La muestra propone un recorrido cronológico y multidisciplinar por más de 300 obras realizadas entre 1909 y 1944, donde se puede ver, además de pintura y escultura, proyectos de arquitectura y diseño, y otras expresiones artísticas como la cerámica, la moda, el cine, la fotografía, la publicidad o poesía, música, teatro y performance. El objetivo es mostrar el alcance que tuvo este movimiento, uno de los más importantes de la primera mitad del siglo XX, en todos los lenguajes empleados por los futuristas y su evolución durante 35 años.
Este proyecto, organizado por el comisario Vivien Greene, responsable del Departamento del Siglo XIX y Principios del XX del Guggenheim Museum, cuenta, además, con un comité de expertos internacionales que aportan su experiencia y conocimientos.
La vanguardia definitiva
Italia, cuna del clasicismo, acogió como suya esta pretendida vanguardia definitiva que rompió violentamente con el pasado, abogando desde un primer momento por la destrucción absoluta de la tradición, los museos, las bibliotecas y las academias de todo tipo.
Una nueva belleza, basada exclusivamente en el mito moderno de la máquina y la velocidad, se instauró de manera repentina en la tierra de Miguel Ángel, Leonardo o Rafael y también en una Europa que aún no había olvidado el postromanticismo de Moreau, el naturalismo de Sargent y Sorolla o el postimpresionismo de Gauguin, Cézanne o Van Gogh.
El encontronazo y asociación del Futurismo con los totalitarismos, quizá como única vía de supervivencia, empañó profundamente la percepción de esta primera vanguardia que, dejando a un lado sus ideales políticos y sociales, consiguió crear una estética propia partiendo de cero, renovando las técnicas y principios artísticos imperantes en su tiempo y allanando, de esta forma, el camino a los siguientes ismos que enriquecieron el panorama artístico del siglo XX.