La noche del sábado 22 al domingo 23 de enero de 2011 seis jóvenes se abalanzaron salvajemente contra otros tres al grito de “¡mátalo!”. La situación se agravó por la desmedida violencia empleada en el altercado. Un abogado, Rafael Alba, vecino del lugar donde produjeron los hechos, grabó con su cámara todo el suceso, para ayudar a las víctimas. Pero los chicos rechazaron el material y le dijeron que sólo querían salir de allí y olvidar lo sucedido.
Pero el abogado subió el vídeo a Youtube para que se hiciera justicia y recurrió a la colaboración ciudadana mediante la página Forocoches para que la Fiscalía actuara de oficio. En cuestión de horas se habían publicado todo tipo de detalles de los protagonistas del vídeo. Ya se poseían los nombres de todos los agresores y lo que resultaba aún más determinante: sus perfiles en Facebook. En ese momento, el Fiscal Superior de Andalucía solicita un informe a la Policía Nacional para abrir una investigación.
Según las palabras de José Padilla, «cuando descubrí esta noticia me provocó por un lado una extraña sensación de alivio ante la gestión del abogado Alba por saber que los culpables no quedarían impunes» y continúa, «pero por otro… es una aberración, gente de a pie convertida en juez desde el anonimato que da la red, adolescentes convertidos en chivos expiatorios de una multitud ávida de sangre”.
Sinopsis
Diego Artero graba con su móvil una pelea. Unos jóvenes están dando una paliza a otro chico, Javier. Diego le consuela y le hace saber que con este material puede denunciarlos, pero Javier no quiere saber nada del asunto. Así que Diego decide por su cuenta colgar el vídeo en la red, en un intento de identificar a los agresores del muchacho.
Olga, diseñadora de joyería en el pequeño taller que tiene en casa, se encuentra cerrando un negocio cuando recibe la llamada desesperada de su hija Ruth, que está siendo acusada en las redes de ser una de las agresoras de Javier. Sobre esta base Padilla busca la manera de plasmar en el texto un constante cambio de punto de vista.
No importa si han sido ellos o no los culpables de las acciones que se les atribuyen, si sus motores son éticamente reprobables, el caso es que ya están siendo estigmatizados, reconocidos como culpables sin que nadie los haya juzgado con justicia previamente. El director pone al público en la tesitura de saberse jueces prematuros.
¿Participó Ruth en el altercado? «No pretendo que estos encuentros personaje a personaje sean un mero mecanismo narrativo para incrementar el interés, sino que debería funcionar como recurso para que la función vaya desplegándose, conformando el mapa de acontecimientos y de relaciones entre ellos en una constante reevaluación de las posibles conclusiones iniciales», asegura Padilla.