El trabajo de Ree Morton (Ossining, Nueva York, 1936-Chicago,1977) se sitúa en el contexto de la escena artística estadounidense de principios de los años 70, caracterizada por una enérgica reacción contra el expresionismo abstracto de posguerra, que se reflejó por un lado en el minimalismo y, por otro, en el arte conceptual y el arte pop. Morton «está por redescubrir», asegura Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, ya que es poco conocida fuera de Estados Unidos.
Hay varias razones que explican este escaso conocimiento. Por un lado, «porque llegó al mundo del arte bastante tarde», era enfermera y ya tenía marido e hijos; y por otro, «porque sólo trabajó como artista durante siete años y en ese tiempo no estuvo en un sitio fijo», se movió por Filadelfia, Nueva York y luego por la costa oeste, explica Ilse Laffer, comisaria de la exposición junto con Sabine Folie.
El trabajo de Morton se encuentra más próximo a las estrategias artísticas surgidas en torno a movimientos como el Pattern and Decoration, el Fibert Art o a lo que la escritora y crítica de arte Lucy R. Lippard definió como la «abstracción excéntrica», tendencia que empleaba materiales extravagantes y efímeros que aludían a sensaciones corporales.
Minimalismo vs kitsch
Es difícil enmarcarla en un estilo ya que su obra es muy plural, aunque sí tiene elementos comunes: «todo su trabajo –destaca Laffer– tiene referencias continuas a la naturaleza y a la cultura, es decir, mezcla lo artificioso y lo natural. Sus obras son como mapas, sobre todo en su primera etapa, donde combina la crítica con la seriedad. En una segunda etapa descubre el ‘celastic’, con el que realiza instalaciones un poco ‘kitsch’, pero este segundo periodo está marcado también por la alegoría».
La exposición se divide en tres secciones para, según Folie, «mostrar al público estas dos etapas de la obra de Morton y el gran contraste existente entre ellas». La primera parte se corresponde con los inicios de la artista y en ella se ve cómo «trabaja las cartografías, el espacio, las naturalezas y el artificio», explica Laffer. El visitante se encontrará en la segunda sección con las pinturas que realizó mientras estudiaba, «obras de su época temprana que hasta ahora no se habían expuesto».
Y, por último, la tercera parte se corresponde al periodo en el que se introduce en el celastic, «donde vemos el juego con la literatura y el lenguaje, y sus obras tienen un tono más colorido en contraposición a su trabajo anterior».
La sala que cierra la exposición muestra la última obra que la artista realizó justo antes de su muerte en un accidente de tráfico con tan solo 40 años, Manipulations of the Organic (1977), en la que vuelve su mirada a la seriedad y a la arquitectura, fijándose en la figura de Louis Henri Sullivan, uno de los pioneros de la construcción de rascacielos.