Arquitecto, urbanista, pintor, diseñador de interiores, escritor, editor, fotógrafo y cineasta aficionado. Reconocido en la actualidad como figura clave de la arquitectura del siglo XX, Le Corbusier (Charles-Édouard Jeanneret, 1887-1965) fue un artista multidisciplinar que deslumbró por su fuerza creativa y por la libertad poco convencional de sus ideas.
Esta exposición da a conocer las múltiples facetas del arquitecto a través de 215 objetos que muestran todas las dimensiones de su proceso artístico. El resultado es una muestra extraordinaria, la más completa que se ha podido ver en nuestro país en 25 años, y que sigue la trayectoria del arquitecto a lo largo de seis décadas en las que observó, imaginó y persiguió paisajes sin cesar: paisajes arquitectónicos, paisajes domésticos, paisajes en los objetos.
Organizada por el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York y con numerosos préstamos de la Fondation Le Corbusier de París, Le Corbusier. Un atlas de paisajes modernos presenta, además de maquetas, pinturas, planos y fotografías, cuatro recreaciones de interiores de habitaciones con mobiliario original.
Arquitecto y artista
Le Corbusier fue pionero en los estudios de mejora de las viviendas de las clases más humildes, proponiendo nuevas formas de arquitectura eficiente en ciudades muy pobladas. También fue, a su vez, un artista multidisciplinar, con una obra que se extiende a la pintura y a la fotografía, uniendo arte y arquitectura.
De nombre real Charles-Édouard Jeanneret, Le Corbusier nació en la pequeña ciudad industrial de La Chaux-de-Fonds, en el macizo suizo del Jura. A partir de 1917 estableció en París su estudio, que trabajó en casi todo el mundo, y a lo largo de las seis décadas de su carrera profesional remodeló directa o indirectamente la fisonomía de distintas ciudades, desde América del Sur hasta India. Se hizo famoso por su interpretación poética y a menudo provocadora de las tecnologías y valores de la nueva era de las máquinas, trabajó en unos 400 proyectos arquitectónicos y construyó 75 edificios en una docena de países. Publicó asimismo casi 40 libros y escribió cientos de textos, algunos de ellos entre los más influyentes de la cultura moderna.
Su concepción de la arquitectura estaba profundamente arraigada en la naturaleza y el paisaje, desde la vista cuidadosamente enmarcada desde un interior de planta libre hasta el panorama natural en su sentido más amplio, pasando por el diálogo entre las ciudades en crecimiento y su territorio geográfico.
Como artista que era, dibujaba y pintaba casi a diario, y captaba en su obra las conexiones espaciales entre naturaleza y edificaciones en las montañas de Suiza, en la costa mediterránea, en Italia, en el sur de Francia y en las grandes planicies del norte de la India. Para Le Corbusier, la metrópoli emergente era también un paisaje, donde un interior doméstico recién reconfigurado podía entablar relación con una órbita más amplia de fuerzas naturales y humanas.
Arquitectura arraigada en el entorno
Lejos de una arquitectura universal, o internacional, distanciada del lugar, su obra estaba arraigada en el entorno, por mucho que pretendiera transformarlo para las nuevas formas de vida en un mundo de cambios tecnológicos.
Los visitantes de la muestra pueden contemplar desde el trabajo realizado en los primeros años del artista en las montañas del Jura, hasta el del final de sus días en la Costa Azul, pasando por Estambul, Atenas, Roma, París, Ginebra, Moscú, Barcelona, Nueva York y la India. Todos estos proyectos revelan las formas en las que el arquitecto observó e imaginó paisajes a lo largo de su carrera, utilizando todos los medios y técnicas artísticas a su disposición. La muestra se centra en cuatro tipos de paisajes: el paisaje de objetos encontrados, el paisaje doméstico, el paisaje arquitectónico de la ciudad moderna y los paisajes que soñó para los grandes territorios que planeó.
Le Corbusier. Un atlas de paisajes modernos está dividida en cinco ámbitos, en los que los visitantes encontrarán numerosas maquetas, así como pinturas, planos, fotografías y documentos. También se han podido reconstruir cuatro interiores que se muestran en la exposición con su mobiliario original: la Maison Blanche; un pabellón para la Villa Church, en Ville-d’Avray; la unité d’habitation de Marsella, y la cabaña de Roquebrune-Cap-Martin, donde pasó los últimos días de su vida.
1. Del Jura al ancho mundo, 1887-1917
Charles-Édouard Jeanneret nació el 6 de octubre de 1887 en La Chaux-de-Fonds, en la Suiza francófona. La ciudad era el centro mundial de la producción relojera, y la idea de sus padres era que se dedicara a grabar cajas de relojes. El joven aprendió a dibujar y exploró los paisajes del macizo del Jura antes de concentrarse en la arquitectura. A los 20 años construyó su primera casa, Villa Fallet, en las colinas que dominaban el centro de la población.
