Cuando Guerreiro canta, el mundo parece detenerse en ese instante. El oyente se queda sólo con sus sentimientos. No hay nada ni nade más en la sala. Sólo entonces, la pureza de los mismos sale como el aceite que sube por encima del agua y lo inunda todo. La vida se vuelve fado y el fado un canto de vida.
Arte puro, en definitiva, que consigue embriagar hasta el límite, rozando a veces el mismísimo síndrome de Stendhal. Nada menos. Ella consigue todo eso. Recientemente condecorada por el estado francés con la ‘Orden de las Artes y las Letras’, este viernes, 31 de enero, a las 20.30 h, estará en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid para presentar su último trabajo.
El concierto en el Nuevo Apolo será muy parecido al que grabó en el Teatro Olympia de París, ¿qué sentimientos recuerda de esa noche?
Fue una noche mágica, muy emocionante y muy especial. En ese teatro se siente la magia y la energía de los grandísimos músicos, cantantes y artistas de todo el mundo que han estado sobre su escenario. Sentí una energía muy fuerte. Antes de subir estaba muy nerviosa, pero cuando tuve la primera toma de contacto con el público me sentí en paz. Llegué a abrir mi corazón, a dar y a recibir del público. Era una apuesta que tenía con cada canción. De principio a fin el público tenía unas ganas increíbles de tenerme muy cerca y eso me hizo sentir algo muy especial. Es algo que se ve muy bien en el DVD que acompaña el disco, sobre todo porque se ve mi cara, la expresión de mis ojos… Todas las emociones están ahí.
¿Por eso busca repetir esas sensaciones?
Un concierto nunca es igual a otro, pero mis músicos y yo tenemos los recuerdos de esa noche y muchas veces subimos al escenario intentando reproducir lo que pasó en el Olympia, lo que vivimos juntos. Creo que es siempre un buen principio.
«Se puede confundir la tristeza con la verdad de los sentimientos porque no se siente esa verdad todos los días»
¿El fado es mucho más que tristeza?
Sí… Es un canto del corazón, del alma, de la existencia humana que tiene que ver con todo lo que recibimos en la vida. En la vida está la tristeza, el dolor, las ganas de vivir, la belleza, el arte y todo lo que nos transmite inspiración. Todo eso sale del corazón cuando se canta el fado. Por todo eso, para mí el fado no es triste, es una canción intensa, muy intensa, que hace pensar en todo lo que a veces en el día a día no tenemos tiempo de pensar. Es muy fuerte y por eso se puede confundir la tristeza con la verdad de los sentimientos porque no se siente la verdad de ellos todos los días.
¿Se reconoce como una de las grandes representantes del fado mundial?
Creo que sí. Me ha llevado mucho tiempo sentirlo. Para mí lo que importa es cantar, cantar con toda la verdad, mi fado y mi país. Hoy entiendo que sí, que soy una de las más importantes y esto me llena de orgullo.
Amália Rodrigues y Dulce Pontes han estado muy presentes a lo largo de su carrera, ¿qué le ha aportado cada una?
Amália me ha dado la intensidad. Su voz es magnífica. Vivió de una forma muy curiosa. Era una mujer que no tenía estudios, que tenía una inteligencia por encima de lo normal. Todo lo que quería era ser artista, una gran artista. Tenía muchísimas ganas de hacerlo de una forma grande, no como las cantantes de fado del momento, que querían quedarse en Lisboa y que tenían las mismas oportunidades que Amália. Si embargo, ella dedicó su vida exclusivamente al fado.
Dulce Pontes es un amiga también. Su voz es increíble. Es una gran compositora y escribe muy bien. Me gusta la intensidad de su cante.
«Crecer en las Azores es muy especial. De ahí que sea una mujer que vive en permanente contemplación»
Nació en Sudáfrica y creció en las Azores… ¿eso la hace más o menos portuguesa?
Yo soy toda portuguesa. No hay un pedazo de mí que no sea portugués porque mis padres eran portugueses. Mi madre nació en Angola porque en esa época pertenecía a Portugal. Yo, por accidente, nací en Sudáfrica porque mi padre y mi madre tuvieron que salir por la fuerza de Angola y, como para muchísimos portugueses, la salida era por ese país. Mi madre estaba embarazada en ese momento. Once meses después salí para Portugal, para las Azores.
