseas porque veo los fallos, los errores, allí donde he fracasado con el estilo o no he tenido el valor suficiente para hacerlo de otro modo. Con los de Black eso me pasa menos porque creo que están suficientemente bien realizados, son honrados, están cuidados, son obras de artesanía. Dicho esto, conviene relativizarlo, pues los dos, Banville y Black, escriben con toda su pasión intentando el mejor producto posible, aunque con los dos se lleva uno decepciones.
[Pide una copa de vino blanco que va consumiendo a pequeños sorbos a lo largo de la entrevista. Habla como bebe, pausadamente, reposando las respuestas en un inglés de academia. Modulando, calibrando cada palabra. Muy pendiente de que se comprenda el sentido último e íntimo de lo que dice.]
Sus libros, ya los escritos por Banville o los de Black, son muy gráficos. ¿Le interesa especialmente el cine?
Me encanta el cine desde que era muy pequeño. Desde siempre he sido un gran consumidor de «pelis». Prefiero las de blanco y negro de los años 30, 40 ó 50. Eran muy románticas. El cine es la poesía del pueblo. La gente va a ver sueños líquidos sobre una pantalla. Mira, escucha, no pierde detalle y se lo cree todo. Pienso que las películas de antes no pretendían ser arte. Se hacían en unas pocas semanas, los actores estaban mal pagados, los directores no se preocupaban demasiado de los detalles. Pero aún así crearon un arte extraordinario. Alguien dijo que el sonido supuso un desastre para el cine. Para mí el desastre fue la llegada del color.
¿Y el arte?, porque tenemos noticia de que de joven aspiraba a ser pintor?
Si, es verdad. Cuando era muy joven intenté pintar y tuve un fracaso bastante grande. Pero eso me ayudó a observar las cosas como pintor y eso es muy útil para mi trabajo actual como escritor. Esa mirada es fundamental para mí a la hora de escribir. Es obvio que el arte me interesa en sí mismo, pero también porque me permite mirar de otra manera.
¿Considera que ha llegado como escritor al nivel que ansiaba cuando comenzó?
Nunca se llega. Pero ahora que tengo sesenta y muchos años tengo la sensación de que por fin le estoy cogiendo el truco, aunque también soy consciente de que el tiempo pasa y se va haciendo tarde.
[Y con el tiempo a vueltas y sin solución de continuidad nos instalamos en el ahora, y su hoy literario está marcado por la publicación de La rubia de ojos negros (Alfaguara) , la novela que firma Benjamin Black. Todo surgió, como explica el autor, cuando los descendientes de Raymond Chandler le propusieron resucitar a Marlowe, el mítico detective privado protagonista de los libros del escritor norteamericano.]
¿Los herederos de Chandler le pusieron alguna condición a la hora de hacerle el ofrecimiento?
No, ninguna. Si hubiesen puesto algún tipo de condición no hubiera aceptado y no hubiera escrito el libro. Me pidieron que lo hiciera y lo hice con absoluta libertad. Seguramente hubiera sido menos aburrido tener que luchar con ellos y ponerme rígido para lograr alguna cosa, pero la verdad es que fueron muy amables y confiados y todo discurrió de un modo muy tranquilo.
¿Qué le parece este resurgir de la novela negra? ¿Qué pensarían de este fenómeno autores como Hammett o el propio Chandler?
Hammet y Chandler escriben en un país muy joven, muy vivo, pero tienen algo de esa vieja sensibilidad europea. Esa mezcla crea una tensión maravillosa en su literatura. Mi libro es una novela romántica. No creo que el romanticismo esté muerto. Sigue vivo todavía. Todos somos románticos. Tenemos nostalgia de la infancia. En el fondo todos somos almas perdidas en un mundo de mayores.
Me parece muy bien este resurgir de la novela negra, aunque en realidad no leo mucho este tipo de literatura. Pero las novelas negras actuales que leo no me gustan. Por ejemplo, no me gusta nada Stief Larsson, que creo que hace unos libros falsos, obscenamente falsos. Estos obras son cada vez más violentas. Obsesionadas con buscar nuevas maneras de matar a chicas jóvenes y a niños. Una carrera horrible para llegar a la cima de una montaña muerta.
¿Hay diferencias entre su literatura y la de Chandler? ¿Y entre su detective Marlowe y el de él?
La novelas de Chandler son novelas negras, en tanto La rubia de ojos negros es una novela histórica. Eso es una diferencia notable.
No tenía intención de hacer un inspector Marlowe propio, mío, pero en la BBC están leyendo novelas clásicas y tuve oportunidad de oír dos de Chandler y al oírlas me di cuenta de que el Marlowe sobre el que yo he escrito es diferente, pero no lo hice de forma intencionada. El Marlowe de Chandler a veces tiene un tono brutal. Creo que en realidad Marlowe no es así y finge esa brutalidad. Por el contrario, el mío nunca es brutal y no tiene que fingir.
