Los degustadores de la música sinfónica más impactante, evocadora de emociones al límite, tienen una cita obligada con este concierto, cuyo programa no da tregua, desde el Concierto núm. 2 para piano y orquesta de Liszt, siempre tan brillante, hasta la Sinfonía núm. 10, en mi menor de Shostakovich. Entre ambas, el inquietante Treno a las víctimas de Hiroshima de Kzrysztof Penderecki en el que plantea una honda reflexión sobre el destino humano que está enraizada en la tradición lírica griega.
La presentación de Krzysztof Urbański supondrá un valor añadido para esta cita. Joven talento surgido en Polonia y actual director titular de la Sinfónica de Indianápolis, Urbański no goza del predicamento mediático de otros colegas, pero sí del ímpetu propio de su edad –nacido en 1982, es el más joven de entre los directores de las principales orquestas norteamericanas–, una curiosidad insaciable que le lleva a buscar nuevos horizontes y una pasmosa facilidad para extraer lo esencial de las partituras a las que se enfrenta.
Los numerosos compromisos que está atendiendo con grandes orquestas durante los últimos meses así lo vienen demostrando.