Bermejo se mete en la piel de un payaso que espera su turno para actuar en el día del festival de homenaje al circo. En el foso, mientras aguarda a que lo saquen al escenario por una trampilla, repasa en soledad los momentos de su pasado, la relación con su familia y los hechos y personas que le marcaron en el circo donde nació.
Hijo de un payaso y de la mujer forzuda, todos esperaban de él que fuera payaso, pero de esos que se pintan la cara de blanco y los labios rojos. Pero él quería ser domador de elefantes. El rechazo de la familia a esta disparatada profesión y la aparición de Miliki en la vida de los españoles fueron los encargados de eliminar ese sueño y despertar la vena cómica del protagonista.
El payaso comparte con el público sus sueños rotos, la experiencia del amor no correspondido, la sensación que provoca un beso agradecido o el poder de una sesión de risas contra la realidad de la vida. Una guitarra, un curso exprés de ruso y anécdotas con el Chino de Burgos como sabio indiscutible, acompañan el recorrido por una vida dedicada al humor, con algún momento cargado de lágrimas.
Un espectáculo terapéutico, ya que como dice su director, Fernando Soto, «creo, al igual que nuestro payaso, que es hora de intentar recuperar algo de cordura en toda esta locura, o como decía el escritor: Dios dame un poco de locura para vivir en este mundo de cuerdos».
- De martes a domingos a las 20.30 h. / A partir del 1 de octubre, los domingos a las 19.30 h.