El Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge la exposición Giovanni Battista Piranesi. La memoria visionaria, que da a conocer a una de las mayores personalidades artísticas de la historia del grabado. Autor de una extensa obra, exclusivamente sobre papel y caracterizada por la perfección técnica y la fuerza visionaria, Giovanni Battista Piranesi (Mogliano Veneto, Italia, 1720–Roma, 1778) es uno de los principales dibujantes arquitectónicos de la historia del arte y el grabador más célebre e influyente del siglo XVIII, cuyo rastro artístico puede seguirse en la literatura, las estampas del propio Goya o en el cine de Fritz Lang, entre otros muchos. Su maestría como grabador es sólo comparable a las de Durero, Rembrandt, Goya y Picasso.
Son más de 250 grabados, principalmente de las series Carceri d’invenzione, Le antichità romaney Vedute di Roma, pertenecientes a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Cagliari (Cerdeña, Italia), que conserva una colección de 1.100 estampas de Piranesi, lo que supone, prácticamente, el catálogo completo de su obra grabada.
Plancha original
Adquirida en 1916, esta colección fue impresa en París en 1839 en el Atelier Firmin Didot. Las obras se encuentran en un estado de conservación excepcional y se muestran ahora al público por vez primera. Junto a las estampas se expone una plancha original de cobre grabada por Piranesi, cedida por el Instituto Nacional para la Gráfica de Roma, y amplia información audiovisual de carácter didáctico.
En nuestros días, la influencia de Piranesi procede, sobre todo, de la serie de aguafuertes de prisiones laberínticas conocida como Carceri d’invenzione, creada en Roma en 1745 tras una estancia en Venecia, aunque su origen se remonta a varias décadas atrás.
Vedute y capricci
A pesar de su empeño en definirse como ‘arquitecto veneciano’, Piranesi vio construido sólo un edificio proyectado por él y pasó apenas los primeros veinte años de su vida en Venecia. Allí acompañó a menudo a su tío materno Matteo Lucchesi, arquitecto y ‘magistrato delle acque’, a supervisar el estado de los sistemas hidráulicos de la ciudad, experiencia que pudo estar en el origen de las lóbregas visiones plasmadas en esta serie. Gracias a él, Piranesi conoció también a los mejores arquitectos y anticuarios venecianos de la primera mitad del siglo XVIII, de quienes obtendría el amplio repertorio visual que empleó en sus vistas topográficas (vedute) o en sus fantasías arquitectónicas (capricci).
Paradójicamente, las Carceri tuvieron escaso éxito en el momento de ser editadas, lo cual no ocurrió con las Vedute di Roma, aguafuertes con representaciones de la Roma antigua que alcanzaron gran renombre y fijaron de forma duradera la imagen posterior de la ciudad, a la que Piranesi llegó en 1740 formando parte del séquito del embajador veneciano en la corte del papa Benedicto XIV. Roma era entonces centro artístico y alto imprescindible en el viaje conocido como grand tour de artistas, escritores y diletantes, para quienes los grabadores producían las primeras ‘postales turísticas’, dando expresión a la pasión por las ruinas arqueológicas y el pasado monumental de la ciudad.
Precisión descriptiva
Piranesi tuvo aquí, en el taller de Giuseppe Vasi, su primera formación como grabador y en 1743 realizó su Prima parte di architetture e prospettive. Fijó además para siempre su proyecto artístico vital de exaltar la magnificencia de Roma a través de las docenas de estampas que más tarde se difundirían por toda Europa y, especialmente, en Inglaterra. Un año después regresó a Venecia para conocer la obra de Tiépolo y Canaletto, pero al poco tiempo estableció su residencia en Roma.
Desde la segunda mitad de la década de 1740 y hasta su muerte en 1778, Piranesi produjo 135 vedute, lo cual permite seguir su evolución técnica y estilística, desde la progresiva dramatización de sus estampas mediante los intensos juegos de luz y sombra hasta la distorsión deliberada en la escala de las figuras y elementos construidos.
Aura prerromántica
Terminó por concretar un estilo propio caracterizado por el trazo largo y nítido que describe pormenorizadamente cada elemento, la visión grandiosa del monumento, la cuidada perspectiva y un aura prerromántica que sugiere el paso del tiempo. Templos, anfiteatros, arcos, basílicas, fuentes, calzadas, acueductos, plazas, palacios, puentes… Nada escapa a la precisión descriptiva y a la obsesión anticuaria de Piranesi, que también se plasman en un variado catálogo de objetos decorativos que reinterpretan el lenguaje clásico: relojes, mobiliario, chimeneas, jarrones, lámparas, etc.
Poco antes de morir, Piranesi acudió con su hijo Francesco a Pompeya y Herculano, ansioso por conocer los nuevos descubrimientos arqueológicos que seguirían alimentando su pasión por la grandiosidad de la herencia romana.