Huidobro enmarca esta máxima del genio alemán para sintetizar la evolución artística del que considera «uno de los grandes maestros de la historia del arte y un innovador al que en gran medida le debemos la creación y la introducción de la técnica del grabado en el arte. Su huella es inmensa, inmensa…».

Durero, apunta la responsable de la exposición, fallece el 6 de abril de 1528 sin llegar a cumplir los 57 años legándonos, en una vida artística relativamente corta, además de sus magníficas pinturas, toda esta deslumbrante obra que ahora podemos contemplar en Madrid. 

¿Todas las obras que se exponen son propiedad de la Biblioteca Nacional de España?

Así es. La colección de la BNE de la obra grabada de Alberto Durero es de enorme importancia tanto por su calidad como por el número de obras de este artista que conservamos. En consecuencia, todos los fondos de esta muestra, las 116 estampas y los seis libros, pertenecen a la BNE y en ella están sus mejores grabados.

El total de los grabados atribuidos a Durero es de unas 100 estampas en metal y más de 200 xilografías, más tres tratados de arte ilustrados y grabados dispersos en buen número de libros. En conjunto, la BNE conserva 69 buriles, tres aguafuertes y unas 150 xilografías, más algunas ilustraciones a él atribuidas y sus tres tratados. De todos esos grabados hay, en muchos casos, varios ejemplares, con lo que el número total ronda las 500 estampas.

La mayoría de estos fondos procede de la colección de Valentín Carderera adquirida por el Estado en 1867 y que fue el origen del Gabinete de Bellas Artes de la BNE. Nuestra colección es una de las mejores del mundo. 

¿Qué obras puede contemplar el visitante?

Básicamente, las mejores obras de Durero. Entre ellas, las series religiosas como El Apocalipsis, La Pasión o La vida de la Virgen, que las tenemos completas. Por ejemplo, de El Apocalipsis, está expuesta la portada y cinco estampas, y cuatro de la Virgen, otras cuatro de la Pasión grande, y ocho de las dos pasiones pequeñas.

Entre las xilografías, el Rinoceronte y entre las estampas sueltas figuran Adán y Eva y sus tres obras maestras del buril: La Melancolía, San Jerónimo y El caballero, la muerte y el diablo. De esta última se dice que es una alegoría de su propio carácter, una especie de retrato espiritual. Se le consideraba, y él mismo se tenía, por un hombre melancólico y todo lleva a pensar que tenía muchos altibajos de ánimo. En La Melancolía aparece un cuadrado mágico, con números, que se sumen como se sumen, siempre dan como resultado 34. No se ha descubierto exactamente el significado que él le daba a ese número.

Entre los libros expuestos podemos destacar la portada del incunable de San Jerónimo, que se cree que es el primer grabado realizado el artista. Además y aparte de las obras de Durero, se muestran también las de algunos de sus artistas contemporáneos, como Lucas Cranach, Hans Holbein o Albretch Altdofer.

La imagen que abre la muestra y el catálogo es la del mítico rinoceronte que tiene una historia curiosa…

Y tanto, pues a lo largo de los 56 años de su vida Durero jamás vio un rinoceronte. Éste, que dio origen a su famosa xilografía, fue un regalo de un sultán de la India al rey de Portugal. Este rinoceronte fue expuesto en Lisboa en la Torre de Belem e incluso se organizó un espectáculo de lucha enfrentándolo a un elefante. Una pelea que no llegó a producirse pues, asustado, el elefante huyó. Alguien dibujó al animal y tomó notas de sus características en un apunte que llegó hasta Durero y del que éste se sirvió para elaborar la imagen que durante siglos, hasta bien entrado el XVIII, fue la referencia que el mundo occidental tuvo sobre el animal que, por cierto, no tuvo un buen final pues el barco que lo trasladaba a Italia, como regalo del rey de Portugal al papa, naufragó. Una vez rescatado, aunque muerto, el rinoceronte fue disecado y así llegó hasta Italia.