Durante los cinco años siguientes, sus horizontes se ampliaron hasta los confines de Europa, animado siempre por el diálogo entre tradición y modernidad. En 1907 realizó un viaje de formación a Italia antes de dirigirse a Viena. Trabajó en París en el estudio de arquitectura de Auguste Perret, pionero en el empleo del hormigón armado; posteriormente estudió urbanismo en Alemania, y en Berlín trabajó en el estudio del arquitecto Peter Behrens. En 1911 realizó su «viaje a Oriente», por los Balcanes y Estambul hasta Grecia. A su regreso dio clases de arquitectura y de interiorismo y levantó varias casas, inspirándose en los paisajes y en las prácticas modernas que había observado en Viena, París y Berlín.
2. La conquista de París, 1917-1929
En 1917, Jeanneret se estableció definitivamente en París, donde conoció al artista Amédée Ozenfant (1886-1966), que le animó a pintar y con el que, en 1918, publicó Después del cubismo, manifiesto fundacional del purismo que rechazaba las complejas abstracciones del cubismo en favor del estudio de las formas geométricas puras de los objetos cotidianos.
En 1920, ambos amigos, junto con el poeta Paul Dermée (1886-1951), fundaron la revista de arte y cultura de vanguardia L’Esprit Nouveau. Jeanneret adoptó el seudónimo Le Corbusier para firmar sus provocadores artículos, en los que se yuxtaponían sus dibujos de paisajes y monumentos con fotografías de máquinas modernas y estructuras de ingeniería, así como estudios de sistemas de proporciones subyacentes.
Más adelante reuniría esos textos en el libro Hacia una arquitectura (1923), el primero entre muchos manifiestos arquitectónicos. Mientras tanto siguió pintando y creando paisajes de objetos en el lienzo. En 1922 fundó un estudio de arquitectura con su primo Pierre Jeanneret (1896-1967), y a lo largo de esa década desarrolló proyectos teóricos y construyó casas de campo para la élite parisina, experimentando con nuevos efectos arquitectónicos y con las relaciones entre interior y exterior que permitía establecer el hormigón armado.
3. De África al continente americano, 1929-1940
La repercusión internacional de sus libros le propició invitaciones a viajes y, en consecuencia, encuentros con nuevos paisajes. Su primer gran logro fuera de Suiza y Francia se produjo en 1928 con el encargo de construir la sede de la Unión Central de Cooperativas de Consumidores, o Centrosoyuz, en Moscú. El arquitecto soñaba con trabajar a gran escala e intervenir en el urbanismo, por lo que en 1932 sufrió al ser derrotado en el concurso del Palacio de los Sóviets, también en Moscú, tras lo cual trasladó sus esperanzas de encargos a la Italia fascista, donde, sin embargo, tampoco tendría éxito.
En 1929 ideó proyectos para Río de Janeiro, São Paulo y Montevideo, inspirándose en impresiones obtenidas al sobrevolar esas ciudades, pero ni siquiera la entusiasta bienvenida que le ofrecieron las élites locales pudo lograr que se llevaran a cabo. Del mismo modo defendió incansablemente, aunque en vano, la realización de sus iconoclastas planes para la transformación de Argel.
Pronunciar conferencias era uno de los principales métodos de Le Corbusier para convencer al público de la validez de sus planteamientos. En sus charlas en América del Norte y del Sur recurrió a la técnica de dibujar en largos rollos de papel mientras hablaba. En este ámbito de la exposición se muestran algunos ejemplos de ello.
4. Un nuevo paisaje urbano para la India, 1945-1965
Tras la Segunda Guerra Mundial afrontó nuevas frustraciones, en especial cuando Wallace K. Harrison se encargó de la finalización de la sede de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York. Sin embargo, en 1950 le llegó por fin la oportunidad de concebir una ciudad entera cuando le propusieron la construcción de Chandigarh, la nueva capital del estado del Panyab, en el norte de la India. Resultó una de las obras más monumentales de la nueva poética del hormigón visto y la oportunidad de trabajar en un amplio territorio, poniendo en práctica esquemas visuales con los que se había topado por vez primera en sus estudios de la antigua Roma, tres décadas antes. Durante sus dos viajes anuales entre Europa y la India contempló «a vista de avión» los distintos paisajes y dejó constancia de ello en sus cuadernos de dibujo.
Las esculturas que creó en aquella época reflejaban su arquitectura, desde las obras en madera hasta el trabajo de fundición en arena realizado en Long Island. También siguió escribiendo y publicando numerosos libros. En 1947 presentó el Modulor, su sistema de proporciones armónicas, y, en nombre de la «síntesis de las artes» (que aunaba arquitectura, pintura y escultura), se esforzó por ser la figura central de una arquitectura moderna que por entonces gozaba de una aceptación prácticamente universal.
