Las pinturas de Lourenço no pretenden explicar nada al espectador, son simplemente para ser admiradas. Cargadas de buen gusto, cuentan con una composición impecable en la que dominan los colores quebrados, ocres, pero con algunos destellos y salpicaduras de color puro que otorgan a su obra una gran riqueza.
En la mayor parte de su trabajo aparecen grandes rostros femeninos, sensuales y cargados de expresividad y de riquezas cromáticas que transmiten al visitante múltiples sensaciones.
Gran difusión
Didier Lourenço comenzó a trabajar en el taller de litografías de su padre a los 19 años. En 1988 realiza su primera exposición individual y edita su primera colección de litografías. Didier comparte su tiempo pintando sobre tela y papel en un rincón del taller y realizando e imprimiendo litografías para él y otros artistas.
En 1995 se instala en su propio estudio, momento en el que puede dedicarse plenamente a la pintura, aunque nunca deja de hacer litografías. Y es en el año 2000 cuando un prestigioso editor y distribuidor mundial de pósters se interesa por su obra. Sus pósters consiguen una gran difusión, lo que le lleva a exponer su trabajo en todo el mundo.