El pintor ruso refleja su pasión por las tradiciones, por la fiesta y por el país en cada una de sus obras, donde el color se convierte en el principal protagonista. La gama cromática, fuerte y poderosa, se presenta en una multitud de sutilezas y en distintas combinaciones y contrastes.
La muestra está formada por un conjunto de pinturas realistas y abstractas. “Mi meta es la de encontrar un lenguaje artístico para nuestro tiempo, el siglo XXI. No quiero ni copiar la realidad ni hacer pura abstracción, sino unir las dos en una realidad abstracta, plasmar la relación entre la realidad y lo abstracto. La pintura abstracta es, a su manera, realista. Es pura emoción. Es un arte maravilloso donde uno puede sentir la música de los colores, donde todo está muy afinado, con nada superfluo ni en el color ni en el dibujo”, explica el propio Kishev.