En 1940, España sufría una durísima posguerra y Europa estaba en plena Segunda Guerra Mundial. El Servicio de Inteligencia Británico escogió el paso fronterizo de la estación internacional de Canfranc (Huesca) para recopilar e intercambiar informaciones cruciales para la contienda bélica.
De este modo montó una red de espías formada por vascos, aragoneses y franceses que informaron acerca de los movimientos de las tropas alemanas y el paso de mercancías (el oro requisado por los nazis) que entraban y salían de España.
Establecieron una conexión semanal entre Canfranc, Zaragoza y San Sebastián para llevar los mensajes al consulado inglés de la capital donostiarra que, cada lunes, los remitía por valija diplomática a Madrid. Gracias a las informaciones de esta red de espías se contribuyó a la derrota de Alemania.
Estos acontecimientos históricos se entrelazan con los testimonios de los familiares de los hasta ahora anónimos espías y se realizan una serie de secuencias dramatizadas, siempre fieles a los acontecimientos descubiertos por Ramón J. Campo, en especial a lo relacionado con la desarticulación de dichas redes de espionaje y el juicio y sentencia que acabó con el encarcelamiento de 30 espías condenados por un Tribunal Especial en 1943.