Cremades realiza una obra muy personal, en el acto físico de mirar combina los diferentes elementos que la componen y se inserta en ella. Su mirada y la energía que desprende su trabajo conduce al espectador hasta la esencia de la pintura.
El color es el encargado de fijar la luz y la oscuridad, creando imágenes que se diluyen hasta acercarse a la abstracción, generando tensiones entre la quietud y el movimiento a partir de los contrastes. Observadas durante un tiempo, las imágenes parecen transformarse a los ojos del visitante.