El romanticismo convirtió el paisaje en tema pictórico y desde entonces artistas de todas las tendencias y movimientos han pintado campos, bosques, marinas y panoramas urbanos. Unos, para exaltar las relaciones de los hombres con la naturaleza; otros, para estudiar los efectos de la luz, los volúmenes o la geometría. Paisajes realistas, que retratan minuciosamente el mundo visible, y paisajes de vanguardia, en los que la pintura adquiere autonomía respecto a la realidad de las cosas. La exposición Rusiñol, Monet, Gauguin, Sunyer. El paisaje en la Colección Carmen Thyssen, que acoge CaixaForum Lleida, realiza un recorrido por la historia del paisaje en la pintura catalana y europea a través de 49 obras.
Desde el romanticismo de Théodore Rousseau y Lluís Rigalt, hasta los paisajes espectrales de Modest Cuixart, Joan Ponç y Antoni Tàpies, que, en la época de Dau al Set, a través del surrealismo, entroncaron con la tradición romántica. En medio, el simbolismo de Maximilien Luce y Modest Urgell; el impresionismo y posimpresionismo de Claude Monet y Paul Gauguin, Joaquim Mir y Santiago Rusiñol; el retorno al orden de André Derain, Matisse y Pierre Bonnard, de Joaquim Sunyer, Rafael Benet y Josep de Togores; y la visión vanguardista de Georges Braque, Fernand Léger y Joaquín Torres-García.
Esta exposición pretende poner de relieve los contactos entre la pintura catalana y las grandes tendencias del arte de su tiempo, y muestra la estrecha relación que siempre han mantenido, desde los primeros viajes de Martí i Alsina a París, en la década de 1850, hasta el éxito internacional de Miró o Clavé.
Soluciones plásticas
La muestra está organizada cronológicamente en torno a cinco apartados: «Naturalismo», «Del posromanticismo al simbolismo», «La mirada impresionista», «Nuevos clasicismos» y «Vanguardias». El recorrido se abre simbólicamente con la demolición de las murallas de la ciudad de Barcelona en 1854 y se cierra con la posguerra. Entre ambas fechas, el paisajismo catalán evolucionó desde el naturalismo de Martí i Alsina hasta el carácter fuertemente introspectivo de los lienzos de Tàpies, Cuixart y Ponç, pasando por el luminismo de Rusiñol y la imagen arcádica de Cataluña en la obra de Sunyer.
Tal variedad de soluciones plásticas evidencia que el paisaje, lejos de una simple imitación del entorno natural, es una construcción cultural acorde con los anhelos y creencias de cada época. No en vano es el paisaje el que da forma a nuestra imagen de la naturaleza, y no a la inversa.