Coincidiendo con el centenario de la muerte del escritor irlandés Bram Stoker (1847-1912), Casa del Lector (Madrid) presenta una exposición centrada tanto en la figura del célebre autor como en el universo de su aún más célebre creación literaria, Drácula, así como de las fuentes que la originaron y de su posterior y aplastante influencia en diferentes ámbitos culturales, desde los más eruditos hasta las expresiones más conocidas de la cultura popular.
Drácula: monstruo sin reflejo analiza de manera exhaustiva el nacimiento y recorrido de un mito moderno a través de una extensísima bibliografía, carteles, cómics, obras de arte, películas, un ciclo de conferencias y un ciclo de música. La exposición cuenta con diferentes secciones que muestran al espectador la creación, desarrollo y posterior impronta de una obra que obtuvo un reconocimiento en nuestro país un tanto tardío, fagocitada quizá por las sucesivas adaptaciones a la gran pantalla, pero que fue un éxito clamoroso en el momento de su publicación, a la que alguien con méritos literarios tan indiscutibles como Oscar Wilde, llegaría a considerar como «la novela más hermosa jamás escrita».
Antes del monstruo
La exposición se abre con una sección centrada en los orígenes de una leyenda o superstición, la del vampiro, cuyo rastro se pierde en el Egipto, China y la Grecia antiguos (aunque en realidad existe en casi todas las culturas), continúa en la Edad Media con el terror provocado por la peste y la destrucción de los cadáveres de los infectados y el subsecuente pánico a las zonas de enterramiento, ya fueran fosas comunes o cementerios en general, y que renace con fuerza en el siglo XVIII gracias al carácter científico que le otorga uno de libros más conocidos sobre el vampirismo: Traité sur les apparitions des esprits, et sur les vampires, ou les revenants de Hongrie, de Moravie et C. (Tratado sobre las apariciones de los espíritus, sobre los vampiros o aparecidos de Hungría, de Moravia y C.), del monje benedictino Augustin Calmet, obra de culto incluida en la exposición en su edición de 1751 publicada en París por Debure.
El tema vampírico, y por extensión, fantástico, cobra especial relevancia en una selección de losCaprichos, los Desastres de la Guerra y los Disparates de Goya cedidos para la ocasión por la Calcografía Nacional. La representación de grandes murciélagos y vampiros sirve a veces como metáfora política o social, y otras subraya el carácter sobrenatural de la escena que se presenta ante el espectador, pero no deja de ser significativa su presencia en El sueño de la razón produce monstruos, Mucho hay que chupar o Soplones, representados en este último ejemplo como seres antropomórficos, así como en las alas de la bruja de Allá va eso o en el murciélago que distinguimos al fondo de la siniestra escena de Linda maestra.
Pieza excepcional
Pero no sólo Goya refleja en su obra el tema vampírico, de hecho, a lo largo del siglo XIX, bajo la influencia del final de romanticismo y la aparición de movimientos como el simbolismo, encontramos numerosos ejemplos que ilustran esta tendencia, como Dante et Virgile aux Enfers (1850), de William Adolphe Bouguereau, La pesadilla (1871) de Henry Fuseli, Lady Lilith (1867), de Dante Gabriel Rossetti o el fascinante Vampire (18931894) de Edvard Munch, que acompañan a los grabados a través de proyecciones en sala.
La exposición cuenta con una pieza excepcional alrededor de la que gira toda la muestra: una primera edición de Drácula, publicada en Londres en 1897 por Archibald Constable & Co. Incluye, asimismo, una selección de las ediciones españolas de Drácula, desde una editada en Barcelona en 1962 dentro de la colección Lay, que junto a la de Táber en 1969 se dirigían a un público juvenil, pasando por las publicadas por Bruguera en 1973 y por Anaya en la colección Tus Libros en 1984, constituyendo esta última para muchos adultos de hoy en día en el descubrimiento de la obra y de su autor en nuestro país, hasta la realizada por Juan Antonio Molina Foix para Cátedra en 1993 y la magnífica edición de Óscar Palmer Yáñez para Valdemar en 2005.
Bram Stoker
La vida de este autor nacido en la localidad irlandesa de Clontarf en 1847, matemático y funcionario al igual que su padre de la Administración Pública irlandesa antes que novelista y empresario teatral, discurriría sin grandes sobresaltos desde la infancia hasta la edad adulta, momento en el que, gracias a su trabajo como crítico teatral del periódico Mailde Dublín, entraría en contacto con Henry Irving, uno de los actores más importantes de su época y con el que mantendría una colaboración profesional y personal hasta la muerte de éste.
Irving adquiriría el Lyceum Theatre, del que Bram Stoker sería manager y responsable de las giras de la compañía teatral por Estados Unidos, donde entablaría amistad con Mark Twain y llegaría a conocer a uno de sus ídolos de juventud, Walt Whitman.
La relación entre Bram Stoker y Henry Irving, según algunos biógrafos como Barbara Belford, fue desigual, puesto que Irving consideraba a Stoker su empleado y lo trataba de manera un tanto despótica: de hecho, vendería sin previo aviso el Lyceum Theatre, dejando a Stoker en una posición un tanto delicada. El fuerte carácter de Irving, así como su imponente presencia física, pudieron ser fuente de inspiración para Stoker a la hora de esbozar los rasgos del conde Drácula. La exposición muestra a través de fotografías y facsímiles correspondencia, documentos personales del autor así como imágenes del propio Irving.
El interés de Bram Stoker por lo oculto no deja de ser fruto de su época: si por algo se caracteriza la segunda mitad del siglo XIX en Occidente, y muy especialmente en Gran Bretaña, es por el desarrollo del proceso de industrialización y consiguiente transformación de las ciudades y del entramado sociológico sin vuelta atrás. Es época de hallazgos tecnológicos y científicos, exploraciones a tierras lejanas, transformaciones políticas y aparición de nuevas ideologías. Paradójicamente, también es el siglo del mesmerismo (al menos, literariamente, puesto que la doctrina es originaria del siglo XVIII), la explosión de las ciencias ocultas y el espiritismo como ejercicio de salón.
La exposición muestra una sección que, bajo el título La Biblioteca de Bram Stoker, ofrece al espectador un compendio de las obras que el propio autor utilizaría como documentación previa para la redacción de su novela, entre las que proliferan títulos sobre supersticiones, historia y descripción de los Cárpatos, Hungría y diferentes zonas como Moldavia, Transilvania o Valaquia, así como sobre el mesmerismo, tratados de medicina, interpretación de los sueños, propiedades de las piedras preciosas, fábulas y tradiciones marineras, los hombres lobo, mitos de la Edad Media… no es de extrañar, viendo el esfuerzo previo de estudio por parte de Stoker, que una de las características que comparte Drácula con otras obras maestras como Moby Dick o Nostromosea su capacidad para transportar al lector a un mundo, un tiempo y un espacio totalmente distintos, y sobre todo, creíbles.