El Museo Reina Sofía (Madrid) abre hoy al público una sala de su colección permanente que albergará, hasta el próximo septiembre, 35 obras de Óscar Domínguez (La Laguna, Tenerife, 1906-París 1957), además de un valioso material documental compuesto por revistas, libros, cartas y una maqueta, así como una filmación realizada por Alain Resnais sobre la figura del autor surrealista.
Este espacio que habitualmente está ocupado por importantes obras de Salvador Dalí ha quedado vacío al viajar sus obras al Pompidou de París para una exposición que llegará en abril a Madrid. Durante este tiempo será utilizado temporalmente para ofrecer al visitante una representación de dos tipos de creaciones de Domínguez relacionadas con la praxis surrealista: los objetos y las decalcomanías.
Objetos. Fue en París, en el año 1936, en la Exposition Surréaliste d’Objets, inaugurada en la galerie Charles Ratton de París, cuando Óscar Domínguez presentó sus primeros objetos. Despojándolos de su significado original, el artista conseguía dotarles de un nuevo sentido próximo al absurdo, que, sin embargo y a diferencia del ánimo destructivo inherente al dadaísmo, no dejaba de contribuir a la construcción del universo surrealista. En otra exposición celebrada también en París, en 1938 en la Galerie de Beaux-Arts –la Exposition Internationale du Surréalisme–, se incluyó un pequeño conjunto de objects trouvés que se presentan ahora en el Museo. Es el caso de Le Tireur, perteneciente a las Colecciones ICO. Además se muestra Jeux (1937), conservado en el propio Reina Sofía, junto a los cuadros-objeto Pérégrinations de Georges Hugnet (1935). Por último, la pieza 1955 (1955), cedida entre otras por el TEA (Tenerife Espacio de las Artes), cierra este conjunto de obras.
Tanto André Breton como Paul Éluard reconocieron la importancia de los objetos de Domínguez al incluir reproducciones fotográficas de algunos de ellos en el Dictionnaire abrégé du surréalisme para la Exposition Internationale de la Galerie des Beaux-Arts.
Decalcomanías. La decalcomanía fue descrita así por Bretón: «Extended, mediante un pincel grueso,gouache negro más o menos diluido en distintos puntos de una hoja de papel satinado blanco, que recubriréis inmediatamente con otra igual, sobre la que ejerceréis una ligera presión. Levantadla deprisa». Y fue él, junto a Eluard, quien atribuyó al artista tinerfeño la creación de esta técnica pictórica surgida en el seno del movimiento surrealista.
Estas imágenes que surgen directamente del subconsciente son manchas, figuras, fondos marinos, abruptos paisajes o nubes que atraviesan el cielo. El artista, en su papel de medium o buceador del subconsciente colectivo, queda equiparado, en cierto modo, a un adivino. Bretón consideraría este descubrimiento de Domínguez como un hito excepcional en el contexto del surrealismo y aseguraría que “el automatismo absoluto sólo pudo lograrse tras la aparición de la decalcomanía del pintor tinerfeño…».
A pesar de que Bretón dataría la invención de la decalcomanía en 1936, el artista canario ya había realizado su primer intento en el año 1934, cuando entró en contacto con el cenáculo surrealista. Domínguez llevaría a cabo su primer ensayo en este terreno al ilustrar la cubierta y la contracubierta de una publicación de Eduardo Westerdahl sobre el pintor Willi Baumeister editada por Gaceta de Arte. Estas ilustraciones se incluyen ahora en la muestra.
Automatismos. En 1937, Domínguez realiza una de las piezas más célebres llevadas a cabo por medio de esta técnica. Se trata de El árbol, también conocido como Drago, representación de un fósil hallado sobre una superficie mineral, espécimen arbóreo al que Bretón no dudó en atribuir aspecto ‘jurásico’ en 1935, durante su visita a Tenerife.
Tras las «decalcomanías sin objeto preconcebido» o «decalcomanías del deseo», vendría la segunda serie de obras realizadas por este mismo procedimiento, las «decalcomanías automáticas de interpretación premeditada». En ellas, a la técnica primitiva se le incorporan viñetas, plantillas e incluso algún cartón recortado, que darán como resultado un conjunto de obras con dos motivos principales: un león –especialmente el león-bicicleta, del que se encargará Domínguez– y una ventana, que elaboraría junto al artista Marcel Jean. Participando de diversas combinaciones, estos dos temas se situarán sistemáticamente sobre fondos brumosos y cielos sombríos bajo el título genérico de Grisou. El Reina Sofía recoge ahora una nutrida selección no sólo de los Grisou de Domínguez y Marcel Jean, sino del resto de la tipología de las decalcomanías creadas en solitario por el artista tinerfeño, hasta un total de una treintena de obras.
A partir de 1937, Domínguez aplicará al óleo los principios de la decalcomanía. La mayoría de los lienzos que incorporan esta fórmula suelen estar inspirados en motivos que rememoran la isla natal del pintor, bien sean representaciones que evocan la lava volcánica o fragmentos de escenas que semejan tenebrosos océanos. Gracias en su mayoría a la generosa colaboración del TEA, el Museo Reina Sofía ha reunido para esta ocasión un pequeño pero muy interesante grupo de este tipo de obras del artista: Les siphons (1938), Apparition sur la mer (1939), Apocalypse (1956), Delphes(1957) y Nature morte (1954).