Las obras, de grandes dimensiones –2m x 80 cm–, son un juego que Soler realiza con el espectador instándole a imaginar situaciones e historias, personajes y diálogos que pudieron darse en películas como El Padrino, Cantando bajo la lluvia, Con faldas y a lo loco, My Fair Lady o The Italian Job. La muestra es el resumen de una pasión por el dibujo, por la animación, la ilustración y, como no, el cine.
“Al principio hice bloques de películas que me habían gustado y luego empecé a dejarme llevar un poco por sensaciones. Luego reduje el círculo a 20 o 25 películas y luego sólo a 10. Una está dedicada a mi padre, otra es una película que vi en un cine de verano, otra es una que vi cuando estaba en la universidad… Las volví a disfrutar y descubrí cosas nuevas con ellas. Entendí por qué me habían dejado huella y empecé a investigar intentando pasármelo bien en todo momento”, relata el artista.
El oficio
Soler se inició como dibujante –de los Picapiedra y los Fruitis, entre otros– en un pequeño estudio de Castellón para después trasladarse a otro de Valencia, donde estudió Bellas Artes, para dibujar storyboards para series de televisión, hacer las cartas de rodaje y colaborar con proyectos encargados por grandes como Disney o Warner. Pasó también nueve años en Cartoon Producciones y otro tantos en Filmax Animation, donde asegura que trabajó con auténticos magos del lápiz.
“Eran épocas también complicadas en las que el fotograma iba bajando y bajando de precio, pero nos movía la pasión y la ilusión por lo que hacíamos. Aprendíamos mucho los unos de los otros. En concreto, yo me empapé de Cristina Durán y de Miguel Ángel Giner, que hoy son dos grandes dibujantes de novela gráfica. También de Ignacio y Abraham Meneo. De ellos aprendí el oficio”, relata Soler.
La pasión por el cine le viene precisamente de ahí, de esas largas conversaciones en las grandes mesas de dibujo sobre clásicos, sobre factorías y dibujantes. Después de buscar su propio camino en Madrid como ilustrador de campañas de publicidad y figurinista de vestuario, tuvo su mesa de trabajo en una librería de cómics de Malasaña, donde decidió llevar a cabo la idea para esta muestra.
Tradición y tecnología
Con Lo que el cine no me contó, Soler reconoce que ha descubierto muchas formas de trabajar en las que se combinan lo artesanal con la tecnología. Siempre parte de unos dibujos a lápiz y cuando tiene la idea se pone a dibujar en una tableta grande a mano alzada. Cuando ya está el dibujo resuelto comienza con el color aplicando la misma técnica.
“Pongo muchas rayas de colores y mezclo. Voy reconstruyendo el dibujo pintando. Después ya juego con las luces, con las texturas, con las jerarquías…, pero una vez terminada la parte del color. El hecho de que estos cuadros tengan unas dimensiones tan grandes es un guiño al cine y, además, me gusta trabajar en grande. Hace que me sienta más libre de rayas y de trazos”, afirma.
El actor Tristán Ulloa, el guionista de Ocho apellidos vascos Borja Cobeaga, el exdirector de la Filmoteca Miguel Marías, el crítico de cine Oti Rodríguez Marchante o el Premio Nacional de Cómic Paco Roca son algunos de los nombres que han participado con textos en el catálogo de la exposición, que se puede ver en la Galería Kreisler de Madrid hasta el 15 de junio.
“Esta ilustración de Blade Runner que ha hecho Víctor Soler sintetiza todo lo que es esta película. Esos colores apagados, la densidad del ambiente y los edificios oscuros y tristes que se desparraman sobre el horizonte tras ese ventanal gigante”, escribe Roca. “Quizá haya gente que nunca haya visto la película y no comprenda los sentimientos que llevo párrafos intentando describir, pero estoy seguro de que si observan la ilustración de Víctor comprenderán a qué sensaciones me refiero”, finaliza.
¿Quién es esa mujer?
En Con faldas y a lo loco Soler intenta sacar la cámara fuera del tren y hacer como si la escena fuera contemplada por un niño desde un tejado que ve a las chicas cantar, a una espectacular Marilyn Monroe pasar y a una suplente que ha salido a fumar. En Toro Salvaje ha querido centrar la atención en el periodista “que es posible que esté cubriendo su primer combate”. En la misma imagen quizás también alguien pueda ponerse a imaginar sobre la mujer fatal que está al fondo.
Después de ver El Guateque, el castellonense se quedó fascinado con la casa, así que en una de sus obras ha querido plasmarla justo con ese fin de fiesta, el momento «after» con el elefante, “justo en el que están todos relajados y a su bola, con mucho colorín y rollo años 60”. Cantando bajo la lluvia es un homenaje a su padre, de la que siempre le hablaba muchísimo. “Entre otras cosas, de las piernas de la bailarina. He querido coger la secuencia del homenaje a un musical. Quizás esta ilustración es la más parecido a un fotograma, aunque tampoco puede serlo realmente”, puntualiza. ¿Escenas de películas por hacer? «Cientos y cientos».