Las 10 pinturas reunidas, todas procedentes de las colecciones del Museo, permiten ilustrar los puntos en común entre ambas disciplinas, tales como la creación de dimensiones espaciales acordes con las modernas teorías geométricas, el impacto en el arte de los estudios científicos sobre el color o el interés de los paisajistas del siglo XIX por las ciencias naturales.
Rincón de una biblioteca (1711), de Jan Jans Van der Heyden, abre el recorrido en homenaje a estos espacios de cultura, símbolo del saber y del conocimiento. A continuación, el primer grupo de obras está dedicado al interés que las ciencias de la naturaleza suscitaron entre los paisajistas americanos del siglo XIX. Ahondar en la observación de los fenómenos naturales, algo vinculado a la nueva importancia concedida al género del paisaje, se convirtió en un medio para alcanzar una mejor comprensión del orden divino. Si la ciencia debía desvelar los designios de Dios investigando en la botánica, la zoología o la astronomía, los artistas se encargaron de darle forma sensible a la Creación; así se ve en la obra de Frederic Edwin Church, James McDougal Hart o Martin Johson Heade, que viajaron a lo largo y ancho de Norteamérica plasmando en sus cuadros el esplendor de su naturaleza.
Color y óptica
Un segundo grupo de obras centra la atención sobre el impacto que tuvieron los estudios cromáticos y los tratados de óptica sobre los artistas afincados en el París de finales de XIX y principios del XX. El movimiento impresionista recurrió frecuentemente al contraste de complementarios descrito por el teórico del color Michel-Eugène Chevreul.
Por su parte, los pintores neoimpresionistas ensayaron en sus obras la mezcla óptica de colores; lo que se puede apreciar en la obra de Henri-Edmond Cross, que formó parte del núcleo del movimiento junto a Seurat y Signac, y también en Gino Severini, el más cercano entre los futuristas al neoimpresionismo francés.
Igualmente, algunos artistas pioneros de la abstracción, como Sonia Delaunay-Terk, centraron su atención en la plasmación de la luz en sus cuadros a través de contrastes de color.
Para los pintores de las vanguardias de principios del siglo XX, las teorías asociadas a la extradimensionalidad supusieron una liberación con respecto a la perspectiva tridimensional renacentista, lo que les permitió abrir nuevas vías de expresión artística y ensayar diferentes formas de representación. Solo la popularización de la Teoría General de la Relatividad de Einstein –con su redefinición de la cuarta dimensión como tiempo, en lugar de espacio– puso fin a la pretensión de muchos artistas de representar dimensiones espaciales extra. Lo ilustran en la instalación obras de Max Weber, Frantisek Kupka y Theo van Doesburg.
Afán por comprender
El afán por comprender las reglas que subyacen tras la apariencia siempre cambiante del mundo es y ha sido una aspiración no solo científica, sino también compartida por muchos artistas. Quizá por ello numerosos pintores, al menos desde el Renacimiento, han encontrado en las aportaciones científicas de su época un estímulo para el desarrollo de su propia sensibilidad, buscando en ellas las claves para conocer su entorno o, simplemente, para alcanzar una mayor destreza en el trazado de la perspectiva o en la aplicación del color.
- El montaje puede visitarse hasta el 27 de septiembre, en el balcón-mirador de la primera planta, con acceso gratuito y directo desde el vestíbulo central.