El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha inaugurado la mayor exposición antológica del pintor, dibujante y escultor Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932). La muestra, que lleva como título Fernando Botero. Celebración, reúne 80 obras –realizadas en los últimos 65 años– y llega al museo bilbaino tras su paso por el Palacio de Bellas Artes de México, donde fue visitada por más de 250.000 personas.
Fernando Botero comenzó a trabajar en 1948 como ilustrador en el diario El Colombiano de su ciudad natal. Tres años más tarde se trasladó a Bogotá, donde celebró su primera exposición individual. De formación básicamente autodidacta, en 1952 estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y frecuentó el Museo del Prado.
Estilo único
Los años siguientes viajó por Francia e Italia, y en Florencia se interesó por la pintura al fresco. Regresó a Bogotá en 1955 y poco después viajó a México, en donde conoció el muralismo mexicano de Diego Rivera y José Clemente Orozco, y también la obra renovadora de Rufino Tamayo y José Luis Cuevas.
Poco a poco, esas influencias irían desapareciendo, al mismo tiempo que Botero configuraba un estilo personal, caracterizado por la exaltación del volumen y por un vitalismo burlón con el que plasma motivos que giran siempre en torno a la condición humana: la vida tradicional colombiana, los personajes históricos, el bodegón, la vida burguesa, el circo y los toros… En 1960 se instaló en Nueva York y comenzó una serie pictórica dedicada a los grandes maestros de la pintura: Leonardo, Rubens o Velázquez, entre otros.
Deliberada desproporción
Esta condición monumental y la deliberada desproporción de las figuras se suceden también en sus esculturas de representaciones humanas y animales, a las que dio inicio hacia 1973, año en el que fijó su residencia en París. A partir de ese momento, sus pinturas y esculturas son internacionalmente reconocidas y presentadas al público en numerosas ocasiones, como las célebres exposiciones de sus esculturas monumentales en los Campos Elíseos de París en 1992 y, al año siguiente, en Nueva York, Buenos Aires y Madrid.
La muestra, comisariada por Lina Botero y en cuya organización ha intervenido el artista de forma muy directa, da una completa idea de su trayectoria a través de un nutrido conjunto de obras, en su mayoría procedentes de su colección privada, distribuidas de forma temática. Composiciones vigorosas, formas opulentas y colores exuberantes que celebran la particular visión de la pintura del maestro Botero.