Es la segunda vez que el artista canadiense visita la galería madrileña. En esta ocasión, Dzama se acerca para descubrirnos un lugar siniestro y mágico, ocupado por cabezas de animales teatralizadas, basadas en figuras enmascaradas, que captan nuestra atención y nos arrastran a una mitología cargada de surrealismo y fantasía.
En esta exposición suma a sus tradicionales dibujos de tinta y lápiz el pergamino de piano como soporte, además de esculturas de cabezas de bufones realizadas con papel maché, marionetas de colores que flotan en el aire y su nuevo vídeo, Une danse des bouffons, convirtiendo el espacio en un escenario místico y fastuoso.
Lúdica y perturbadora
El título de la exposición hace referencia al libro de Lewis Hyde, donde se da vida a la vertiente más lúdica y perturbadora de la imaginación humana, representada en la mitología como encarnación del engaño.
La exposición se mueve entre las múltiples referencias a la iconografía del cine de David Cronenberg, junto a las ya clásicas reminiscencias en la obra de Dzama a los grandes hitos del arte que van desde Duchamp a Picasso, pasando por Beuys u Orsler, consiguiendo una muestra donde lo macabro se descubre divertido.
Amor dadaísta
Une Danse Des Bouffons, estrenado en el Toronto International Film Festival, se presenta en esta ocasión en forma de vídeo-instalación, proyectándose junto a una serie de marionetas que generan una peculiar atmósfera oscura y mágica.
El vídeo narra una historia de amor dadaísta, inspirada por el cine expresionista en la que el Étant donnés de Marcel Duchamp vuelve a la vida. Una mosca se sienta entre la audiencia, una cabeza explota y sus miembros se separan, una criatura con manto negro y cuerpo híbrido genera una luz impactante, y una mujer (interpretada por Kim Gordon, miembro del grupo Sonic Youth) comunica a su amante que está atrapado en una pantalla de televisión. Todo ello a ritmo de la música de Arcade Fire.
El conjunto de motivos visuales a los que se evoca en el vídeo, como la muerte, el renacimiento, el concepto de identidad, la figura de los falsos profetas, la ilusión del amor, así como su fragilidad y la corrupción, se exponen a modo de espiral de energía visual dentro del vertiginoso juego del ajedrez propuesto por el artista.