El mito de la desequilibrada Medea llega hasta los espectadores rompiendo el equilibrio que los valores occidentales plantean entre el mundo femenino y el masculino. «Medea existe en un mundo primitivo donde el humano vive entre sus instintos y sus pasiones: nacer, engendrar y morir», explica Plaza. El mundo de Medea es oscuro, esotérico y mágico, un mundo que se contrapone al de Jasón, al que ayuda para hacerse con el vellocino de oro a cambio de que la despose.
Muchas son las versiones que se han hecho de esta tragedia. Medea huye con Jasón, pero expatriada en un lugar extraño, en un mundo menos puro, más racional, es traicionada. «A partir de ese momento -recuerda José Carlos Plaza-, Medea transgrede la norma de ese orden masculino. Actúa realizándose como ser. Corta la estirpe del hombre y amputa su esencia como madre, como cortó la de hija y hermana, y así equilibrar su propio entidad de ser. La sangre del hijo regará la tierra y creará nuevos seres no contaminados por la mentira y la traición. Dos mundos encontrados incapaces de entenderse. Y se produce el desorden , el quebrantamiento de un status por quien no tolera ni siquiera comprende la traición y mucho menos las mezquinas razones a ella conducen».
Ana Belén se mete en la piel de la sacerdotisa enloquecida. Completan el cartel los actores Adolfo Fernández, Consuelo Trujillo, Luis Rallo, Poika Matute, Alberto Berzal, Olga Rodríguez, Leticia Etala y Horacio Colomé.