El emperador Maximiliano fue el gran mecenas de Durero. ¿Es así?

Fue una relación intensa que dio muchos frutos para el arte. El emperador comprendió que el arte del grabado era una excelente forma de dar a conocer tanto su persona como su imperio. Potenció de forma muy decidida a los artistas que desarrollaban esta técnica y, entre ellos, claro, destacaba Durero, al que otorgó una pensión vitalicia. De esta relación surgieron obras como El arco triunfal y Cristo en el Monte de los Olivos.

¿Pero fue El Apocalipsis la obra que le dio a conocer como gran artista y maestro?

En aquella época, a finales del siglo XV, se produjeron varias epidemias que provocaron mucho sufrimiento. Eso unido a una serie de hechos como el nacimiento en Alemania de un cerdo con dos cabezas llevó a muchas personas a pensar que el mundo iba a acabarse con la llegada del nuevo siglo. Ante esa situación Durero ideó y realizó El Apocalipsis, su primera gran obra, que ya desde el primer momento se hizo muy célebre.

¿Cuáles fueron los referentes del artista?

Leonardo Da Vinci fue uno de sus grandes referentes, y Verrochio, que fue el maestro de Da Vinci. Las ideas de éste último sobre el hombre, sus ideas sobre las proporciones… fueron de gran influencia en Durero, que al igual que Leonardo quiso ser un artista, un creador total como apunta el hecho, por ejemplo, de que realizase un libro sobre fortificaciones en el que firma, también, como arquitecto. Ese libro lo realizó por encargo del hermano de Carlos V, que gobernaba en Austria, dando ideas para protegerse de los turcos, que acechaban Viena.

¿Ha señalado usted que Durero era persona obsesiva?

Sí, una de sus obsesiones era la del amor acechado por la muerte. Por aquel entonces existía una gran preocupación por las enfermedades sexuales, el amor se relacionaba un poco con la muerte, y Durero plasma esa creencia en sus obras, como en aquella en la que se ve a una pareja en actitud cariñosa y detrás se vislumbra una figura que representa a la muerte acechando. Se considera que es una especie de autorretrato del propio artista.

¿Fue un hombre culto?

Todo lleva a pensar que sí. Se codeaba con gente muy importante y erudita. Perteneció a círculos humanistas y al Consejo de Núremberg y en vida llegó a ser persona muy respetada y reconocida. Además de artista muy minucioso y perfeccionista fue un gran estudioso que reunió una gran biblioteca de mucho interés.

Y hombre atento al entorno que utilizaba su sabiduría y su obra para dar contestación a los problemas terrenales…

Efectivamente. En una de sus etapas artísticas se vuelca en las obras sobre costumbres, en la vida diaria, en la problemática de su tiempo. En una estampa se ocupa de las parejas desiguales, una jovencita que se casa con un hombre mayor por cuestiones de dinero. También destacan sus temas alegóricos, mitológicos, y, sobre todo, religiosos…

Obsesionado también por la proporción en el cuerpo humano…

Esa obsesión la tuvo desde muy joven y la mantuvo durante toda su existencia. Su último tratado es Los cuatro libros de las proporciones del cuerpo humano, que constituye un compendio de todos sus estudios sobre la figura humana desde su juventud. Al principio intenta buscar la perfección en el cuerpo humano, las proporciones ideales tratando de encontrar la belleza absoluta, como en el buril Adán y Eva que eran, para él, los personajes ideales. Posteriormente se interesaría por todo tipo de cuerpos de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, altos y bajos, gordos y delgados… Todo eso lo refleja en su tratado último. En definitiva, con el tiempo asumió y divulgó que la expresión suprema de la belleza es la sencillez.

 

Madrid. Durero grabador. Del Gótico al Renacimiento. Biblioteca Nacional de España.

Hasta el 5 de mayo de 2013.

Comisaria: Concha Huidobro, jefa de la Sección de Grabados del Servicio de Dibujos y Grabados de la BNE.