5. Hacia el Mediterráneo, 1950-1965
En los últimos 15 años de su vida, Le Corbusier alcanzó muchos objetivos que perseguía desde hacía décadas. Construyó cuatro unités d’habitation (o unidades habitacionales) en Francia y una en Berlín, así como un edificio en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, pero no logró llevar a la práctica sus ambiciosos planes para París. Pasaba más tiempo en el estudio de pintura que en el de arquitectura y daba gran libertad a sus jóvenes ayudantes. Regresó a los temas de sus cuadros puristas y releyó Don Quijote, La Ilíada y Así habló Zaratustra para dar con nuevos mitos y refugiarse en la nostalgia.
Los paisajes siguieron siendo clave en su producción, ya fuera en el este de Francia, con la capilla de Notre-Dame-du-Haut, o cerca de Lyon, con el convento de Sainte-Marie de La Tourette. El proyecto de un hospital en Venecia plasmó sus reflexiones de los años treinta.
A pesar del reconocimiento mundial, Le Corbusier se volvió más melancólico e introspectivo. Durante su último verano preparó la publicación de un libro que había escrito en 1911: El viaje a Oriente. Su espartana cabaña junto al Mediterráneo, un mar que le había cautivado desde joven, se convirtió en su retiro. Murió en una playa cercana a su refugio en el verano de 1965.
Le Corbusier y Barcelona
En el marco del Plan Macià para Barcelona, Le Corbusier estudió en 1933 el proyecto de un barrio modular con el lema «Una casa, un árbol», y a lo largo de esa década trabajó especialmente en la definición de sus viviendas provisionales. Implantados en unas amplias manzanas de 400 por 400 metros que agrupan seis sectores cada una, estos conjuntos de viviendas están inspirados en parte en el modelo Citröhan creado por Le Corbusier en 1920, por ejemplo en lo relativo al espacio de doble altura del salón. Presentan tres niveles y únicamente reciben la luz del día por una de las fachadas, en la que se instalan los brise-soleil (parasoles). Se trata de la primera formulación de esta propuesta, uno de los grandes éxitos de su obra y de la de sus jóvenes seguidores brasileños. En cambio, en este caso no se utiliza el sistema de los pilotis, casi omnipresente en los proyectos del arquitecto.
El tejido urbano resultante contrasta fuertemente con la trama de edificios de forma dentada de gran parte del Plan Macià, y está basado en una relación íntima entre los bloques de viviendas, las avenidas arboladas y las plazoletas que constituyen las manzanas. Al final del estudio, que básicamente se llevó a cabo en París, Josep Lluís Sert realizó una estimación del coste de las obras antes de que se abandonara el proyecto.
Su obra a los ojos de Richar Pare
Para dar vida al tema del paisaje, el fotógrafo británico Richard Pare se propuso en los años 2011 y 2012 reexaminar la obra construida por Le Corbusier tal y como puede experimentarse hoy. Desde las primeras hasta el complejo del Capitolio de Chandigarh, en la India, Pare ofrece una nueva visión de los principales edificios de Le Corbusier. No tan solo se hace visible su encaje en el entorno, sino que también se muestran las vistas del paisaje que enmarca el edificio. Las fotografías presentan una lectura poética donde la interacción de luz y textura revela los efectos del tiempo en edificios que llevan más de medio siglo en uso, haciendo que la arquitectura sea más elocuente en algunos casos y más misteriosa en otros.
- Esta exposición es la más completa panorámica sobre el arquitecto organizada por el MoMA, donde más de 400.000 personas la visitaron entre junio y septiembre del año pasado. Respaldada por este éxito, la muestra llega ahora a España, donde podrá verse en CaixaForum de Barcelona y, posteriormente, en Madrid (de junio a octubre).
¿Un solo hombre?
Le Corbusier se destacó por ser uno de los arquitectos más controvertidos y su obra nunca pasó inadvertida. Su producción es tan amplia que hasta se podría dudar que sea creación de un solo hombre, si no fuera porque cada una de estas lleva su personalidad claramente implantada: claridad de concepción, carencia de compromiso e inagotable riqueza de imaginación.
Al ver su obra completa, la impresión que se desprende es la de unidad. Las categorías racionales del análisis lógico se han fundido a tal punto con los elementos emocionales y estéticos que toda tentativa de clasificación bajo una etiqueta cualquiera resulta insuficiente para abarcar su personalidad.
Su carácter polifacético e inquieto le llevó también a la pintura, actividad que ya nunca abandonó en su vida. Su primo le presentó al pintor Amedée Ozenfant, con quien compartía muchas ideas: el orden, la armonía, la expresión de las formas geométricas, los colores puros, y ambos enfatizaban la importancia de la máquina. Estas ideas fueron publicadas en 1918 en un trabajo conjunto, Aprés le Cubisme, en la que ambos formularon su concepción de la pintura contemporánea, donde definían sus estéticas: el purismo, palabra que no solo abarca el aspecto formal del arte si no también una dimensión moral, la simplicidad y economía de los medios fueron la definición de sus cualidades.