Se trata de una amplia instalación que incluye un proyecto de investigación sobre la isla Sacca San Mattia de Murano, espacio que ha servido como vertedero de los residuos procedentes de la fabricación del vidrio y de los materiales de construcción de las obras realizadas en el centro histórico o en otras islas de la Laguna en Venecia.
La presencia española en la Bienal, que en esta ocasión ha contado con un presupuesto de 400.000 euros (casi la mitad que el año pasado), ha sido organizada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) con la colaboración de Acción Cultural Española (AC/E).
Urbanismo y especulación
La obra de Lara Almarcegui parte de la toma de conciencia de la ciudad, de sus descampados y de sus edificios como punto de partida para reflexionar sobre la evolución de la propia urbe y los elementos que la componen.
«Tengo un problema con el exceso de urbanismo que hay en todas las ciudades, me encuentro con la especulación en cada barrio al que voy y siempre tengo la sensación de claustrofobia. Es duro pensar que todo el espacio que nos rodea está predefinido de antemano y que nuestro único papel sea rellenar ese espacio con nuestra presencia. Hay otras alternativas», comenta Almarcegui.
Con proyectos comprometidos, como sus guías de ruinas modernas y de descampados urbanos, o sus montañas de escombros, la artista ha llevado su trabajo a ciudades como Londres, Beirut o Viena y ha participado en eventos internacionales de arte contemporáneo tan importantes como Manifiesta 9 (2012) o la Bienal de São Paulo (2006).
Dos proyectos, una ciudad
Almarcegui lleva a la cita italiana dos propuestas relacionadas que inciden en su línea de trabajos anteriores. Una de ellas aborda el espacio físico del Pabellón de España en los Giardini, mientras que la otra investiga un terreno vacío junto a la isla de Murano.
En el Pabellón, una gran instalación escultórica reacciona a la arquitectura del edificio construido por Javier de Luque en 1922, extendiéndose por todo su interior. Esta intervención está formada por montañas de diferentes materiales de construcción, los mismos y de igual cantidad que los empleados para erigir el propio edificio en el siglo pasado.
Como eje principal, una gran montaña -formada por escombros de cemento, tejas, y ladrillos convertidos en grava- ocupará su sala central, haciendo casi imposible acceder directamente a este espacio.
Otras montañas menores, hechas cada una de un solo material (serrín de madera, cristal y la mezcla de escoria y ceniza de acero), estarán ubicadas en las salas perimetrales, por donde el público podrá circular rodeando el montículo de mayor tamaño.
«Los materiales provienen de restos de demoliciones que, tras ser reciclados según el proceso de tratamiento de escombros de Venecia, se han transformado en grava», explica la artista sobre su intervención.
La isla de los escombros
A su vez, junto a Murano, Almarcegui ha desarrollado «Guía de la Sacca San Mattia, la isla abandonada de Murano, Venecia», una investigación en torno a una isla que se ha formado con escombros de cristal de la industria de Murano.
El proyecto consiste en el estudio de un descampado en dicha isla, en cómo se formó, su presente geológico y medioambiental, los proyectos que se han planeado para él y por qué estos no se han llevado a cabo.
Almarcegui desvela que «la investigación previa la he realizado a través de conversaciones con urbanistas y arquitectos de Venecia que me indicaron los planes que se van a llevar a cabo, de modo que pudiera localizar los descampados y terrenos vacíos que se van a ver afectados por estas transformaciones. Para seleccionar el más significativo realicé un recorrido por estas zonas».
«La Sacca San Mattia -prosigue la artista- me pareció el descampado más adecuado en el contexto de Venecia debido a su compleja y extraña configuración a partir de capas de restos de la industria del cristal y la construcción». Se trata de un antiguo vertedero abandonado creado entre las décadas de 1930 y 1950 con rellenos de escombros y dragados de la laguna.
Con 26 hectáreas de extensión sin construir, es el espacio disponible vacío más amplio de Venecia, lo que da lugar a toda clase de especulaciones y proyectos, como el controvertido proyecto de excavar un tren bajo la laguna para comunicar el aeropuerto con la ciudad, que tendría una parada en la zona.