¿Más blando el suyo?
Prefiero distinguir entre fuerte y duro. Él finge ser duro pero por dentro es blando. Incluso con los peores criminales siente cierta empatía, cierta tristeza cuando piensa en sus vidas. Creo que mi Marlowe es un romántico blando aunque utilice una voz dura.
En este libro, Marlowe está sobrepasado por el amor, anclado a la posibilidad de que esta mujer tan sofisticada, tan bella, pudiera estar enamorada de él. Pero la tragedia es que no. Que en realidad está utilizándole: Marlowe es un personaje triste que no tiene nada ni a nadie. Creo que en el fondo es un buen hombre. No tiene amigos, ni familia y vive en una casa alquilada. Salvo un tablero de ajedrez no tiene apenas bienes. Vive una vida solitaria, es muy melancólico y por no tener no tiene ni un gato, como el que tenía Chandler. Pero al tiempo es un hombre valiente, un aspecto que yo quería destacar en mi personaje.
Sin embargo, coinciden Black y Chandler en el papel crucial de las mujeres en sus libros…
Las mujeres son algo que los hombres no son. Entonces, en la época que reflejan nuestros libros, aquellos en los que aparece Marlowe, las mujeres todavía llevaban ligas y sujetadores que acababan en punta. No sabíamos cómo era realmente el cuerpo de la mujer. Incluso en Irlanda llevaban una especie de corpiño que se enrollaba en el cuerpo y convertía el trasero de la mujer en un sólo glúteo. Era pues una aventura quitarle la ropa a la mujer para ver cómo eran por debajo y descubrir que son más bellas sin la ropa que con ella. Ésta es una visión muy romántica de la mujer pero la realidad es que al pobre Marlowe las mujeres siempre le traicionan y sufre grandes desencantos. Personalmente adoro a las mujeres. A todas. Las considero una especie de diosas.
Volviendo al cine y considerando que casi todas las adaptaciones cinematográficas de las obras de Chandler, salvo El sueño eterno, dejan bastante que desear, ¿cree que la suya saldría mejor parada; a quién ve como protagonista?
La veo con George Clooney como Marlowe. Seguro que haría un papel maravilloso porque es un hombre melancólico y romántico. Es un actor con cerebro, el Gary Grant de nuestra época. Por tanto creo que podría resultar una película interesante porque la historia es muy cinematográfica. Por otra parte hay que tener en cuenta que lo que puede conseguir la imaginación es mucho más que lo que puede conseguir la investigación y lo que puede físicamente plasmarse. En cualquier caso soy fácil de seducir y si se trata de un proyecto potente y atractivo, que además dé dinero, ¿por qué no?
¿En qué está en este momento?
Estoy metido en un libro de Banville que espero terminar antes de que acabe este año y, si tengo el valor suficiente, espero escribir otro de Black en el que el tema central será el mundo contemporáneo. Pero vamos a ver cómo suceden las cosas.
Continuando a Chandler…
La rubia de ojos negros. Década de los cincuenta. El detective Philip Marlowe se siente tan inquieto y solo como siempre. Su negocio vive horas muy bajas cuando irrumpe en su despacho una nueva clienta: joven, rubia, hermosa y elegante, Clare Cavendish, la rica heredera de un emporio de perfumes, que pretende que Marlowe encuentre a un antiguo amante.
Banville/Black pone su pluma al servicio del espíritu de Raymond Chandler por encargo de sus herederos y resucita al legendario detective privado (ese hombre que no conoce a las mujeres, pero tampoco se conoce a sí mismo) para embarcarlo en una nueva y peligrosa aventura en las calles de Bay City.
Benjamin Black es el seudónimo de John Banville. Banville ha trabajado como editor de The Irish Times y es habitual colaborador de The New York Review of Books. En 2005 obtuvo el Premio Booker con El mar, consagrada además por el Irish Book Award como mejor novela del año.
Entre sus obras destacan también El Intocable, Eclipse, Imposturas, Los infinitos y Antigua luz.
Bajo el seudónimo Benjamin Black ha publicado El lémur, de la serie de novela negra protagonizada por el doctor Quirke adaptada a la televisión por la BBC británica. Además: El secreto de Christine, El otro nombre de Laura, En busca de April, Muerte en verano, Venganza y la esperada La rubia de ojos negros, que, como se ha apuntado, ha escrito por invitación de los herederos de Raymond Chandler, el creador del detective Marlowe.
La rubia de ojos negros
Benjamin Black
Traducción de Nuria Barrios
Alfaguara
326 páginas
19,50 euros
e-book: 9,99 euros