Unos versos de la Eneida de Virgilio aguardan a la entrada, inspiración de Marta Gili para bautizar la muestra. «Hay lágrimas en las cosas y lo mortal conmueve el alma», dicen. Junto a ellos, la revisión que Borges hizo, que habla de «todas las cosas que merecen lágrimas». Así comienza una muestra que a lo largo de las cuatro plantas de la Fundación Helga de Alvear disecciona la relación entre los objetos y su inherente melancolía.
Entre los artistas representados figuran importantes obras de Rodney Graham, Ai Weiwei, Thomas Ruff, Robert Mapplethorpe, Meret Oppenheim, Francis Alÿs, Candida Höfer, Stan Douglas, Nan Goldin, Fischli & Weiss, Andreas Gursky, Gordon Matta-Clark, James Casebere, Gabriel Orozco, Edward Ruscha y Bernd & Hilla Becher.
Cinco zonas vertebran la muestra. Formas y tipologías estudia las formas de las cosas, así como su capacidad de evocar un concepto y trasladarlo a otros ámbitos del pensamiento. En este apartado encontramos obras de Vanessa Beecroft y Hannah Collins, entre otros. Apariciones y desapariciones se centra en la imagen que evoca lo que ya no está, lo escondido, lo obviado, a través de trabajos de Ignasi Aballí o Helena Almeida. Espacios entre lugares analiza las tensiones del tejido social y urbanístico de la ciudad, con obras de Ryuji Miyamoto y Frank Thiel, entre otros. Arqueología del poder construye narrativas acerca de los detritos de la sociedad de consumo distribuidos en diferentes espacios de la vida humana. Allan Sekula y Montserrat Soto son algunos de los artistas incluidos en este apartado. Por último, La melancolía de las cosas juega con las complicidades y desacuerdos entre objetos y sujetos, a través de trabajos de Joan Fontcuberta o Jitka Hanzlová, entre otros.
Marta Gili
Si quita el hipo, merece la pena. Este impulso motiva las adquisiciones de Helga de Alvear. Tras una primera selección, realizada a través de su visión personal, Marta Gili fue convocada para encargarse de la segunda criba, dándole un sentido al conjunto. Labor difícil, dadas las 800 fotografías y más de 60 vídeos que posee la coleccionista.
Directora del Jeu de Paume desde 2006, Gili es consciente de la complejidad de aprehender el arte contemporáneo, «porque siempre nos es más difícil ver lo que hacen nuestros coetáneos que echar la mirada atrás y ver lo que hacían nuestros predecesores». Así concibe la creación contemporánea como algo alejado de un estatus intelectualizado y ajeno a nuestra vida, como un modo de «pensar el mundo de hoy de una forma diferente».
A la hora de hablar de un museo, lo piensa como un lugar abierto que aglutina tantas experiencias colectivas como personales. Aunque consciente de la fuerza arrolladora del mero divertimento, Gili opina que la cultura, más allá de entretener, tiene la función de hacernos reflexionar, de conseguir que miremos nuestro mundo, también a nosotros mismos, con otros ojos, desde otro ángulo.
El pasado año, Gili expermentó el ataque que el Jeu de Paume, su equipo y ella misma recibieron a raíz de la crítica muestra Foyer fantôme, de la fotógrafa palestina Ahlam Shibli, en la que dejaba al descubierto la realidad de los así llamados mártires israelíes. Lejos de alarmarse, Gili destaca lo interesante de que la creación contemporánea pueda mover en nuestros días según qué sensibilidades. Sin embargo lamenta que sus detractores no fueran capaces de realizar «el ejercicio de desplazar estas imágenes de lo representado a lo connotado». Aunque la considera una experiencia dura, se alegra de que la muestra permaneciera abierta, sirviendo además como necesario espacio de debate.
Aunque reside en París, no se considera en absoluto distanciada de España. A la hora de reflexionar sobre el estado de la cultura en nuestros días, opina que, lamentablemente, en nuestro país estamos regresando «a la época en la que éramos invisibles», pero considera que «hay reconocimiento de muchos autores españoles». En su opinión, la clave está en «separarse de esta especie de depresión colectiva y tomar un poco de distancia» para descubrir que «la creación artística española está tan fuerte y tan débil» como en cualquier otro país.
Con una extensa experiencia en la actividad museística a su espalda, Marta Gili no para. «El día que no me quede nada por hacer me retiro». Con un enorme horizonte de planes por delante, Gili confiesa el disfrute de formar parte del Jeu de Paume, un centro dinámico con un equipo con afán constante de superación, con ansias de explorar nuevos terrenos. Mirando al centro de arte parisino, habla de potenciar su función educativa, creando una escuela de imagen que ayude al público a leer las imágenes, a identificarlas.