¿Cómo fue crecer en las islas?
Crecer en las Azores es algo muy especial. Forma una mujer del mar, una mujer que vive en permanente contemplación, que mira el mundo, a la gente y a la naturaleza con una profundidad que no es igual a la de quien habita en un continente. Crecer en una isla hace de nosotros, los isleños, unas personas muy profundas porque el mar nos hace profundos. No sabemos qué está detrás del horizonte y por eso tenemos muchas dudas y unas ganas de conocer el mundo mayores a las de alguien que vive en Lisboa, en Madrid o en una ciudad de Francia.
Encaminó su vida hacia el campo de la medicina, pero después decidió ser cantante de fado, ¿qué fue lo que sugirió ese cambio?
Nunca pensé en cambiar mi vida. Es algo que se gestó naturalmente cuando un día una persona de una casa de fados me escucha cantar, porque hasta ese momento cantaba sólo para mis amigos. Esta persona me invita a ir a su casa para que conozca más sobre el género, ahí me enamoro del fado y decido hacer algunas cosas pequeñas con esa persona. Un día fui invitada a cantar en el primer aniversario de la muerte de Amália Rodrigues y ahí sucedió el gran cambio de mi vida, aunque aún tenía claro que quería continuar con mi camino. Quería ser médico y no pensaba en cambiar. Después me propusieron grabar un disco y dije que sí porque pensé que un día podría enseñárselo a mi niños. Luego grabamos el segundo, después el tercero… Y ya hace 13 años que empecé.
Seguí trabajando como médico hasta que nació mi niña hace año y medio. No ejerzo desde que ella nació, pero las ganas de trabajar como médico continúan. No se deja de ser médico nunca.
«El fado no es solamente música»
¿Es diferente el fado que se hace todavía en algunos lugares de Lisboa al fado más turístico?
Hay casas de fado en Lisboa donde van los turistas que son más conocidas, pero hay otras que son más auténticas y que a mí me gustan más. Yo normalmente no canto en casas de fado, pero necesito ir para sentir y recibir su autenticidad. El fado no es solamente música. Tiene una magia y un misterio que se palpa dentro de estas casas y para mí es imprescindible encontrarme con ello. Hay sitios en Lisboa donde se puede encontrar esta autenticidad. La Mesa de Frades es una de las más auténticas. También el Club del Fado, aunque es más turístico. Hay muchas…
De todos los poetas o escritores de antes y de ahora, ¿con quién se siente más identificada? ¿Con quién le gustaría trabajar?
Soy una mujer enamorada de la poesía. Me gustan los grandes poetas portugueses, los más contemporáneos y ahora estoy más cerca de los escritores más jóvenes porque siento un poco la necesidad de vivir lo que Amália vivió, ya que tenía en cierto modo a todos muy cerca de ella. Trabajaban juntos, ella era inspiración para ellos, y al contrario. No es que quiera buscarlo. No es eso. Creo que es posible hacerlo, llamar a alguno de los escritores que más gusta más y pedirle que escriba algo para mí. Tengo ahora una canción de un gran músico y cantante portugués al que hace seis años le pedí una música sobre las Azores. En ese momento me dijo que no podía hacerlo porque no conocía las islas como yo, sin embargo, estaba segura de que él iba a componer justo lo que yo necesitaba cantar. Me llamó hace un mes y me dijo: “Katia, tengo la música sobre las Azores”. Ha sucedido seis años después. Es algo mágico. Es una de las cosas más bellas que voy a cantar en el próximo disco.
¿Cómo será ese próximo trabajo? ¿Cuándo verá la luz?
Tengo previsto sacar mi nuevo disco la próxima primavera. Es un descubrir de los nuevos escritores y también un viaje por otros géneros musicales. Es como invitarles a entrar en nuestro mundo fadista, como si salieran de su espacio de confort y llegaran más cerca de nosotros. Creo que es muy interesante. Al final, todos los músicos se quieren acercar a nosotros.
¿Cómo cree que se siente el fado fuera de Portugal?
Hay un interés cada vez más grande. Todos los años hay nuevos mercados que nos demandan, que quieren hacer conciertos. Cada vez más.
Una última pregunta, ¿volverá a la medicina?
Tengo muchísimas ganas […y sonríe].