Interpretada por Pedro Casablanc, Hacia la alegría es un monólogo interior escrito en tercera persona que estará acompañado por un cuarteto de cuerda formado por Desislava Karamfilova, Petya Kavalova, Stamen Nikolov y Albert Skuratov. La música en directo de Fernando Vázquez (Ocho apellidos vascos, Lo imposible) se completa con una sugerente escenografía de Pierre-André Weitz.
Coproducido con el Théâtre National de la Communauté Française y el Festival d’Avignon, y en colaboración con Teatrul National Radu Stanca, en el marco de Cities on Stage/Ciudades en Escena, este texto, de argumento sencillo, parece un relato filosófico que invierte el mito de la caverna de Platón.
Vida interior
Un arquitecto que ha perdido la energía necesaria para crear (Casablanc) se levanta en mitad de la noche, movido por una especie de presentimiento que le empuja a vestirse y a correr por la ciudad.
En un principio su recorrido es político, deja atrás la zona residencial donde vive y se acerca al centro comercial, que le induce a una meditación sobre las diferencias sociales y el vacío del mundo mercantilista.
Fractura social
Su paseo continúa por los barrios pobres, donde pasa por delante de un teatro cerrado, un edificio que él mismo diseñó y que ahora es la viva imagen de su fracaso, para adentrarse en la noche y en la fractura social, y acabar uniéndose a un grupo de indigentes en un túnel. A partir de ese momento, su carrera va tomando un cariz metafísico. Se va despojando de todo lo que es, poco a poco renuncia a su identidad y se ve sometido a una gigantesca sacudida. Es ahí cuando aparece el cielo, y la profunda desnudez de su existencia.
El hombre se va sumergiendo en una especie de tumba oscura, donde tan solo vislumbra la sombra de sus manos que juegan con la luz que desprende un mechero. Ha retornado a las intuiciones primarias, hasta ese lugar de sí mismo donde será capaz de recuperar la espléndida riqueza de la vida interior.