La muestra ofrece al visitante una mirada crítica y actualizada de la obra del fotógrafo francés, para ello muestra cómo la belleza aparentemente espontánea de sus imágenes es el resultado de una ardua preparación y de mucho trabajo. Doisneau daba el salto desde la fotografía artesana a la obra de arte con gran naturalidad, capturando en película fragmentos de un mundo del que quería dar testimonio.
Doisneau es uno de los representantes más importantes de la fotografía humanista. Durante muchos años se le ha considerado como el trovador del París pintoresco, con una mirada cautivadora y un sentido único por las anécdotas visuales inesperadas. Quizás por ello se le haya calificado también como el ‘poeta de los momentos puros’. Sin embargo, su obra es mucho más compleja y profunda, algo que esta exposición hace bien patente.
Retratista de una ciudad
Al terminar sus estudios, Robert Doisneau trabajó como diseñador en el Estudio Ullman y en 1931 como ayudante de André Vigneau. Tres años después fue contratado por la empresa Renault, aunque dejó el trabajo en 1939 para unirse a la agencia fotográfica Rapho. Mientras, entre trabajo y trabajo, deambulaba por las calles de París y por las callejas del barrio donde había nacido.
Gracias al intelectual Robert Giraud, a quien conoció en 1947, tuvo acceso a un mundo nocturno que se encontraba alejado del suyo y del que quedó absolutamente fascinado. Su primer libro, un proyecto conjunto con Blaise Cendrars, La Banlieu de Paris (Los suburbios de París), fue publicado en 1949. El éxito llegó pronto, sus fotos se hicieron famosas en todo el mundo y se convirtió en el “retratista” de una ciudad, París, y de un mundo en parte real y en parte inventado, en el que a todos les hubiera gustado vivir.