Conde Duque (Madrid) acoge la exposición Sediments, en la que cinco artistas de las Islas Baleares realizan una mirada diferente, una reflexión más amplia, más profunda y, si cabe, más sincera sobre ellos mismos, sobre sus sueños y esperanzas, sobre aquello que permanece en el tiempo y en sus obras, sobre la libertad.
Esta mirada en el tiempo, tanto hacia atrás como hacia delante, desde su propio presente y con todo el bagaje acumulado durante décadas de trabajo y experiencias, es el que ha sedimentado en cada uno de ellos una forma de entender la vida y el arte.
Un total de 41 obras de pintura, escultura y fotografía componen la muestra de estos cinco creadores, organizada por el Institut d’Estudis Baleàrics.
– Vicenç Torres (Palma, 1950). De su rico universo, creado a lo largo de los años, plantea interrogantes sirviéndose de unos elementos, figuras o signos, y propone a través de ellos un viaje al futuro, acaso con la secreta intención de evaluar su comportamiento en otro contexto. El resultado es de tal contundencia –y sutileza– que el espectador no puede protegerse contra este estallido de energía, y se da cuenta, quizás demasiado tarde, de hasta qué punto estas obras también integran fragmentos de su propia memoria.
– Pep Canyelles (Palma, 1949), escultor, ha afinado todavía más en la investigación de la delicada belleza de herramientas y objetos que asociamos con la fuerza –a menudo con la fuerza bruta–. De la herrería familiar donde ha nacido buena parte de su obra escultórica, ahora salva del desguace piezas y herramientas para mostrar la poesía, para enseñar que el descubrimiento de esta poesía en los enseres cotidianos es también fruto de la creatividad, este antídoto contra los efectos del tiempo.
– Gerard Matas (Palma, 1945) retoma la aventura de los mecanismos fantásticos que mostró en 1979, atenuando el carácter lúdico para centrarse más en su solidez, en su serena y silenciosa materialidad. Aquellos mecanismos han sufrido una mutación que los ha hecho parecidos a los humanos. Engendran un misterio inquietante que crecerá en nuestra memoria: ¿son parecidos a los humanos, sólo? La serenidad y el silencio de su solidez guardan, aun así, una gran desazón, contra la cual no hay cobijo.
– Àngel San Martín (Palma, 1945), con la necesidad de añadir el «hacer» al «pintar», logra un punto de clarividencia empapada de lirismo que marca un hito en su trayectoria. En estas obras queda patente cómo, efectivamente, la madurez excluye el debilitamiento de la creatividad y/o la evasión del riesgo que caracterizan la decadencia. Y la permanencia de la creatividad y la asunción del riesgo afloran en unas obras que sentimos latir debajo de nuestra piel.
Y, documentando la obra de estos cuatro artistas, el fotógrafo Joan-Ramon Bonet (Palma, 1944) se fue empapando del espíritu de la aventura. En la investigación de aquellos elementos en los cuales se sostenía la filosofía del grupo, se encontró él mismo, también en la cumbre de la madurez y en condiciones de cotejar el futuro a partir de aquello que el propio pasado le ofrece como más valioso. Bonet ha enseñado a mirar durante cerca de cuarenta años; con él muchos han aprendido que las cosas visibles sólo son una parte de lo que registra la fotografía. Nadie como él ha sentido el aliento de la ausencia.