Hormigón, vidrio, piedra…, Bravo captura a través de su objetivo el lenguaje y las diferentes cualidades materiales que muestra al exterior la arquitectura, un arte que en tiempos recientes está creando edificios inabarcables ante los cuales el espectador se siente abandonado, minúsculo, abrumado muchas veces por todo lo que le rodea.
El arte de esculpir el espacio para satisfacer necesidades físicas, emocionales y espirituales del individuo genera así en los tiempos modernos una peligrosa combinación de omnipotencia e impotencia donde se diluye la presencia humana y su esencia. Con este trabajo, el artista burgalés pretende “devolver el protagonismo al ser humano, quien nunca debió dejar de ser el centro de la arquitectura”.