Una cámara y una tela negra han sido los únicos acompañantes de Barceló en su recorrido por las culturas aimaras, quechuas y urus (una de las más antiguas de América), en su búsqueda de la mirada digna y orgullosa de estos pueblos. El resultado es un diálogo en silencio entre el fotógrafo y el retratado en el que se invita al visitante a realizar un viaje en dos direcciones, gracias a su tratamiento formal contemporáneo, que al mismo tiempo se aleja de la imagen folclórica de estos lugares.
Perdidas en el tiempo
El primero de los recorridos es un viaje interior en el que cada uno se ve a través del rostro de otro. Es una oportunidad para reconocerse uno mismo y encontrarse mediante miradas de culturas que se pierden en el tiempo. El segundo camino es un viaje exterior en el que se invita a conocer esas culturas por los rostros y objetos que las representan.
La exposición se divide en tres secciones: la primera lleva al visitante hasta los rostros, la segunda está dedicada a las danzas autóctonas, en las que se celebran la fertilidad y las cosechas, y por último un apartado dedicado a los objetos.
Rostros Andinos se completa con la edición de un catálogo y con la proyección de cinco vídeos con grabaciones de alguno de los viajes por el altiplano en los que el espectador puede ver el making off del proceso fotográfico, además de celebraciones y danzas autóctonas.