Veinte años después de la muerte de Alonso, Michel Soskine recuerda a este exiliado en Francia desde 1947, hombre de carácter fuerte y de pintura contundente, amigo inseparable de María Zambrano, que ha sido en ocasiones olvidado por la historia del arte español.
La muestra recoge obras de la última etapa del pintor. En sus últimos años, tras una etapa en la que trabajaba casi exclusivamente el blanco y negro, con series como Desastres, 1991, se vuelve a entregar al color.
Esta obra depurada da como resultado «unas poderosas telas en verde, amarillo, naranja y blanco de sus últimos años”, explica el escritor Juan Carlos Marset al hablar de la obra de Alonso.
Buenos ejemplos de ello son piezas como Jaune avec traces verte et jaune (Amarillo con trazos verde y amarillo), 1993, o Enfance (Infancia), 1990, que se encontrarán en la muestra en Madrid.
Color y textura
Ángel Alonso utiliza el color y lo trabaja desde la textura. Se trata de colores brillantes que exceden los límites del lienzo y se mezclan con la materia, con la tierra, la madera, las piedras y los objetos que el artista introduce en las obras.
En este último periodo de Alonso se puede contemplar en ocasiones cómo la textura se purifica y la capa de color es porosa y sutil. Esto se muestra a través de cuadros en pequeño formato.
El artista no abandona su investigación constante sobre la materia y la técnica en la búsqueda de lo esencial en la pintura que le había acompañado en toda su trayectoria. En este sentido destacan sus dos últimas series, una en negro sobre madera y otra en negro sobre blanco.
Hombre de carácter fuerte, temperamental y solitario, siempre quiso mantenerse alejado del mercado del arte e incluso renunció en 1952 a exponer sus obras en la galería parisina Jeanne Bucher. Este rechazo ha mantenido su trabajo fuera del circuito comercial, manteniéndose solo con el apoyo de algunos coleccionistas.