«Yo nací con el cine dentro», dice con una sonrisa María Dolores Gutiérrez en su despacho de Cinevent, la correduría de seguros que dirige, especializada en riesgos audiovisuales. Ubicada en Majadahonda, la oficina de Gutiérrez está decorada con los carteles de algunas de las películas que ha asegurado: Celda 211, Lo imposible, Ágora… Una carrera labrada a través de la confianza que dan 25 años en el sector.
Para Gutiérrez, su labor no consiste únicamente en la colocación de un riesgo en una compañía de seguros, sino en estar al lado del equipo cada día, resolviendo cualquier conflicto que pueda surgir. Ser una más del equipo, en definitiva. «A mí personalmente me gusta trabajar el proyecto con los mismos elementos que el resto del equipo de producción y realización de la película: el guión, el plan de rodaje y el presupuesto».
Una corredora de seguros hace notar su labor, desgraciadamente, cuando algo sale mal. Algo parecido le sucede a Uge Cuesta, script, que comenta con sorna la visión tan limitada que algunos tienen de su profesión. «Lo del cigarro y el vaso», ríe. Más allá de mantener la continuidad en cámara del trabajo de varios departamentos, la labor de Cuesta consiste, además, en llevar un registro de las tomas buenas y malas para agilizar el trabajo de montaje. «Y estar ahí como mano derecha del director y los demás departamentos», añade.
A lo largo de una carrera que incluye títulos como Arrebato, Divinas palabras y Bajarse al moro, Cuesta ha tocado varios palos en la industria debido a las normas del sindicato para ascender: seis películas como meritoria para lograr el carné de auxiliar, seis películas como auxiliar para conseguir el rango de script, etc. Experiencia similar a la de Paco Ardura, que llegó a alcanzar el rango de jefe de producción, labor que ejerció en dos películas, aunque no fue por lo que acabó decantándose.
El veneno del cine
Delineante proyectista, Ardura pronto descubrió que lo suyo no era estar sobre un tablero catorce horas diarias. El azar quiso que, haciendo el servicio militar en Larache (Marruecos), participara como figurante a caballo en Zarak, cinta de aventuras de Terence Young. Envenenado por el cine, comenzó a labrarse una carrera como coordinador de semovientes, esto es, encargado de proporcionar y controlar a los animales que intervienen en las películas.
Aunque su carrera pasa por producciones como ¡Ay, Carmela! y Lázaro de Tormes, una de las imágenes más llamativas de Ardura es una en la que acompaña a Arnold Schwarzenegger, ataviado éste como el mismísimo Conan, el bárbaro. Ardura, que trabajó en la cinta de John Milius, rodada en localizaciones españolas como Almería, aún lamenta que la segunda parte, proyectada para su rodaje en España, finalmente se trasladara a los mexicanos Estudios Churubusco ante la falta de estudios adecuados en nuestro país para construir los decorados necesarios.
Ardura, en cuya finca de Daganzo (Madrid) tiene caballos de pura raza, burros, mulas, bueyes y una impresionante colección de carruajes, cuádrigas y monturas (entre las que se incluyen la que utilizó Pancho Villa, fabricada en plata, y las de la Guardia Mora que escoltaba a Franco), ya está jubilado, pero sigue teniendo el gusanillo, al igual que Rafael García Martos, que deja tras de sí una larga carrera. «Empecé en el año 58 y he terminado en 2008. He estado 50 años», resume este eléctrico desde Cinetel, empresa de alquiler de material audiovisual que ahora regenta su hija Susana, aunque él sigue paseándose por esos pasillos llenos de focos y echando una mano cuando es necesario.
La labor de García Martos durante esos cincuenta años ha sido la de iluminar los decorados en función de las indicaciones de los directores de fotografía con los que ha trabajado: Cecilio Paniagua, Manuel Berenguer, José Luis Alcaine, Javier Aguirresarobe… Una profesión en la que el entendimiento con otros profesionales hace que el trabajo fluya «con más celeridad y armonía». «Y tener gusto por la luz», añade, «que eso ya no es una profesión; es innato».
García Martos recuerda con emoción algunas de sus hazañas. «Yo te daba a ti una noche en la nieve de las seis de la tarde a las ocho de la mañana». Ratos duros, pero muy buenos momentos que brinda una profesión que engancha. Confíen en su palabra. No por nada llegó a dejarla dos veces para volver, impelido por la magia del cine. Sus ojos brillan al reconocer que siente nostalgia. «Hoy, que han cargado para Almodóvar», cuyo equipo técnico ha recurrido a García Martos para el material de Silencio, «y tú no te vas al rodaje, lo echas un poco de menos».
En la oscuridad
A quien le viene de familia es a Nieves Maroto, distribuidora, cuyo padre, que empezó como botones, continuó como viajante de películas y llegó a fundar su propia empresa de distribución, en la que dio sus primeros pasos. Maroto estudiaba Derecho cuando empezó a trabajar con Enrique González Macho, que por aquel entonces abría su primer cine y comenzaba su andadura con Alta Films, ya desaparecida, que en aquel momento sólo distribuía cine soviético.
Maroto, que ahora edita la revista digital Clapp, se ha labrado una carrera cuyo génesis era anterior al rodaje de cada película, decidiendo qué estrategia de marketing seguir para venderla. En sus años en Alta Films ha trabajado para llevar a los espectadores cintas como Los chicos del coro, La vida de los otros, The artist y, en los últimos tiempos, The Master y Dos días en Nueva York. «Hemos distribuido sobre todo películas españolas y cine europeo o americano independiente». Aunque no siempre era fácil llegar al público, «de vez en cuando teníamos alguna que daba muchas satisfacciones».
Estos cinco profesionales son parte de la historia de nuestro cine, una parte oculta y que no suele llamar la atención, pero necesaria para que las películas sean una realidad. Y cargada de grandes historias. Desde el tren de Pim, pam, pum… ¡Fuego! que descarriló por un error de cálculo a ese actor que, al montar a caballo, era incapaz de articular palabra. Por no hablar del dichoso tractor que aparece en Tierra, de Julio Medem, casi imposible de asegurar.
María Dolores Gutiérrez da la clave de su profesión, de estas profesiones ocultas del cine, sin perder la sonrisa. «A veces las cosas más complicadas no son las que más se ven en pantalla, sino las que quedan en la oscuridad».