El mejor homenaje que podemos hacerle a la película es pasear un rato por el Jardín Botánico de Madrid admirando la naturaleza que nos rodea, buscando el sol de mayo para dejar atrás el frío de una habitación. Preguntamos a uno de sus trabajadores dónde podemos encontrar un banco y nos señala un camino. Damos con uno al sol. Frente a nosotros se yergue orgulloso un árbol cuyo nombre no alcanzo a saber. A Laverty y a mí nos parece el lugar idóneo para hablar, así que nos calzamos gafas de sol y saco mi libreta.
¿Cómo le surgió la idea de la película?
Leí un artículo, debió ser hace una década, durante el tiempo del boom. Lo que me fascinó es esta idea de un árbol de casi dos mil años creciendo allá en su comunidad. Un olivo necesita cultivo, así que necesita la ayuda de la comunidad. El árbol, en simbiosis, le da comida, calor, salud, aceite a la comunidad. Durante dos mil años existía esta simbiosis, uno dándole nutrición al otro, y un día llega un rico con mucho dinero durante el tiempo del boom y dice “este tronco me gusta. Lo quiero para mi restaurante o mi banco o mi compañía”, y lo llevaron a China, Oriente Medio, Norteamérica, el norte de Europa. Me pegó en la tripa. El olivo es también el árbol de la Biblia, de Picasso, de la paloma. Tiene una fuerza simbólica. Pensé que tal vez a través de este arrancamiento del árbol podíamos reflexionar sobre muchas cosas.
Entonces Iciar (Bollain) y yo estábamos ocupados en otros proyectos; yo trabajo mucho con Ken Loach. No tenía tiempo de seguir, pero este árbol no me dejaba en paz. Entonces tuvimos la oportunidad de viajar a este área. Ver los árboles en carne es muy distinto de una imagen. Las formas, cómo es la estructura… Un experto acaba de decirnos que cuando arrancaron algunos olivos descubrieron los restos de los patriarcas romanos que fueron sepulcrados ahí. Me impresionó mucho y hablé con muchos activistas que están intentando proteger este patrimonio, gente muy generosa que me invitó a compartir la cosecha con ellos, me explicó cómo el ritmo del año iba al compás del árbol, y que compartía su vida, sus esperanzas, su conexión con la tierra con el árbol.
También me presentaron a gente que sufrió después de haberle arrancado sus árboles. Me pareció como una base para reflexionar sobre el boom en España, la crisis, cómo valoramos nuestras relaciones con la familia, la comunidad, el país. Pero un árbol no hace un guion. Tienes que imaginar los personajes. Ese es el gran desafío, buscar la armonía entre ese mundo y los personajes. Busqué casi una fábula.
Precisamente una de las claves de El olivo es eso, que está narrada a modo de fábula, de cuento. ¿Por qué tomó esa decisión?
Esa era mi intención, porque no es un manifiesto político, no es una denuncia sobre los árboles, porque no quiero demonizar a la gente que ha perdido o vendido sus árboles porque entiendo que hay una crisis en el campo, se gana muy poco dinero, es muy difícil ganarse la vida, el aceite no es apreciado, especialmente el de estos árboles viejos que tienen menos olivos. La verdad es que entiendo por qué los sacan para poner cinco en su lugar porque hay más productividad. Así que creé algo más sutil, con matices, para entretenernos, pero también para hacernos reflexionar sobre nuestras relaciones.
«El hecho de empezar es un paso muy valiente»
La película se refiere varias veces a la calma con la que crecen los olivos, que llevan siglos observando en silencio los errores del ser humano.
Creo que han sido testigos de las cosas más bonitas y más feas. En 1.500 años han visto la expulsión de los judíos y los árabes, la Guerra Civil… Un agricultor me dijo que durante las Guerras Carlistas había alguien que se escondió dentro del hueco de un árbol. A través del boca a boca se ha ido contando generación tras generación estos cuentos que me fascinan.
Creo que estos árboles han visto de todo. Cuando hablan entre sí pienso que se dicen “estos seres humanos, madre mía, qué locos son”. Hay una escena, cuando Alma está dentro de los olivos, viendo cómo hablan entre ellos. Esta escena me encanta, me sugiere que tienen una capacidad de comunicarse más allá de lo que pensamos.
¿Cree que nos falta conciencia con la naturaleza?
Solo tienes que ver el estado del mundo para darte cuenta. Mira cómo está China ahora. Todo el mundo está hablando de su crecimiento brutal, que es bueno para la economía, pero la gente en la capital casi no puede respirar, es un peligro para su propia salud. Es tan tonto, tan estúpido, tan brutal, tan triste… ¿De qué vale el crecimiento económico allá cuando estás destruyendo a tus propios niños, sus pulmones, por el aire que están respirando? Estamos envenenándonos a nosotros mismos. Esto demuestra absolutamente la locura de nuestro equilibrio económico y humano. Por eso me encanta la idea de renovación que deja la película al final. Necesitamos una renovación radical, y ahora es interesante reflexionar con las elecciones que vienen.
Llevamos sufriendo un 20% de desempleo durante 5 años. Donde yo vivo ahora, en Edimburgo, creo que hay 12.000 españoles, graduados de la universidad sirviendo cafecitos en los bares. Me da mucha pena. Esto no funciona. Tenemos que imaginar otra manera de vivir, de compartir la riqueza para dar sostenibilidad a las comunidades y que la gente pueda vivir en comunidad. No es fácil; contestar a todo esto es un gran desafío, es muy difícil y complejo, pero necesitamos reflexionar, renovarnos. Necesitamos un plan y una idea de cómo vamos a compartir. Creo que ese es el gran desafío al que nos enfrentamos ahora, no solo en España, sino en toda Europa.
