Esta falsa prosperidad se refleja en los sueños rotos y es el trasfondo de esta historia. Los cuatro actores, a través de diferentes personajes, representan la absurdidad de la vida, las existencias desorientadas y la pobreza de espíritu. Y de ahí utilizar ‘inopia’ en el título de la obra, por su acepción de pobreza y escasez.
La obra cuestiona con lucidez no exenta de crueldad, ternura y humor negro sentimientos universales como el amor, la soledad, el deseo, el miedo, la esperanza o la identidad.
Según Guardamino, “la gente habla del cambio social, pero para eso tendría que cambiar nuestra forma de ser; la única libertad posible es liberarnos de nuestros deseos, ese es el drama: nuestro muro de las lamentaciones”.
Dinamismo y sencillez
La obra está formada por piezas que se suceden en una representación dinámica, mezclándose unas con otras. En clave tan dramática como cómica se representan historias más naturalistas con otras que cuentan con un componente más físico. El objetivo final es crear un mundo irreal y cerrado, que curiosamente hará que la historia sea más real, empática y cercana.
El director y dramaturgo vasco ha buscado la sencillez escénica, para ello se ha desarrollado una escenografía sobria, un mismo espacio donde se desarrollan las diferentes historias, con todo el atrezo a la vista. La sencillez se traslada también a los cuatro actores que interpretan, con el mismo vestuario neutro, varios personajes de distinta edad y sexo.