Los orígenes de este artista se remontan a 1989, época a partir de la cual comienza su desarrollo dentro del grafiti clásico, dejando su huella durante años en túneles, trenes y cualquier superficie apta para ser pintada. «Hubiera dado mi vida por vivir un año en Nueva York en los 80», solía afirmar.
Para él el grafiti es un sentimiento, «una gran enfermedad pero muy buena», algo que le empujaba a visitar ciudades sin ver un solo monumento, sino centrar su interés y objetivo en las cocheras de sus sistemas de transportes (metro o tren) y pintar.
Con el paso de los años, su técnica fue madurando y su personalidad tomó el relevo ampliando el formato y dando paso a murales realizados por todo el mundo, desde México hasta Japón. Spok es un viajero, un artista curioso que se interesa por todo, que se evade de la realidad para captarla y transmitirla mejor.