Una idea que vertebra El olivo es la de que la gente humilde se ayuda entre sí. ¿Cree firmamente en ello?
Me gusta esta frase de Alma, la protagonista: “A veces te tienes que lanzar de cabeza, y la gente te ayuda por el camino”. El hecho de empezar es un paso muy valiente. Empezar es un don porque mucha gente tiene planes, tiene instinto para hacer algo, pero tienes que lanzarte. Esa idea me gusta. Creo que cuando lo haces descubres mucha generosidad. Muchas veces campañas de cualquier injusticia empiezan por algo chiquitito, como Amnistía Internacional, por ejemplo, con un par de personas pensando “voy a escribir una carta a este hombre en la cárcel”, y mira cómo está ahora; tiene una fuerza poderosa por todo el mundo, pero empezó con un par de personas imaginando el dolor de otra persona y esa sensación de “no podemos hacer nada”. Pero en realidad sí podemos hacer mucho, pero necesitamos organizarnos, tener fe y buscar ayuda. Creo que las personas de ahora estamos demostrando que nuestra capacidad de comunicarnos es maravillosa, y hay muchas posibilidades en eso.
«Necesitamos una democracia de verdad»
Los protagonistas de la película combaten contra un entorno hostil, pero también contra ellos mismos.
Cada persona es un mundo. Lo que me gustan son las contradicciones. Los santos no me interesan mucho; son muy aburridos, solo tienen una dimensión. Pero Alma es una chica con mucha capacidad, inteligencia, sentido del humor, tiene chispa. Tiene mucho valor, pero a veces tiene miedo. Y también es manipuladora, miente como una loca, es muy punki, muy áspera a veces. Es muy cruel a veces con sus seres queridos. Pero la entiendo. Ha sufrido mucho con su padre. Hay una referencia a un abuso sexual que sufrió donde estaba trabajando cuando era adolescente y no fue apoyada por su padre. Tiene mucho cariño por su abuelo, pero siguiendo con las contradicciones, el abuelo es buenísimo con ella, pero muy duro con sus propios hijos. Uno dice que tiene más amor para los árboles que para sus propios hijos.
El personaje de Javier Gutiérrez tiene sus contradicciones también. Durante el boom miente a su mujer, a sí mismo, pero ahora está intentando entender su mundo, y su proceso de intentar entender me toca. Es un hombre pequeño intentando entender su entorno. Es un gran desafío.
Y el personaje de Pep Ambròs también tiene sus contradicciones. Es un hombre muy amargado. Durante su juventud tuvo un accidente que le hizo perder su carrera como futbolista y ahora ha aprendido muchas cosas, tiene una sabiduría que va más allá de sus años.
Tenemos una mezcla heterogénea de personajes. Disfruté el viaje con ellos porque cada uno tiene una relación distinta con su entorno.
La historia de El olivo parte de una locura: viajar hasta Düsseldorf para recuperar como sea un árbol milenario. ¿Estamos en la época idónea para emprender locuras?
Eso es un poquito fábula, pero creo que tenemos que organizarnos porque ahora hay una concentración de poder político y económico que no habíamos visto antes. En esta élite, el porcentaje del 1% está controlando nuestro destino. Es fascinante. El poder que las grandes compañías tienen en relación a los medios de comunicación es brutal. He hablado con varios periodistas sobre cómo han echado a un periodista de Cadena Ser por haber revelado cosas de los Papeles de Panamá. Están perdiendo su trabajo. Y esto sucede ahora, en democracia. No estamos hablando de Rusia, estamos hablando de España, donde periodistas con integridad están perdiendo sus trabajos. Es una gran advertencia para nuestra democracia. Es una falta de democracia que estos periodistas pierdan su trabajo, y demuestra también la conexión entre las corporaciones, el poder político y los medios de comunicación.
Creo que necesitamos una democracia de verdad. Esto requiere desafiar esta fuerza que tienen las grandes corporaciones. Ahora por todo el mundo podemos ver que están pagando menos impuestos; solo tienes que examinar el récord de Amazon, por ejemplo. Los ciudadanos están pagando el 30 o 40% de impuestos, pero estas compañías grandes están pagando el 3 o 4% porque tienen un ejército de contables, de abogados, pero lo que me fascina es la arquitectura legal que les da la posibilidad de hacer estas cosas. La realidad es creada por ellos, y ellos quieren pensar que esto es lo natural. Ellos han creado esta arquitectura legal para favorecer el poder. Necesitamos usar nuestra imaginación, nuestra inteligencia, para desafiarlos, pero solos no podemos hacer nada. Necesitamos un debate transparente, abierto, creativo, para desafiarlos.
El final de la película deja una ventana abierta a la esperanza. ¿Ve esperanza en nuestro futuro?
¿Sabes? Los políticos piensan siempre a corto plazo, cinco años para recuperar el poder. Pero eso es lo bonito de un árbol, que han sido testigos de los últimos dos mil años. Para mí es fascinante como escritor sentarme aquí e imaginar qué tipo de vida vamos a tener en dos mil años. Dos mil años para el ser humano es un tiempo muy largo, pero si hemos leído un poquito sobre paleontología, no es nada. ¿Qué vamos a hacer con esta tierra maravillosa? Porque si continuamos devorándola como estamos haciendo ahora vamos a destruirla. O por lo menos el ser humano no puede sobrevivir como estamos devorando la naturaleza. Creo que debemos hacernos esa pregunta para sacar reflexiones.
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