Se trata de 34 obras realizadas en las décadas de los ochenta y noventa del pasado siglo: 16 son piezas de técnica mixta y óleo sobre poliéster y fibra de vidrio, y 18 collages sobre grabado. Todas las piezas donadas se presentan ahora al público en la sala 33 del Museo y hasta el 11 de enero del próximo año.
Andrés Nagel estudió Arquitectura en Pamplona entre 1965 y 1972, fecha en la que comienza a trabajar el grabado y conoce a Eduardo Chillida, referente fundamental en su trayectoria. Por esos años forma parte del grupo de artistas –Vicente Ameztoy, Ramón Zuriarrain, Marta Cárdenas…– empeñados en renovar la plástica vasca a partir de un ideario figurativo en clave contemporánea y, a menudo, utilizando recursos derivados del arte pop, del surrealismo y del expresionismo.
A pesar de iniciarse como pintor, pronto mostró su preferencia por la escultura haciendo uso de nuevos materiales de origen industrial. Su afán experimental le ha llevado a trabajar con óleo, acrílico, hierro, bronce, zinc, latón, plomo, estaño, fibra de vidrio y poliéster, y también a reutilizar objetos preexistentes –latas, cuerdas, tubos de neón o muebles–, manejados mediante diversas técnicas como la escultura, la pintura, y las artes gráficas. Uno de sus materiales preferidos es la fibra de vidrio, que emplea sin moldes buscando la inmediatez entre la idea y el objeto. También trabaja habitualmente el collage, que le permite usar expresivamente los contrastes entre texturas y ejecutar y alterar la obra con rapidez.
Las 34 obras ahora donadas por José Tasende son, precisamente, esculturas en poliéster y fibra de vidrio y collages, y pertenecen a un periodo en la trayectoria artística de Nagel, finales de la década de los ochenta y comienzos de la siguiente, de gran actividad y dominio técnico. Muchas de ellas recogen un complejo mundo de referencias contemporáneas procedentes del cine, el cómic, el cartelismo y la publicidad, pero también del arte antiguo. Con todo ello, Nagel ofrece una personal visión artística que desconcierta al espectador al presentar una narración de lo cotidiano irónica, burlesca o abiertamente absurda.